El desafío central de quienes buscan transformar simples estanterías en auténticos focos de estilo y personalidad en el hogar subraya la importancia de la composición visual e introduce una cuestión fundamental: ¿cómo lograr que los estantes dejen de ser meros espacios de almacenamiento y se conviertan en una extensión viva de la identidad de quienes habitan la casa?

El objetivo no es solo embellecer, sino también dotar de significado y coherencia a cada rincón, desde la sala hasta la cocina, pasando por pasillos y rincones olvidados.
El punto de partida consiste en llenar las estanterías con objetos que despierten recuerdos que atesores. La selección de piezas debe ir más allá de la estética: fotografías familiares, recuerdos de viajes, cerámicas heredadas y libros favoritos aportan una narrativa personal que distingue cada espacio.

Los libros, en particular, ocupan un lugar privilegiado: aportan calidez e interés a cualquier habitación y es recomendable alternar su disposición tradicional con pilas horizontales que sirvan de base para otros objetos decorativos.
La agrupación de elementos en números impares es una regla de oro que nunca falla. Organizar objetos en tríos o quintetos genera un equilibrio visual más atractivo y natural.

Esta técnica, combinada con la variación de alturas y tamaños, permite que la mirada fluya de manera orgánica a lo largo de la estantería. Tip clave: utilizar objetos y adornos de diferentes tamaños para crear movimiento, evitar la acumulación de piezas pequeñas y solo priorizar aquellas que tengan presencia y forma.

El color también desempeña un papel crucial en la cohesión del conjunto: agrupar por color, estilo decorativo o material, pero asegurarse de que el resultado final sea coherente. Tampoco es necesario basarse en la simetría excesiva y el aspecto demasiado calculado, en cambio, proponer una apariencia más desarmada evocará una percepción orgánica y, sobre todo, autenticidad.

La integración de obras de arte constituye otra estrategia eficaz para romper la monotonía de grandes superficies de estanterías. El arte no siempre debe colgarse en el centro de la pared, sino que puede apoyarse sobre mesas, superponerse a esculturas o situarse entre libros y objetos, aportando dinamismo y ocultando elementos menos decorativos como cables o dispositivos electrónicos.

Las estanterías empotradas en alfeizares o huecos arquitectónicos ofrecen oportunidades adicionales para exhibir objetos sin invadir el espacio vital. Limitar la paleta de colores a un máximo de tres y jugar con texturas contrastantes, como vidrio junto a cerámica rugosa o madera, para resaltar cada pieza.

La presencia de plantas resulta imprescindible. Aportan suavidad y frescura a cualquier estante, especialmente las que cuelgan, mientras que las suculentas, por su estructura y bajo mantenimiento, resultan ideales para rellenar huecos y suavizar líneas rígidas. En espacios abiertos, las plantas ayudan a delimitar ambientes sin perder luminosidad ni sensación de amplitud.

La cocina, tradicionalmente relegada a la funcionalidad, se reivindica como escenario para la creatividad decorativa. Es una tendencia creciente incorporar elementos inesperados como candelabros, pinturas al óleo y antigüedades en las estanterías de la cocina, aportando carácter y sofisticación.

La creación de un muro de recuerdos mediante la disposición de fotografías y objetos significativos en estantes estrechos permite lograr el efecto de una galería sin la rigidez de una estructura fija. Esta flexibilidad facilita la actualización constante de la exhibición y evita la necesidad de perforar paredes.

El minimalismo encuentra su lugar en la consigna “menos es más”. Por eso, no olvidar la importancia de los espacios vacíos, que realzan la belleza de cada objeto y contribuyen a una atmósfera serena, especialmente en salones de líneas depuradas. La agrupación de piezas de silueta simple y paleta monocromática refuerza este efecto.
La técnica de la superposición o “layering” añade profundidad y textura. Los libros son otro elemento que siempre debe incluirse en las estanterías, ya que hacen que una casa se sienta habitada. Agruparlos por color logra un efecto visual armónico y suma colocar obras de arte y pequeños objetos delante de ellos, incluso en espacios reducidos.

El color de fondo de las vitrinas o estanterías cerradas puede potenciar la presencia de estos objetos. Pintar la parte trasera en tonos vibrantes resalta las formas y materiales de las piezas, especialmente si se trata de objetos claros y escultóricos.

A la hora de enfrentarse a estantes vacíos, aconsejamos analizar primero la cantidad, altura y anchura de las baldas para determinar el tipo de objetos que pueden albergar. Luego reunir una variedad de formas, texturas y tamaños, comenzando por los elementos más grandes, como cuadros enmarcados o grupos de libros voluminosos, para definir la estructura. A partir de ahí, sumar piezas más pequeñas, siempre con moderación para evitar la saturación visual.

La clave reside en la creatividad y la autenticidad. La mezcla de alturas y profundidades, la selección de objetos con valor personal y la atención al ritmo visual transforman cualquier estantería en un reflejo genuino de quienes la componen.
*Foto y Video: Belen Altieri.- IWoKFilms / Unsplash