
En las trayectorias deportivas, la exigencia constante no solo depende de las competencias o de los entrenamientos.
En muchos casos, la duda sobre el rendimiento propio aparece cuando nadie mira, en los vestuarios o durante la soledad posterior a un partido. Esa sensación de no estar a la altura marca etapas clave y define decisiones silenciosas en quienes dedican su vida al deporte.
Jorge Franchella, cardiólogo y deportólogo, señaló a Infobae que la raíz de este proceso está en la mente y el cuerpo: “Todo esto se basa en el manejo de la reflexión, el estrés, la atención, la ansiedad y la recuperación”. Consideró que “hoy en día el sueño tiene mucha importancia a todas las edades” y que “la nutrición también puede estar vinculada”.
El eco de la autoexigencia recorre la historia de Lionel Messi, por ejemplo. Tiempo atrás, entre flashes y el bullicio de una Copa América, el capitán argentino dejó escapar una autocrítica demoledora: “Siempre fui muy autocrítico. Creo que soy el primero que sé cuando hago las cosas bien o las hago mal. Muchas veces me puteo por cómo perdí una pelota, me digo de todo”.
Ricardo Rubinstein, médico psicoanalista, analizó con Infobae el momento en que ese sentimiento se presenta. Identificó el primer quiebre: “La sensación de insuficiencia, si es en un momento formativo, puede hacer que alguien decida abandonar la práctica de ese deporte o, en otros casos, esto puede estimular, mejorar sus capacidades y trabajar para lograrlo”.

“Eso de querer ganar siempre no se me va a ir nunca. Soy así, nací así, es muy difícil que eso se me vaya”, reconoció el 10 en una entrevista a Clank!
Frente a la insatisfacción, Rubinstein marcó la agenda del equilibrio: “No todo está jugado en la vida deportiva, sino también el poder realizar otras actividades familiares, con amigos, actividades de tipo cultural, donde la persona sea más completa en todas sus fases y no solo esté centrada en lo que pasó ese día con ese partido”.
Franchella amplía: “Hay que mirar la preparticipación, todo el tema de la ansiedad previa y también ver cómo sale el deportista de una situación, sobre todo si el éxito no se cumplió, pero también cuando el éxito ocurre. Es importante que puedan valorar ese logro, entender que ‘es una situación transitoria’”. En su opinión, para tener salud mental y física en el alto rendimiento, “hay que apuntar a un equilibrio, un estándar, un promedio”.

El relato adquiere otro matiz en la voz de Novak Djokovic. Un sillón y una voz templada atraviesan años y geografías: Gran parte de eso proviene de un ‘buen lugar’: un propósito, inspiración, amor por el deporte y la pasión de hacer felices a las personas que lo ven jugar.
La confesión adquiere densidad en las palabras del serbio en una entrevista reciente con Jay Shetty: “Identifico una segunda fuente de motivación para mi continua búsqueda de la grandeza en mi ‘sensación de no ser suficiente’ y a mi relación, en particular con mi padre, y a no ser, no hacer, lo suficiente, no ser lo suficientemente bueno. Me conmueve eso porque todavía lo llevo muy dentro y es como una batalla que también enfrento a menudo”.
Djokovic repasó episodios truncados por la economía familiar y la exigencia paterna: “Uno de los momentos más impactantes de mi crianza y mi infancia fue cuando él (mi padre) trajo 10 marcos alemanes y dijo: ‘Esto es todo lo que tenemos para nuestra familia de cinco’”. El propio tenista reconstruyó el mandato: “Pensé: bueno, ahora tengo que tomar las riendas de mi cuerpo de 12 años como pueda: no tener éxito no es una opción”.
Frente a la pregunta de cómo convive con ese vacío, Djokovic expuso la dualidad: “No me veo plenamente satisfecho porque tengo esa parte de mí que dice: ‘Creo que aún puedo hacer más’. Pero la otra parte de mí piensa: ‘Claro que soy plenamente feliz y orgulloso, y en cierto modo no puedo esperar a reflexionar sobre todo un día’, pero mientras siga en activo, no tengo tiempo”.
Rubinstein observó otro costado del conflicto: “Muchos de los deportistas de alta competencia consideran fundamental el acople, el apoyo, la contención y la tranquilidad que les da la familia, justamente acompañándolos en las buenas y en las malas, sosteniéndolos en los momentos de flaqueza, dándoles consejos, cuidándolos”.
Pero la balanza se inclina cuando la presión externa anula el soporte: “La presión de la familia, madre, padre, hermanos, se cuelgan de la vida del deportista y generalmente le resultan una carga y una mochila pesadísima o inclusive tiene muchísimo que ver con el fracaso en el desarrollo de una carrera deportiva”.
El especialista otorgó una pista para desactivar la carga: “Es fundamental poder trabajarlo con el deportista y también muchas veces con los jóvenes, con la madre, el padre o con toda la familia, para poder liberarlos de estas presiones que son absolutamente nocivas”.
Franchella observó: “La presión de la familia es fundamental. Si la familia lo acompaña, lo motiva, le da el espacio para practicar, es positivo y refuerza autoestima. Si se apoyan solo en resultados, la valoración es frágil y depende de los logros deportivos. La expectativa de los padres muchas veces es desproporcionada y genera un agobio. Al chico le pesa ser suficiente ante esa imagen de referencia que tiene en la familia”.
El eco de esa estrategia aparece también en las palabras de Naomi Osaka. Luego de atravesar lesiones y una larga pausa, la campeona de cuatro Grand Slam reconoció, según Los Angeles Times: “Tengo mucho respeto por todos los jugadores del circuito, pero en el punto de mi vida en el que estoy ahora, si no estoy por encima de cierto ranking, no me veo jugando por un tiempo. Preferiría pasar tiempo con mi hija si no estoy donde creo que debería estar y donde siento que puedo estar”.
La japonesa confesó: “Creo que 2024 me humilló, pero también siento que crecí mucho... trabajé mucho más duro de lo que jamás había trabajado antes. Así que en eso, supongo que fue muy doloroso no obtener los resultados que quería, pero siento que estoy creciendo y aprendiendo”.
“En otros casos, deportistas que trabajan y ven que tienen un techo, pueden seguir utilizando ese rendimiento y aceptando su nivel. No ya su insuficiencia, sino un nivel menor, adecuándose a que esto tenga un tiempo de continuidad limitado”, explicó Rubinstein.
“El fracaso, el temor a no lograrlo, afecta el rendimiento más de lo que se dice. Por eso las herramientas de autocuidado y el acompañamiento psicológico son tan importantes como la preparación física”, concluye Franchella.