
El Santo Padre habló invitado en el 80° aniversario de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cuya sede está en la ciudad de Roma. Este importante órgano de las Naciones Unidas fue creado para alcanzar la seguridad alimentaria de todos los habitantes de la tierra y garantizar que las personas, por su sola condición de tales, tengan acceso regular a alimentos en cantidad y calidad suficientes.
La triste realidad al cabo de 80 años
La realidad es que en el mundo actual “seiscientos setenta y tres millones (673.000.000) de personas se van a la cama sin comer. Otros dos mil trescientos millones (2.300.000.000) no pueden permitirse una alimentación adecuada desde el punto de vista nutricional”, dijo el papa León XIV. Y agregó: “Son cifras que no podemos reputar como meras estadísticas: detrás de cada uno de esos números hay una vida truncada, una comunidad vulnerable; hay madres que no pueden alimentar a sus hijos. Son infinitos los niños que sufren la malnutrición, con las consecuentes enfermedades y el retraso en el crecimiento motor y cognitivo”.
Paradojas ultrajantes
“Excelencias”, dijo el papa León XIV en el párrafo 5 de su discurso, “hoy en día asistimos a paradojas ultrajantes. ¿Cómo podemos seguir tolerando que se desperdicien ingentes toneladas de alimentos mientras muchedumbres de personas se afanan por encontrar en la basura algo que llevarse a la boca? ¿Cómo explicar las desigualdades que permiten a unos pocos tenerlo todo y a muchos no tener nada? ¿Por qué no se detienen inmediatamente las guerras que destruyen los campos antes que las ciudades, llegando incluso a escenas indignas de la condición humana, en las que la vida de las personas, y en particular la de los niños, en vez de ser cuidada, se desvanece mientras buscan comida con la piel pegada a los huesos?”
Economía sin alma y la relación del hombre actual con Dios
El Santo Padre analiza después las causas y denuncia “una economía sin alma, un cuestionable modelo de desarrollo y un sistema de distribución de recursos injusto e insostenible (…) que, durante muchos años, ha conducido a un fracaso colectivo, un extravío ético, una culpa histórica”.
Agreguemos que todos aceptan las crecientes desigualdades y los bolsones de pobreza extrema: 1.300 millones de habitantes viven en esa condición y aumenta exponencialmente el desempleo a causa de los ajustes económicos impuestos por el FMI y el Banco Mundial, lo que también es una consecuencia negativa de los importantes avances tecnológicos (agreg. por este cronista). Una economía como la define el Santo Padre, “sin alma”, es decir, sin amor por los otros, ni por la tierra, ni por Dios.
El agravamiento de esta realidad del hambre ya había sido advertido públicamente hace algunos años por el profesor Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, quien en varias obras explica los errores de muchos economistas que siguen las recetas de los centros financieros antes nombrados, de los cuales fue director. La gran brecha es una recopilación de sus trabajos y el último, El camino de la libertad, Ed. Taurus, agosto de 2025, subtitulado La economía y la buena sociedad, explica estas consecuencias aberrantes y refuta la concepción neoliberal de la libertad.
La experiencia demuestra que, sin partir de la concepción del ser humano como ser en relación con el otro, con la naturaleza y con Dios, no habrá nunca un poder político y económico que sirva al pueblo sino al contrario. Sin una debida antropología no hay ética y, sin ética política en general ni que guíe la política económica en particular, se podrá servir a otros intereses particulares o de grupo. Esto ha sucedido muchas veces en nuestro país y no solo durante las dictaduras militares, también durante dictaduras surgidas de gobiernos ungidos mediante los mecanismos electorales.
Las guerras y la resolución 2417 del Consejo de Seguridad de la ONU
Otro de los temas que abordó el Santo Padre y que merece destacarse fue el uso del hambre como táctica de guerra, que en los últimos años empujó a 300 millones de personas a una crisis alimentaria extrema y a hambrunas en distintos lugares del mundo. Algunos de estos lugares, como la Franja de Gaza y Sudán, continúan en esa situación.
En este último epicentro, mediante el uso del hambre como arma de guerra, hay una población de 25 millones de habitantes condenada a subsistir de la ayuda humanitaria y 8 millones a sufrir hambruna, es decir, la total privación de alimentos, agua potable y medicinas. Más de 3 millones son menores que sufren desnutrición aguda (ver informes de la IPC, Clasificación Integrada de Fases de la Seguridad Alimentaria).
Dijo el papa León XIV a los asambleístas de la FAO el miércoles pasado:
“4. Los escenarios de los conflictos actuales han hecho resurgir el uso de los alimentos como arma de guerra, contradiciendo todo el trabajo de sensibilización llevado adelante por la FAO durante estas ocho décadas. Cada vez parece alejarse más ese consenso expresado por los Estados que considera la inanición deliberada un crimen de guerra, como también el impedir intencionadamente el acceso a los alimentos a comunidades o pueblos enteros. El derecho internacional humanitario prohíbe sin excepción atacar a civiles y bienes esenciales para la supervivencia. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas condenó unánimemente esta práctica, reconociendo la conexión entre conflictos armados e inseguridad alimentaria, y estigmatizando el uso del hambre infligido a civiles como método de guerra”.
La resolución 2417 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas prohibió el uso de los alimentos como armas de guerra. No obstante, como queda expuesto, este “crimen de guerra”, declarado como tal por el Consejo y la Asamblea de la ONU, es burlado con impunidad por los gobiernos que poseen un poder militar y económico hegemónico, ante la mirada indiferente de gran parte de la dirigencia de las naciones libres del mundo. Aquellos reciben el respaldo de otras potencias integrantes de ese Consejo y de otros dirigentes menores. Dirigencia que ante las desgracias del mundo y de su propio país, responde: “¿y qué quiere que haga?”
El “multilateralismo” para el “bien común” y las pretensiones autocráticas en un mundo multipolar
El papa León XIV, en su discurso ante la FAO, prosiguió la línea tradicional del Vaticano sobre la multilateralidad en materia geopolítica, postura sostenida con claridad y vigor frente a los grandes dramas que atraviesa el mundo como el hambre, la pobreza y las guerras. Estas cuestiones ponen en evidencia la debilidad de los organismos internacionales creados a tal efecto. Ya lo había expresado el papa Francisco, el 3 de marzo de 2025, en un mensaje dirigido a la Academia Pontificia, desde el Sanatorio Gemelli, Roma, durante su última enfermedad: “ante una crisis compleja y planetaria (y al mismo tiempo) ante una progresiva irrelevancia de los organismos internacionales (…) minados por actitudes miopes, preocupadas por proteger intereses particulares y nacionales (…) es necesario luchar con determinación por organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común global, la erradicación del hambre y la miseria, y la defensa cierta de los derechos humanos fundamentales, a través de un multilateralismo que no dependa de las cambiantes circunstancias políticas o de los intereses de unos pocos y que tenga una eficacia estable”.
El papa León, en ocasión de la “Fiesta del Papa” y la Asamblea General de las Universidades Católicas, celebrada en la Ciudad de México, por medio del arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario vaticano para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, se pronunció en idéntico sentido. Dijo que “el papa León cree profundamente en el multilateralismo, no en una burocracia abstracta”. Su llamado es a una diplomacia viva, capaz de involucrarse en las heridas de los desplazados, en los ojos cansados de los migrantes, en las manos de los explotados, donde la política puede redescubrir su rostro más auténtico. No como un ejercicio de poder, sino como un acto de justicia. Es allí donde, a través de las grietas del mundo, se vislumbra el rostro de Cristo”. (Vatican News, Edoardo Giribaldi – Ciudad del Vaticano).
Volviendo a su mensaje del 16 de este mes ante la FAO, expresó:
“7. Excelencias, conociendo la proyección de este foro internacional, permítanme subrayar sin ambages la importancia del multilateralismo frente a nocivas tentaciones que procuran erigirse como autocráticas en un mundo multipolar y cada vez más interconectado. Esto hace más necesario que nunca repensar con audacia las modalidades de la cooperación internacional”.
Todos contra el hambre, pero primero la mujer
Expresó casi al finalizar su exposición el Papa peruano-norteamericano que “las mujeres son las primeras en velar por el pan que falta, en sembrar esperanza en los surcos de la tierra, en amasar el futuro con las manos encallecidas por el esfuerzo. En cada rincón del mundo, la mujer es silenciosa arquitecta de la supervivencia, custodia metódica de la creación. Reconocer y valorar su papel no es solo cuestión de justicia, es garantía de una alimentación más humana y más duradera”. Finalmente exhortó a todos a caminar juntos en la lucha contra el hambre, comprometiéndose a acompañar a la FAO “a medida que prosigáis vuestros esfuerzos”, así como a la Santa Sede y a las instituciones de la Iglesia a salir y servir a los más pobres y desfavorecidos de todo el mundo.