
Hace unos días China prometió libres visados, más comercio y 9,2 mil millones de dólares para América Latina. Colombia se sumó con gran entusiasmo a la Nueva Ruta de la Seda, sin embargo, existen fundados temores sobre lo que China podría traer para la región.
China ha aumentado su poder y presencia en Latinoamérica, pero no todo lo que brilla es oro. Proyectos a medias y de mala calidad, explotación laboral, trampas de deuda y daños ambientales devastadores forman parte del expediente oscuro de Beijing.
En 2014, China Railway Construction Corporation ganó la licitación del “tren bala”, un proyecto multimillonario que, después de 11 años, sigue siendo letra muerta. La falta de transparencia fue uno de los principales obstáculos en esta obra ferroviaria que prometía revolucionar el transporte en México.
La central hidroeléctrica Chicoasén II es otro ejemplo de inversiones comunistas fuertemente criticadas por presuntos abusos a los derechos laborales. Jornadas de doce horas, equipo de protección insuficiente, control sobre los sindicatos y falta de pago de horas extras se encuentran entre las principales reivindicaciones de los trabajadores mexicanos.
China ha sido cuestionada por organizaciones internacionales por prácticas similares a la esclavitud moderna, tanto dentro como fuera de sus fronteras. Según organizaciones internacionales como End Slavery Now, la represión y los abusos contra los derechos humanos representan un gran desafío.

En China, minorías étnicas y religiosas (cristianos, musulmanes y otros) realizan trabajos forzados en nombre de la “reeducación”. Así es como la nación comunista compite con precios más bajos contra los productos estadounidenses.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ha criticado el llamado capitalismo salvaje y las injusticias sociales. Sin embargo, Brasil y China ahora están siendo cuestionados por negocios similares a la esclavitud moderna en una fábrica de automóviles.
El ferrocarril interoceánico. El megaproyecto de 10 mil millones de dólares buscaba conectar la costa atlántica con la costa pacífica entre Brasil y Perú. El proyecto, que lleva años en espera, tiene un alto costo geopolítico, ambiental y social para la región.

El país, gobernado por la dictadura de Daniel Ortega y su esposa, ha devastado recursos naturales, contaminado ríos, destruido bosques, invadido comunidades indígenas y extinguido ricos ecosistemas.
China lo arrasa todo y ninguna autoridad local está autorizada a inspeccionar, interferir ni sancionar a las empresas comunistas del país. Son intocables. En 2024, el sector minero generó 1.391 millones de dólares para la dictadura nicaragüense.
En 2021, se sospechó que un sistema de drenaje deteriorado fue la causa principal de una inundación en Matthews Ridge, Guyana. Las autoridades locales informaron que el embalse, propiedad de la empresa china Guyana Manganese Inc (GMI), no modificó las tuberías de drenaje instaladas hace años.
China prometió 51.000 millones de dólares en inversiones en África durante un período de cuatro años en 50 países de la región. Su objetivo principal era apoderarse de los recursos mineros, en particular de materiales críticos como el cobre y el litio. Todo esto forma parte de su estrategia industrial y militar en el marco del llamado Plan 2049.
Zambia. Hace apenas unas semanas, China causó el mayor desastre ecológico en la historia de Zambia, al derramar 50 millones de litros de ácidos y desechos químicos en el río Kafue. Esto forma parte de su ambicioso proyecto de minería de cobre, liderado por Sino-Metals Leach Zambia.

Las inversiones en el sector energético y minero de Beijing también han sido nefastas en países como Zimbabue, Uganda y Sudán del Sur.
La lista de proyectos desastrosos y engañosos, a medio terminar o nunca iniciados por Beijing, es extensa y execrable, pero esto parece importarle muy poco a presidentes como Gustavo Petro. Desplazamiento de comunidades originarias, destrucción de fuentes de agua y extinción de ricos ecosistemas, son el saldo de la “prosperidad China”.
La Ruta de la Seda arriesga el presente y futuro de Colombia y América Latina que debería verse en el espejo de África. Afortunadamente las próximas elecciones en Colombia podrían ser el momento correcto para enmendar esta grave catástrofe. Ojalá así sea.
*El autor es periodista exiliado, ex embajador ante la OEA y exmiembro del Cuerpo de Paz de Noruega (FK). Es ex alumno del Seminario de Seguridad y Defensa del National Defense University y el curso de Liderazgo de Harvard.