Ciudadano venezolano fue asesinado en medio de una riña en Santander: tenía dos heridas con arma blanca

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El ciudadano extranjero falleció enEl ciudadano extranjero falleció en el mismo lugar donde fue atacado- crédito Policía Nacional

Un ciudadano extranjero de 27 años, identificado como Leonado José Muñoz Marrero, falleció tras una violenta pelea en el barrio El Edén, en la vereda Guatiguará de Piedecuesta, Santander.

El hecho se registró frente a la casa 46 hacia las 5:30 a. m. del lunes 3 de noviembre, cuando se produjo la captura inmediata del presunto agresor, Sneider Stiven Pérez Cárdenas, conocido como alias Churco.

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Al parecer, la confrontación entre Muñoz Marrero y Pérez Cárdenas comenzó dentro de una vivienda, donde ambos sostuvieron una acalorada discusión.

El motivo de la disputa estaría relacionado con el consumo de estupefacientes, una situación que, de acuerdo con la comunidad, no es ajena al sector.

La pelea escaló rápidamente: los insultos iniciales dieron paso a una agresión física que continuó en la vía pública. Durante la riña, uno de los involucrados sacó un cuchillo y atacó a Muñoz Marrero, causándole dos heridas graves, una en el tórax y otra debajo de la clavícula.

Las lesiones resultaron fatales y la víctima murió en el lugar antes de recibir atención médica.

Las autoridades llegaron al lugarLas autoridades llegaron al lugar de los hechos pocos minutos después de registrada la tragedia- crédito Colprensa

Los habitantes del barrio reaccionaron de inmediato y alertaron a las autoridades, lo que permitió que la Policía llegara rápidamente al sitio del suceso. Los uniformados procedieron a la captura de Pérez Cárdenas, señalado por la comunidad como responsable del homicidio.

De acuerdo con información policial, alias “Churco” es conocido en la zona por su presunta implicación en actividades relacionadas con el expendio y consumo de drogas. Además, registra antecedentes judiciales por delitos como receptación y tráfico de estupefacientes, lo que incrementa la preocupación de los residentes sobre la seguridad en el sector.

Y es que en los últimos meses en Colombia, la violencia desatada por riñas —es decir, confrontaciones rápidas y en ocasiones espontáneas entre personas— ha dejado cifras preocupantes que reflejan un problema de intolerancia social y falta de control efectivo. En la capital, Bogotá, por ejemplo, se registraron 242 homicidios en medio de riñas en lo que va de 2025.

El crimen se registró enEl crimen se registró en pleno casco urbano de Piedecuesta - crédito Alcaldia de Piedecuesta

Ese dato cobra especial relevancia cuando se observa que “cuatro de cada diez homicidios comienzan con una riña” en dicha ciudad: una discusión, un malentendido, un consumo de alcohol, todo puede desencadenar un efecto letal. Las autoridades locales han lanzado campañas como “Un segundo antes” para tratar de que la persona se detenga antes del golpe o del disparo.

A nivel más amplio, los informes de organismos nacionales también evidencian que las riñas forman parte de la causa de muchos homicidios. Según explicaron desde el Ministerio de Defensa en agosto de 2025, alrededor del 19% de los homicidios en Colombia se atribuyen a riñas, tras sicariato (61%) y antes de violencia intrafamiliar (6%).

Dicho de otro modo: casi uno de cada cinco homicidios se produce en un contexto de confrontación no necesariamente planificada.

En el primer semestre deEn el primer semestre de 2023 se documentaron más de 1,600 incidentes de peleas y riñas en conjuntos de apartamentos o edificios residenciales - crédito Colprensa

La magnitud del problema es tal que se conecta con otras dinámicas de violencia más estructuradas: aunque las grandes masacres y asesinatos de líderes tienen mayor visibilidad, las riñas cotidianas —en bares, fiestas, entre vecinos— se tornan letales. Según datos oficiales, las muertes violentas en general afectan mayoritariamente a hombres entre los 20 y 40 años, lo que coincide con quienes más se ven involucrados en estos episodios de confrontación callejera.

En consecuencia, las riñas no solo son “peleas” pasajeras sino detonantes de mortalidad que requieren intervención desde la prevención social —control del consumo de alcohol, mediación temprana, cultura de diálogo— y desde políticas de seguridad que reconozcan que el nivel de violencia no está dado únicamente por bandas criminales o grupos armados, sino también por dinámicas de intolerancia cotidiana que pueden escalar y costar vidas.

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