En Lima Norte, el nombre de Miguel Ángel Marín Morón, conocido como ‘Negro Marín’, se convirtió en sinónimo de miedo. Durante años, tejió una red criminal que combinaba asesinatos, extorsiones y empresas fachada, logrando controlar negocios de transporte, seguridad y entretenimiento. Su influencia se extendió incluso a contratos municipales y alianzas con otros líderes del crimen organizado.
Aunque desapareció de la atención pública por un tiempo, su poder permaneció intacto. Desde las sombras, coordinaba operaciones que mantenían paralizados distritos completos y dejaban víctimas en cada rincón de su territorio. La violencia y la intimidación fueron los pilares de su imperio criminal, que solo llegó a su fin tras la intervención de autoridades internacionales.
Miguel Ángel Marín inició su historial criminal en la década de 1990, cuando fue detenido por hurto y tráfico ilícito de drogas. Según el medio El Comercio, posteriormente, enfrentó cargos por secuestro y homicidio, acumulando condenas que lo llevaron a permanecer en prisión por varios años. Durante su estancia en los penales, estrechó lazos con Adam Smith Lucano Cotrina, alias ‘El Jorobado’, quien se convirtió en su principal aliado y mentor dentro del mundo del crimen organizado.
La operación fue resultado de semanas de coordinación entre la Policía Nacional del Perú y la División contra la Ciberdelincuencia de Madrid. (Composición: Infobae)Tras su liberación, Marín intentó emprender negocios legales, pero pronto regresó al crimen bajo la dirección de ‘El Jorobado’. Se convirtió en jefe de sicarios y coordinador de extorsiones, manejando redes que cobraban cupos a empresas de transporte, discotecas, obras y eventos, consolidando un poder que le permitió desafiar a otros líderes, como Erick Moreno Hernández, alias ‘El Monstruo’.
La rivalidad con ‘El Monstruo’ generó una serie de enfrentamientos que dejaron muertos y sembraron el terror en Lima Norte. Mensajes en video y amenazas públicas demostraban el alcance de esta disputa, donde Marín no solo enviaba advertencias sino también ejecutaba asesinatos selectivos contra quienes se resistían a pagar cupos.
Uno de los casos más notorios fue el asesinato de Ruthman Berríos Pajuelo, chofer de la empresa Naranjito. Su muerte, acompañada de una carta que anunciaba represalias, reflejó la metodología de intimidación utilizada por Marín y su organización. La guerra entre bandas se extendió a zonas como Collique y Belaunde, afectando a trabajadores, empresarios y ciudadanos comunes, quienes vivían bajo constante amenaza.
Caen ‘Los Sanguinarios de la Construcción’, la banda de ‘El Jorobado’ que se enquistó en las municipalidades y disputó el control a ‘El Monstruo’ | Composición InfobaePara consolidar su imperio, Marín estableció empresas fachada que legitimaban sus ingresos. Entre ellas destacó Ink D’Colors, utilizada para lavar dinero y obtener contratos municipales. Vehículos de la firma ingresaban a sedes municipales como la de Carabayllo, mientras que otros negocios asociados a la organización apoyaban campañas políticas locales.
Según investigaciones, Marín y ‘El Jorobado’ habrían respaldado a alcaldes en Ancón, Comas y Carabayllo, creando lo que la policía denominó “La trilogía” por su presunta vinculación con el crimen organizado. Estos nexos le permitieron garantizar contratos y mantener el control sobre servicios de logística, seguridad y eventos en los distritos donde operaba.
Con el incremento de la presión policial, Marín se trasladó a México y luego a España, donde operaba bajo su identidad real y coordinaba extorsiones a distancia. La colaboración internacional permitió que la Policía peruana, con apoyo de Interpol y autoridades españolas, rastreara sus movimientos hasta Madrid.
Su captura se concretó tras la identificación de direcciones y llamadas vinculadas a sus redes de sicarios y empresas fachada. A pesar de intentar mantenerse en las sombras, el arresto internacional evidenció la extensión de su imperio criminal y los métodos utilizados para controlar territorios, intimidar a rivales y establecer estructuras financieras que sostenían la operación de la mafia en Lima Norte.
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