Una madre cubana clama por la vida de su hija: “Por favor, que nos aprueben la visa humanitaria, ella necesita curarse”

hace 9 horas 2

Miami- Desde La Habana, una madre vive los días más difíciles de su vida. Su hija Valentina Méndez Oliva, de apenas seis años, enfrenta una dura batalla contra una leucemia linfoblástica que avanza sin piedad. Su única esperanza, dicen los médicos, está fuera de la isla. Desde Miami, familiares y amigos imploran a las autoridades de inmigración de Estados Unidos que reconsideren su caso y aprueben la visa humanitaria que podría salvarle la vida a la menor.

Diario Las Américas conversó en exclusiva con Janet Oliva, madre de Valentina, y con Claudia Pérez, una amiga de la familia que, desde este lado, ha movido cielo, mar y tierra para ayudar en este caso.

“Mi nombre es Claudia Pérez y estoy tratando de ayudar a Valentina Méndez Oliva. Ella es hija de una amiga de hace muchos años, conozco a su madre desde que teníamos quince años en Cuba. Estudiamos juntas y hemos mantenido la amistad por los años”, contó conmovida.

La pequeña Valentina fue diagnosticada con leucemia linfoblástica aguda tipo dos cuando tenía apenas dos años. “Ahora mismo tiene seis años y su leucemia ha empeorado, tiene una segunda recaída con infiltración en el sistema nervioso central, lo que está provocando que células malignas suban a su cerebro”, relató Pérez.

En Cuba, los médicos ya no pueden ofrecerle más opciones. “No hay tratamiento para ella. Todos los tratamientos que han intentado han sido infructuosos y en el hospital nos dijeron que no tienen ningún tratamiento disponible para poder ayudarla. Los sueros que le ponen no le están haciendo nada, lo único que hacen es afectarle las pocas células buenas que tiene en su organismo”, explicó con voz quebrada.

Una solicitud rechazada

Claudia cuenta que, en agosto del año pasado, presentó una solicitud de visa humanitaria para traer a Valentina a Miami, donde un hospital especializado aceptó tratar su caso. Sin embargo, la petición no fue aceptada.

“Recibí la notificación de que mi solicitud fue denegada porque supuestamente no hay evidencias suficientes de que Valentina necesité venir a EEUU para recibir el trasplante de médula ósea, que es lo que ella necesita para poder curarse. Ese tratamiento no lo hacen en Cuba y ningún otro tratamiento de últimos protocolos está disponible. Todos sabemos cómo funcionan las cosas allí”, lamentó.

Su voz se entrecorta al hablar del dolor y la tristeza que le embargan. “Yo me siento mal porque, a pesar de que he querido ayudarla en todo, no he podido. Su madre está devastada. Yo no soy mamá, pero me imagino que, como madre, para ella esto debe ser lo más difícil que pueda estar viviendo”.

La lucha de una madre

Desde Cuba, Janet Oliva narra el deterioro de su hija con dolor y resignación:

“Mi niña se encuentra en segunda recaída combinada, sistema nervioso central y medular. En agosto los médicos se reunieron con nosotros para explicarnos que la enfermedad estaba en progresión refractaria al tratamiento, en peligro para la vida”, explica.

“Los sueros que le estaban poniendo no le hacían efecto, solo le estaban matando las pocas células buenas que tenía. Por eso decidieron suspender el tratamiento y enviarla a casa”, agrega con voz casi apagada.

El 29 de septiembre, Valentina fue sometida a una nueva punción lumbar. “Estaba diciendo cosas incoherentes y los resultados fueron positivos: tiene infiltración en un 7.5%. Por eso le están haciendo punciones semanales e inyecciones intratecales, le extraen líquido y le pasan medicamentos de quimioterapia”, detalla la madre.

Pero en Cuba falta lo esencial. “El medicamento que ella necesita aquí no está disponible, se llama Blinatumomab. Por eso pido encarecidamente, por favor, que nos aprueben la visa para poder ponerle ese medicamento. Es el único que puede lograr que su médula llegue a remisión y así poder hacerle un trasplante y curarla. Por favor, les pido que se pongan la mano en el corazón y me den esa oportunidad, para que mi niñita se pueda curar”, suplica Janet.

Una esperanza desde Miami

En Miami, el abogado Miguel Inda Romero representa a la familia de manera gratuita. “La oficina está haciendo todo lo posible junto con el congresista Mario Díaz-Balart, quien ya ha sido contactado sobre el caso y seguimos esperando respuesta”, informó Claudia Pérez.

“Yo le pido a las autoridades que evalúen bien los casos, y sobre todo el de Valentina. Ella realmente lo necesita. No es que queremos que venga a vacacionar; tiene su carta de aceptación del Nicklaus Children’s Hospital de Miami con un doctor que aceptó su caso. Solo necesitamos la visa. Ella se quedará en mi casa. No estoy pidiendo otra cosa que no sea poder salvarle la vida”, concluyó con la voz casi apagada pero llena de esperanza.

Un llamado al corazón

Desde su casa en Cuba, entre jeringuillas, medicamentos y la mirada agotada de una mujer que ya no sabe cómo disimular el miedo, Valentina junto a su mamá sonríe a la cámara y me dice adiós. Su rostro redondito por los esteroides refleja una inocencia que no entiende de visas ni fronteras, mucho menos de sistemas políticos arbitrarios: que deciden quien puede vivir y quien no. Escucha a los adultos repetir palabras como “Miami”, “tratamiento”, “visa humanitaria”, y aunque no comprende su significado, percibe que en esas palabras se esconde algo inmenso: su esperanza de vivir.

Su historia no es un simple trámite migratorio. Es el grito desesperado de una madre que lucha contra el tiempo, de una familia que no se rinde, de una niña que, aun en medio del dolor, sigue soñando. Es también el reflejo de tantas voces silenciadas en una isla donde la enfermedad se convierte, muchas veces, en una sentencia.

“Ella necesita curarse. Por favor, que nos aprueben la visa”, suplica Janet, con la voz quebrada, tratando de contener las lágrimas que ya no puede esconder.

Cuando cuelga el teléfono, el silencio pesa. Del otro lado de la pantalla queda una madre abrazando a su hija, sin saber si mañana podrá seguir haciéndolo. Y yo, como reportero, solo puedo quedarme con una oración, con una promesa: que algún día podré esperarlas en el Aeropuerto Internacional de Miami, y escribir entonces las palabras más hermosas que puede tener una historia como esta: “Valentina llegó. Y va a vivir.”

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