Una “independencia” entre misivas

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Carta de José Antonio PáezCarta de José Antonio Páez

Se escucha que “la independencia de los países” no ha dejado de ser “una propensión” y tanto en el contexto económico, donde reina más bien “una interdependencia”, como en el político, con respecto al cual leemos que fue, es y sigue siendo “un deseo legado por “el iluminismo”, movimiento que librándonos del colonialismo conduciría a la “felicidad del hombre”.

Para la filosofía se “es independiente cuando no obtenemos para “ser tal”, la acción de otro” (un hombre o un Estado se denominan tales en la medida en que su vida o su conducta no dependan de la de otro hombre o Estado. “Un hecho es independiente de otro en la medida en que no esté en manos de aquel”. Y una proposición cualquiera es independiente de otra o de un sistema de proposiciones si no es deducible una de la otra (Giovanni Fornero, Diccionario de Filosofía, 2004).

La historia, como notoriamente propagado, revela que “el poder” (algunos le atribuyen, inclusive, “carácter originario), del cual todo depende, ya que es determinante, en la realidad, entre las relaciones de fuerza que tipifican a las clases sociales y al Estado. Al poder se le observa, también, en los diversos sectores de la sociedad, empezando por las relaciones cotidianas entre los propios ciudadanos. Se le percibe como un largo proceso siempre abierto y jamás concluido. A “la independencia” ha de conceptualizársele, por su parte, en el contexto humano de hoy, como “una consecuencia” de las luchas entre “políticos potentados, intelectuales, científicos y genios versus “el pobre” (necesitado, indigente, menesteroso, desprotegido, desamparado, y en algunos casos, miserable o pordiosero. También, a algo escaso o de poca calidad, insuficiente, falto, o humilde. A la independencia, en la política, se le asocia con “la soberanía”, pudiendo, por ende, calificársele como el aspecto exterior de aquella. Se acota, sin embargo, que la primera debería interpretarse, en el contexto real, como “relativa”, ya que postula un valor, igualmente, relativo y hasta teórico, pues en la realidad “la imposición imperialista y hegemonista de los Estados económica y militarmente fuertes someten a los demás a diversas formas de obediencia política (Borja, Enciclopedia, 1997).

Es en esta incuestionable realidad donde más se percibe a “la independencia y a la soberanía que aquella supone”, la perentoria necesidad de providencias formal y sustancialmente serias, bien estudiadas y aquilatadas, ruta a la seriedad que las mismas demandan. “No todos podemos ser jefes de Estado, senadores, diputados y jueces.” El destacado venezolano Marco Tulio Brunicelli (QEPD) nos dejó como frase lapidaria “Gobernar es cosa seria”, elogiada por Don Rómulo Betancourt, uno de nuestros líderes y presidente constitucional y democrático, convencido de que para gobernar, legislar y decidir conforme a la Ley conflictos intersubjetivos, además, de “gónadas masculinas”, es determinante preparación, capacidad de trabajo y honestidad. Todo lo opuesto caracteriza, con contadas excepciones, a las denominadas “democracias de papel” en el latino americanismo de hoy. Los regímenes que han de existir demandan serios esfuerzos, que no caben en simples “misivas” ni en sus equivalentes. Algunas enviadas por libertadores y sus colaboradores y otras por destacadas personalidades admiradoras de las gestas libertarias. Pero, lo que es más grave, de las manos de presuntos cooperadores y de aparente buena fe. En el fondo todo lo contrario, en la mayoría de los supuestos, “mala fe y hasta dolo”.

El profesor español, Luis Sánchez Agesta, estima que el poder es una energía que se proyecta con respecto a la vida social, dada la obediencia que le dispensamos y que responde a la persuasión, al temor o a la aceptación de una jerarquía superior. Hace, asimismo, referencia a “la organización de fuerza material, así como a “lo aspectos espirituales”, determinantes, tanto en “la vida social y en la conducta de otros hombres”, planteándose en atención a ello, inclusive, “una reorganización política de la humanidad”. El académico reitera que es “una energía” porque la voluntad de quien ejerce el poder es determinante en la conducta de otros, cuyo fundamento está en la capacidad de persuasión o de coacción de quien manda y en la racionalidad y las motivaciones psicológicas por las que se presta obediencia. “Finalmente el docente advierte que el poder es, también, benefactor en cuanto es un árbitro de posibles disputas y un garante de la paz.”

Es sabido que en 1492, Cristóbal Colón convencido de una ruta occidental hacia la India y China, terminó desembarcando en las Bahamas, iniciándose lo que terminó conociéndose como el Imperio español, equivocación del cual termina surgiendo “el latino americanismo”, liberado bastante tiempo después hacia una independencia, teóricamente, con substratum soberano. El venezolano Simón Bolívar fue el autor de la gesta independentista de un continente hoy todavía en procura de estabilidad política y prosperidad económica. Todo se ha hecho, pero poco ha sido fructífero. “La independencia y la soberanía en ella incita arrugada entre papeles calificados como constituciones a merced de quien los escriba directa o indirectamente.” A Suramérica se nos mira con desconfianza por parte de países consolidados. Se nos percibe en el tortuoso camino para convertirnos en democracias verdaderas, respetadas y con vocación social. Y con poca esperanza.

Será acaso que nos hayamos propuesto alcanzar tan elogiables, pero difíciles metas, a través de misivas como los enamorados de antaño. En el libro “José Antonio Páez, Fundador de la República”, del jurista y amigo Dr. Tomás Polanco, a cuyos hijos tuve la suerte de tenerlos como discípulos, hay evidencias del uso de misivas entre el Libertador y Páez, camino para que ejerciera la Presidencia de la ya entonces república.

Dios quiera que el lector comparta este parecer.

Y concuerde, como ya expresado, de que “librándonos del colonialismo encontraríamos la ruta dirigida a la “felicidad del hombre”.

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