
Un informe forense de Ohio, dirigido por la Wright State University, expuso que el 42% de los conductores fallecidos en accidentes de tránsito entre 2019 y 2024 tenía altos niveles de THC en sangre, de acuerdo con los datos presentados por el American College of Surgeons (ACS) en octubre de 2025. Estos resultados abastecen el debate sobre el consumo de cannabis y sus efectos en la seguridad vial, coincidencia que ocurre en un periodo marcado por la legalización creciente de la marihuana recreativa en diversos estados de Estados Unidos.
El estudio, difundido durante el Congreso Clínico 2025 del ACS celebrado en Chicago, analizó los exámenes toxicológicos de 246 conductores fallecidos en el condado de Montgomery, Ohio. El promedio de THC detectado en sangre superó los 30 nanogramos por mililitro (30,7 ng/mL), información que según los investigadores excede por gran margen lo permitido en la mayoría de las normativas estatales, donde los límites varían entre 2 y 5 ng/mL. En el caso de Ohio, la legalización del uso recreativo del cannabis rige desde 2023; sin embargo, la proporción de fallecidos con presencia de THC mantenía cifras similares tanto antes como después del cambio legislativo, según confirmaron los responsables del relevamiento.
Según el ACS, la publicación de estos resultados orienta las estrategias públicas de prevención, fiscalización y educación en salud y transporte, además de aproximar información verificable para futuras normativas y campañas informativas en toda la región.
El relevamiento encabezado por Akpofure P. Ekeh, profesor de cirugía en la Wright State University, consistió en el análisis retrospectivo de autopsias practicadas a 246 conductores fallecidos entre enero de 2019 y septiembre de 2024 en el condado de Montgomery. El 42% de estos exámenes toxicológicos confirmaron la presencia de THC (delta-9-tetrahidrocannabinol), el principal principio activo de la marihuana, según el documento oficial divulgado por el American College of Surgeons.
La media de THC en sangre fue de 30,7 ng/mL, lo que representa más de seis veces el límite legal vigente en Ohio y quince veces el permitido según otras regulaciones estatales independientes, muchas de las cuales adoptan estrategias de tolerancia cero.
Este patrón, de acuerdo con los investigadores del ACS, no experimentó fluctuaciones significativas una vez implementadas las nuevas leyes que permiten el consumo intervivos del cannabis con fines recreativos.

Según análisis que acompañan el informe de la Wright State University y las recomendaciones del American College of Surgeons, el THC afecta procesos decisivos para la seguridad en el tránsito, como el tiempo de reacción al volante, la coordinación motora, el procesamiento visual y la capacidad de juicio. El estudio subraya que incluso cantidades inferiores a los límites legales pueden afectar habilidades críticas de conducción, ampliando los riesgos de colisiones severas o fatales.
El Dr. Ekeh enfatizó en la presentación del ACS: “Un nivel promedio de 30,7 ng/mL generalmente denota consumo cercano al momento del accidente, lo que reduce considerablemente la capacidad del individuo frente a estímulos inesperados y situaciones de riesgo”. Estas alteraciones pueden durar varias horas incluso después de que la euforia percibida termine, según explica la literatura científica respaldada por entidades sanitarias estadounidenses y europeas.
Los especialistas señalan que, debido a los cambios en las técnicas de cultivo y producción, el contenido de THC en productos de cannabis se ha elevado sustancialmente durante la última década. Además, la proliferación de presentaciones como aceites concentrados o comestibles aumenta la dificultad para cuantificar con precisión el tiempo y el grado de intoxicación.
Al respecto, el ACS advierte que: “La potencia creciente de los productos de cannabis podría incrementar tanto la magnitud como la duración de las alteraciones en la conducción”.
La legislación respecto al THC varía considerablemente entre estados. En Ohio y Nevada, el límite legal se ubica en 2 ng/mL, en Colorado y Washington asciende a 5 ng/mL, mientras que varias jurisdicciones mantienen políticas de tolerancia cero, en las que cualquier concentración detectable puede derivar en cargos por conducción bajo influencia de estupefacientes o requerir pruebas adicionales de deterioro, detalla el informe del American College of Surgeons.
A diferencia del alcohol, la metabolización del THC presenta mayores desafíos para la fiscalización y el control policial. No sólo por la diferencia en los tiempos de permanencia de los metabolitos en sangre y orina, sino también porque los efectos subjetivos, el historial de consumo y la tolerancia individual tienden a variar intensamente entre usuarios.
En naciones como Canadá, existen lineamientos federales que establecen umbrales similares a los de algunos estados estadounidenses, aunque con diferenciación entre consumidores ocasionales y crónicos. En Europa, algunos países adoptan políticas de cero tolerancia, mientras otros no tienen normas específicas para cannabis, enfocando la fiscalización en pruebas de campo y exámenes toxicológicos de laboratorio.

El equipo de la Wright State University interpreta que los altos niveles de THC detectados reflejan un patrón consistente de consumo próximo a los siniestros. Según el doctor Ekeh, “el hecho de que los niveles se mantuvieran sin variaciones apreciables tras la legalización sugiere que el acceso legal no ha modificado sustancialmente los hábitos de consumo de quienes eligen manejar bajo los efectos del cannabis”.
La falta de oscilación estadística en las mediciones previas y posteriores al cambio normativo es uno de los puntos centrales, ya que proporciona base científicamente contrastable para el análisis de tendencias sociales en entornos de legalización progresiva.
De acuerdo con el American College of Surgeons, existen diferencias clave respecto al alcohol. A diferencia del etanol, cuyo deterioro en la conducción puede predecirse con mayor certeza por el nivel en sangre, el THC actúa con variantes metabólicas y tolerancias muy dependientes del patrón de uso y la biología individual.
El informe sostiene que, aunque las pruebas toxicológicas muestran la presencia de THC, esto no implica necesariamente un grado de deterioro idéntico para cada individuo, razón por la cual la comunidad médica y legal aún debate sobre los límites que deberían adoptarse universalmente.
La principal sugerencia propuesta por los autores del estudio —y refrendada por el American College of Surgeons— es impulsar estrategias educativas equivalentes a las adoptadas durante décadas para el alcohol, con mensajes directos y campañas en medios públicos. Las instituciones proponen reforzar políticas de comunicación masiva y fiscalización, que desalienten la conducción tras el consumo de cannabis, independientemente de la legalidad del producto.
Como enfatizó el Dr. Ekeh: “No basta con informar los límites legales: debe transmitirse el peligro real y tangible que supone conducir después de consumir marihuana”.
Los expertos también subrayan la necesidad de herramientas de control vial más precisas y capacitación continua para personal policial y médico forense en la detección de cannabis y otros estupefacientes emergentes.
La presentación pública del estudio en el congreso anual del American College of Surgeons refuerza la evidencia sobre los riesgos asociados al consumo reciente de cannabis y la conducción. El informe respalda la formulación de campañas institucionales y la elaboración de nuevas estrategias legales, que consideren tanto los límites científicos como los factores sociales y culturales en regiones donde la legalización continúa ganando terreno.
El estudio también sugiere la necesidad de promover investigaciones adicionales sobre los efectos combinados de sustancias —como alcohol y cannabis simultáneamente—, que según la literatura internacional pueden incrementar los riesgos más allá de la suma individual de cada droga.
En el corto plazo, las autoridades sanitarias de Ohio y la Wright State University manifestaron en su comunicado que planean continuar monitoreando la evolución de los casos y actualizar los reportes públicos, mientras organizaciones nacionales debaten sobre criterios estándar para la prevención de muertes viales asociadas a intoxicación por drogas.

La prevalencia estable y elevada de THC en conductores fallecidos tiene consecuencias directas sobre la seguridad pública, la carga asistencial y los costos del sistema de salud. Según datos del American College of Surgeons, cada siniestro mortal genera efectos en múltiples niveles: desde la presión sobre los hospitales y servicios de emergencia, hasta los impactos económicos y sociales para las familias y comunidades involucradas.
El desafío para los próximos años es articular respuestas coordinadas que integren conocimiento científico, educación ciudadana y ajuste regulatorio. Las cifras difundidas por la Wright State University y el ACS funcionarán como insumo principal para diseñar nuevas políticas y evaluar la real dimensión del fenómeno.