
Un ataque masivo de abejas, presuntamente africanizadas, provocó la muerte de tres caballos cuarto de milla el pasado jueves 9 de mayo en una zona rural del condado de Comanche, en Texas. El incidente ocurrió en la propiedad de Baillie Hillman y su pareja James Ramírez, quienes criaban y entrenaban caballos de rodeo. Pese a la rápida intervención de los servicios de emergencia, veterinarios y vecinos, los animales no sobrevivieron.
Todo comenzó a primeras horas de la mañana, cuando Hillman soltó a los caballos —Clovis, Ace y Pepper— para que pastaran en el césped crecido del frente de su casa. Minutos después, los animales permanecían inmóviles, con la cabeza gacha y rodeados por lo que parecía una nube de moscas. Al acercarse, la propietaria descubrió que en realidad se trataba de un enjambre de abejas que ya estaba atacando violentamente a los equinos.
“Cuando salió se dio cuenta de que no eran moscas, sino abejas”, explicó Shane Stalnacker, oficial administrativo del Departamento de Bomberos Voluntarios de Comanche, citado por USA TODAY. En cuestión de minutos, Hillman y Ramírez, bomberos de dos condados, técnicos en emergencias médicas y un veterinario intentaron contener el ataque. No lo lograron.

El enjambre no cedía. Hillman fue atacada apenas puso un pie fuera de su casa. “Me atacaron en cuanto salí. Estaban en mis oídos, en mis lentes, en mi cabello”, relató. Logró volver a entrar, llamó a Ramírez y luego al 911. El equipo de bomberos de Comanche llegó con refuerzos del Departamento de Bomberos Voluntarios de Guthrie, quienes usaban trajes especiales y un recurso inesperado: jabón líquido Dawn.
Stalnacker, según el mismo medio, ordenó mezclar el jabón con el agua del tanque del camión de bomberos. La mezcla se roció sobre los caballos y el área afectada para inmovilizar a las abejas, impidiéndoles volar. “Los bomberos de Comanche y Ramírez se pusieron los trajes y procedieron a eliminar las abejas que quedaban sobre los caballos”, afirmó Stalnacker.
Aunque lograron alejar a los caballos del epicentro del ataque, el daño era irreversible. Los animales habían recibido decenas de miles de picaduras. “Sus cuerpos estaban cubiertos de ronchas”, describió Hillman. Veterinarios llegaron al lugar y brindaron asistencia, pero la cantidad de toxinas acumuladas en los cuerpos de los equinos era letal.

Clovis, de nueve años y caballo de lazo en equipo, murió en el patio trasero pocas horas después del ataque. “Su cabeza se hinchó y creemos que murió de una convulsión”, explicó Hillman. Ace, de seis años, utilizado para lazo de becerros, fue trasladado a la clínica veterinaria. Los profesionales trabajaron durante 45 minutos para estabilizarlo, pero las convulsiones fueron constantes y terminó siendo sacrificado.
Pepper, de cinco años, era el caballo de barriles en formación de Hillman. Sufrió una hinchazón extrema en la garganta. El veterinario le practicó una traqueotomía para que pudiera respirar, pero al día siguiente también comenzó a convulsionar y murió. “Solo espero que esta historia sirva para que la gente tome conciencia”, dijo Hillman. “Uno escucha que las abejas africanizadas están por aquí, pero no entiende lo que significa eso. Si pudieron matar a tres caballos, ¿qué podrían hacerle a un niño o a una persona mayor que no puede correr?”.

Una vez despejada la zona, los bomberos y vecinos descubrieron una enorme colmena en un árbol ubicado justo en el límite de la propiedad de Hillman. El árbol fue talado al día siguiente. “La colmena medía aproximadamente siete pies de largo. Había millones de abejas ahí”, reveló Stalnacker. El área, que no había sido cortada en primavera para permitir que los caballos pastaran, ocultaba el peligro.
Los vecinos, que sí habían cortado su césped esa misma mañana, podrían haber sido el detonante. “Las abejas están bastante inactivas en las mañanas frescas, pero cuando la temperatura comenzó a subir se activaron, se alteraron, y encontraron a los caballos”, agregó el oficial del cuerpo de bomberos.
Un apicultor consultado por la pareja sospechó que se trataba de una colmena original de abejas comunes que había sido usurpada por abejas africanizadas. Esta práctica, conocida como usurpación, es común en estas especies, que matan a la reina residente y toman control del enjambre.

Las abejas africanizadas —una cruza entre abejas locales y abejas africanas— llegaron al continente americano en 1956. Según el National Invasive Species Information Center del Departamento de Agricultura de EEUU (USDA), fueron introducidas por un apicultor brasileño que liberó accidentalmente 26 reinas tanzanas y sus enjambres en un experimento para aumentar la producción de miel.
A diferencia de las abejas comunes, las africanizadas son más agresivas y tienen mayor propensión a atacar en grupo. Su expansión ha sido rápida: desde Brasil llegaron a Centroamérica y, en los años 90, comenzaron a detectarse en Arizona, California, Nevada, Nuevo México y Texas.
“No se ha confirmado aún que fueran africanizadas, pero todos dicen que no podría haber sido otra cosa dada la cantidad y su agresividad extrema. No se rendían”, comentó Hillman al medio norteamericano. Stalnacker también recordó otro incidente reciente: “El año pasado, un hombre removía árboles huecos y fue atacado. Lo subieron a una camioneta y huyeron por media milla hasta que las abejas dejaron de seguirlo”.
Los cuerpos de Clovis, Ace y Pepper fueron enterrados en la propiedad. Para Hillman y Ramírez, el trauma no solo es económico sino profundamente emocional. “Nunca me había picado una abeja antes de esto”, concluyó Hillman. Ahora, en Comanche, la amenaza de estos insectos ya no es una posibilidad lejana, sino una realidad dolorosa y mortal.