
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha impuesto aranceles elevados a México y Canadá, desatando lo que podría convertirse en la guerra comercial más severa desde la década de 1930. Según The Wall Street Journal, las nuevas tarifas han generado preocupación entre economistas, quienes advierten sobre el riesgo de estanflación, con un crecimiento económico estancado y una inflación en aumento.
El anuncio de los aranceles coincidió con el discurso de Trump ante el Congreso el martes, en el que afirmó que “el impulso de Estados Unidos ha vuelto”. A pesar de los intentos de sus asesores por mitigar los efectos de la medida, la administración solo ha concedido un plazo de 30 días para la aplicación de aranceles a la industria automotriz y una prórroga hasta el 2 de abril para ciertos bienes mexicanos y canadienses.
Economistas advierten que, si las tarifas se mantienen, Canadá y México podrían entrar en recesión debido a la pérdida de acceso al mercado estadounidense. En EE.UU., el impacto sería menor debido al tamaño de su economía, pero igualmente negativo. Empresas y consumidores sufrirían por el aumento de costos y la reducción de productos disponibles. Según Goldman Sachs, los consumidores estadounidenses asumirían el 70% del costo de los aranceles, lo que supondría un gasto adicional de 260.000 millones de dólares anuales.
El sector automotriz será uno de los más afectados. Anderson Economic Group estima que los aranceles elevarán el precio de los vehículos producidos en Norteamérica entre 4.000 y 10.000 dólares, lo que reducirá la demanda y la disponibilidad de ciertos modelos.
Mientras algunos sectores industriales estadounidenses se benefician—como el acero, cuyo precio ha aumentado un 30% desde enero—los analistas advierten que las pérdidas para los consumidores superarán las ganancias para los productores.
Trump ha justificado los aranceles como una medida para combatir el tráfico de fentanilo y la migración ilegal. No obstante, pese a que México ha extraditado 29 líderes del narcotráfico y los cruces ilegales han disminuido drásticamente, el presidente ha seguido adelante con su política arancelaria.
Sus declaraciones sugieren un objetivo más amplio: trasladar la producción industrial de Canadá y México a EE.UU. “Lo que tienen que hacer es construir sus fábricas aquí, en cuyo caso no habrá aranceles”, afirmó.
En Canadá, las medidas han generado indignación. El primer ministro saliente, Justin Trudeau, acusó a Trump de buscar “el colapso total de la economía canadiense” para facilitar una eventual anexión del país a EE.UU. La creciente hostilidad ha fortalecido el nacionalismo canadiense y convertido las próximas elecciones en un debate sobre quién puede enfrentarse mejor a Trump.
México también se prepara para un posible cambio en su relación con EE.UU. Jorge Guajardo, exembajador de México en China, advirtió que si el libre comercio desaparece, el país podría volver a una postura de “total desconfianza” hacia su vecino del norte, lo que afectaría la cooperación en seguridad, inmigración y otros asuntos bilaterales.
Si México y Canadá concluyen que los aranceles no son una táctica de negociación sino el objetivo final de Trump, podrían cambiar su estrategia de intentar complacer a Washington a prepararse para un vecino más impredecible y hostil.