
Cada 25 de mayo, la Argentina recuerda el inicio del proceso que conduciría a su independencia. La Revolución de Mayo de 1810 marcó la ruptura con las autoridades coloniales y el surgimiento de un nuevo orden político en el Río de la Plata. Aquella jornada, atravesada por tensiones, debates y movilización popular, dejó una huella profunda no solo en los documentos de época, sino también en los espacios físicos donde se desarrollaron los hechos.
Algunos de esos sitios fueron protagonistas directos de la jornada revolucionaria; otros, surgidos con el tiempo, se vinculan a los ideales de libertad y soberanía que esa fecha simboliza. Desde edificios históricos hasta monumentos conmemorativos, distintos puntos del país condensan la memoria de ese impulso emancipador.

Sede de la autoridad colonial en Buenos Aires, el Cabildo ocupó un lugar central en los sucesos del 25 de mayo de 1810. Durante esa jornada, sus salas fueron testigos del debate entre los representantes criollos y las autoridades virreinales, en un contexto de creciente presión social.
Desde los balcones, se oyeron las demandas de un pueblo movilizado que reclamaba la destitución del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. La conformación de la Primera Junta marcó el inicio de una nueva etapa política, y selló el vínculo entre este edificio y los ideales de participación ciudadana y autogobierno que definieron el inicio del proceso de independencia.
El espacio que hoy conocemos como Plaza de Mayo funcionó como escenario abierto del conflicto político que desembocó en la Revolución de Mayo. Mientras en el interior del Cabildo se discutía el destino institucional del Virreinato del Río de la Plata, en la plaza se concentraban vecinos, milicianos y comerciantes, en una demostración de presión popular inédita.
Fue el corazón administrativo y religioso, pero en esa fecha se resignificó como símbolo de movilización y compromiso cívico. A partir de ese momento, se convirtió en un lugar de encuentro ineludible para los acontecimientos políticos más trascendentes del país.

La casa donde se declaró la independencia el 9 de julio de 1816 representa un hito clave en la historia argentina. Aunque su momento protagónico ocurrió seis años después del cabildo abierto, guarda una relación directa con aquel primer paso hacia la ruptura con España.
Allí, los representantes del Congreso de las Provincias Unidas rubricaron formalmente la voluntad de constituirse como una nación libre. El edificio, hoy museo nacional, conserva el salón original donde se firmó el acta, y se erige como emblema de soberanía y afirmación de una identidad política propia.

Ubicado a orillas del Paraná, este monumento recuerda el gesto fundacional de Manuel Belgrano, quien en 1812 enarboló por primera vez la bandera nacional. Dos años después de la Revolución de Mayo, comparte el mismo horizonte de emancipación e identidad.
La creación de un símbolo propio como la bandera fue una manifestación concreta del proceso iniciado en 1810: dejar atrás los emblemas del poder colonial y proyectar una nueva pertenencia colectiva. El conjunto escultórico, inaugurado en 1957, es uno de los sitios patrios más relevantes del país.

Este monumento, inaugurado en el año 2010, conmemora la resistencia armada de las tropas argentinas frente a la avanzada anglo-francesa de 1845, cuando una escuadra intentó controlar la navegación de los ríos interiores sin consentimiento del gobierno de Buenos Aires. El episodio ocurrió más de tres décadas después del 25 de mayo, pero expresa la misma voluntad de autonomía.
En la Vuelta de Obligado, las fuerzas criollas, en inferioridad de condiciones, extendieron cadenas sobre el río Paraná y enfrentaron el poderío extranjero. Debido a esto, el monumento muestra una enorme estructura compuesta de cadenas al lado de una figura de Juan Manuel de Rosas, quien lideró la defensa. El sitio remite a la idea de que la independencia no solo se declara, sino que se defiende activamente frente a toda forma de intervención.

El monumento emplazado en el Cerro de la Gloria rinde homenaje al Ejército de los Andes, fuerza militar que protagonizó una de las campañas más decisivas de la emancipación sudamericana. Liderado por José de San Martín, el cruce de la cordillera fue un acto de audacia estratégica que permitió liberar Chile y proyectar la independencia al Perú.
Inaugurado en 1914, el conjunto escultórico, obra del uruguayo Juan Manuel Ferrari, representa escenas de la preparación bélica, la movilización popular y el liderazgo sanmartiniano. Es una expresión monumental del esfuerzo colectivo que siguió alimentando el espíritu de liberación.

Ubicado en el cerro Santa Bárbara, este monumento honra a quienes combatieron en el norte argentino durante las guerras por la independencia. En particular, destaca el rol de los pueblos originarios y los gauchos, protagonistas anónimos de numerosas acciones militares.
La obra, inaugurada en 1950, tiene como figura central a un indígena de gran escala que representa el fervor revolucionario que se extendió por todo el territorio años tras el 25 de mayo. Su emplazamiento en Humahuaca recuerda que la independencia fue una gesta profundamente federal y popular, con múltiples escenarios de resistencia.