“Ruth”: una vieja sensacional que está de vuelta de todo y no quiere perderse nadaMe encantó. Me reí. Me emocioné. Me divertí. Me ví en el espejo. Y aunque me faltan muchos años para llegar a los 82 de la protagonista, Ruth (Seix Barral, 2024) logra que el lector se ponga de su lado enseguida, sin importar la edad, y la acompañe a lo largo de sus locuras y ocurrencias, que son muchas y variadas.
La composición original y lúcida de este enorme personaje de ficción es, sin duda, el gran mérito de la escritora Adriana Riva, quien supo armar con precisión, casi quirúrgica, a esta señora grande que no podremos olvidar. Es que Ruth es única en su especie, pero igual a muchas otras que conocemos por ahí. Su parecido con la realidad impresiona a cada paso y logra que nos enamoremos de esta increíble anciana que nos invita a transitar la vejez en primera persona. Y vale la pena.
Médica jubilada, judía, mamá de dos hijos (el abogado y el que tiene un perro) abuela, amante del cine, la ópera y la pintura, Ruth pasa los días entre reflexiones sobre la vida, la muerte (la propia y la ajena), el tiempo, su familia y sus amigas y las vivencias cotidianas de una mujer mayor que matiza con humor lo cruel y lo amargo de esa etapa de su vida.
“Nos cuesta partir. A mí, particularmente me cuesta tanto como seguir. Pasan los años y no me acostumbro, pero dicen que en eso reside el encanto de la vida. (…) Me gustan los niños, pero también me aterran. Me mantengo lejos, fuera de su alcance, como rezan los medicamentos. Una de mis nietas me persigue, me dice abuela, una idea que le metió mi hijo en la cabeza. A veces la idea es más real que la cosa. Yo hablo para aplacar la desesperación que me produce vivir. Y la espera. Hablo para aplacar la espera. (…) Pienso en las cejas fruncidas de mi marido y reflexiono sobre la imposibilidad de medir el tiempo, es demasiado personal y arbitrario. (…) El tiempo se alarga para quienes esperan despiertos”.
Médica jubilada, judía, mamá de dos hijos, abuela, amante del cine, la ópera y la pinturaEl deterioro físico, propio de la vejez, está presente en cada línea y Ruth se encarga de recordárnoslo. Sufre de los achaques típicos: un poco fuera de estado, un poco sorda, un poco ciega. Pero su cabeza está bien. Entonces el gran desafío es lograr llevar una vida normal sorteando el desfasaje entre cuerpo y mente, además de una sociedad indolente que tiende a despreciar a los viejos.
Un capítulo aparte merecen las sesiones con el psicoanalista que le agregan un plus a las tantas observaciones y reflexiones de la existencia. A veces ocurrente y otras tantas insólita la protagonista se dirime entre la excéntrica y la adorable anciana de la que todos tenemos un poco. Irresistible.
“Luisa me consiguió un psiquiatra, el doctor Schussheim. (…) me dijo que vivir es un cincuenta por ciento de osadía y otro cincuenta por ciento de impotencia. No coincido en los porcentajes, pero no quise contradecirlo. Me recetó pastillas para levantarme el ánimo. Las compré antes de volver a casa, en la farmacia de la vuelta. Cuando entré al departamento dejé las cajas en la frutera de vidrio de la cocina, junto al resto de mis blísteres. No puedo creer que aún no exista una píldora para la felicidad”.
Adriana RivaSon 167 páginas que develan la sabiduría que pueden regalarte los años y la experiencia. Porque Ruth está de vuelta de todo y no quiere perderse nada, a pesar de las locuras que suele plantear cada día. El arte y la literatura cobran una fuerte presencia en las conversaciones con ella misma, con sus amistades y familia. Toma clases de arte por zoom y disfruta mucho leer, escuchar música e ir a la ópera. Por momentos puede parecernos un tanto rara, pero creo que es esa rareza la que la hace aún más atractiva para todos. Los diálogos son deliciosos y logran que el lector quede prendado del libro y no pueda soltarlo. Un deleite.
“Voy a comprar mi primera obra de arte. Es de una pintora argentina que vive en Tierra del Fuego. La vi en una galería hace unas semanas y no me la puedo sacar de la cabeza. Se lo conté a mi hijo, el del perro. Me preguntó como era la obra. Es un cuadro blanco, con puntas que sobresalen de objetos ocultos bajo la nieve. ¿Y qué es lo que te gusta de eso? Que está aún paso de la abstracción, a un paso de no ser nada. Me dijo que no lo convencía. Creo que no supe explicarle bien por qué me atrae el cuadro. (…) Supongo que el arte es la manifestación de la ambigüedad. Todo es una cosa y podría ser otra.”
Con una prosa lúcida y entretenida, Riva le da vida a un personaje tierno y cercano: una señora de 82 años, filosa e inteligente, que se ha cansado de obedecer durante toda una vida y ahora, viuda y sola, se anima seguir su deseo y a decir lo que piensa. Una protagonista entrañable, de esas que no será fácil olvidar. “Me desvela pensar que la vida podría continuar después de la muerte, que el fin en tanto fin se corra. (…) Así y todo, la vida es una maravilla”.
♦ Nació en Buenos Aires en 1980.
♦ Publicó el libro de cuentos Angst (2017), la novela La sal (2019) y el poemario Ahora sabemos esto (2022) Cofundó la editorial infantil Diente de León, para la que escribió libros ilustrados.
♦ Es coeditora de la revista literaria El gran cuaderno.
                        hace 12 horas
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