“Rusia contra el mundo”: el libro que expone el Estado-mafia de Putin y su guerra de mentiras

hace 5 días 5
El Presidente ruso Vladimir PutinEl Presidente ruso Vladimir Putin asiste a una reunión con miembros de las fuerzas armadas en el Kremlin de Moscú, (Sputnik/Mikhail Tereshchenko/Pool via REUTERS)

Marc Marginedas, periodista y corresponsal de guerra español con experiencia directa en zonas de conflicto, ofrece en “Rusia contra el mundo” un análisis implacable y meticulosamente documentado sobre la naturaleza del régimen de Vladimir Putin.

A través de nueve capítulos y un revelador epílogo, Marginedas construye un expediente demoledor que vincula al Kremlin con operaciones de falsa bandera, asesinatos políticos y complicidad con grupos terroristas, desplegando un relato estremecedor de Rusia como un Estado-mafia con ambiciones imperiales.

La obra combina el rigor periodístico con una narrativa personal, fruto de los años que el autor fue corresponsal en Rusia y su experiencia en conflictos como el de Siria, donde fue secuestrado por el Estado Islámico en 2013.

El entonces presidente en funcionesEl entonces presidente en funciones Vladimir Putin (D) estrecha la mano de un oficial ruso durante una visita sorpresa a las fuerzas rusas en Chechenia para elogiarlas por la campaña para aplastar a los rebeldes separatistas el 1 de enero de 2000. (REUTERS/Pool/archivo)

El libro comienza con un episodio fundacional del putinismo: los atentados de 1999 en Moscú y Riazán, atribuidos inicialmente a terroristas chechenos pero que, como revela Marginedas, fueron probablemente obra del FSB (el servicio de seguridad ruso) para justificar la segunda guerra de Chechenia y catapultar a Putin a la presidencia. “¿Y si los atentados no tuvieran nada que ver con la guerra caucásica y sí con la inminencia de unas elecciones legislativas y presidenciales en las que se dirimiría el relevo de Borís Yeltsin?”, se pregunta el autor.

Marginedas reconstruye cómo agentes del FSB fueron detenidos colocando explosivos en Riazán, aunque posteriormente el gobierno insistió en que se trataba de un “ejercicio de entrenamiento”.

El periodista español argumenta que esta operación de bandera falsa estableció un patrón de impunidad que ha caracterizado al régimen durante más de dos décadas: “Cada nuevo crimen de Putin ha sido aceptado o incluso recompensado por Occidente”, cita Marginedas al intelectual ucraniano Mykola Ryabchuk.

La obra también aborda la corrupción sistémica en Rusia, desde los privilegios de la élite en el tráfico —“En Rusia, el segundo ayudante del fiscal del distrito tiene más privilegios en la carretera que Angela Merkel”, señala el experto Mijaíl Blinkin— hasta la impunidad en casos como el de Anna Shabénkova , hija de una funcionaria, que atropelló y mató a una mujer en Irkutsk y evitó la cárcel gracias a conexiones políticas. “Si el asunto llega al juzgado, allí ustedes van a lograr poco”, le advirtió la madre de Anna a la familia de la víctima, según el abogado Víktor Grígorov.

Esta cultura de privilegios se extiende al sector inmobiliario, donde Marginedas expone cómo los residentes de Moscú son desalojados forzosamente de sus viviendas para beneficiar a constructoras vinculadas al poder, utilizando informes falsos y un sistema judicial corrupto. “La corrupción en Rusia no es un problema, es un negocio”, cita el autor a la economista Aleksandra Kalinina.

“La importancia de los medios“La importancia de los medios no militares para fines políticos excede, en algunos casos, la efectividad de las armas”, dijo el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia, Valery Guerásimov (Sputnik/Sergei Fadeichev/Pool vía REUTERS)

Uno de los aspectos más inquietantes del libro es el análisis de cómo Rusia manipula a periodistas extranjeros. Marginedas recuerda el caso de Walter Duranty, corresponsal del New York Times que en los años 20 del siglo pasado negó el Holodomor ucraniano mientras en privado admitía que “la gente moría como moscas”. Este patrón persiste hoy con periodistas comprados o coaccionados en Bulgaria, España y Oriente Medio.

En Bulgaria, por ejemplo, Rusia pagaba a prominentes periodistas 2.000 euros al mes para difundir narrativas prorrusas, revela el libro. La autora búlgara Maria Cheresheva denuncia que solo en Bulgaria existen más de 300 sitios web que reproducen materiales alineados con el Kremlin.

“La importancia de los medios no militares para fines políticos excede, en algunos casos, la efectividad de las armas”, cita Marginedas al general Valeri Guerásimov, artífice de la doctrina militar rusa moderna, en una frase que resume la importancia de etas tácticas para el Kremlin.

Marginedas subraya cómo Rusia ha logrado manipular las narrativas en su propio beneficio, a través de la creación de una “realidad paralela” que engaña tanto a la población rusa como a sectores de Occidente.

La obra también destaca la brutalidad del Ejército ruso en conflictos como Chechenia, Siria y Ucrania, donde se repiten patrones de violencia: bombardeos a hospitales, double tap (bombardear dos veces para matar a los rescatistas)) y masacres como la de Bucha.

“Que las tres guerras de Putin se asemejen como gotas de agua no es de extrañar, si uno presta atención a los nombres de los comandantes militares que las han dirigido”, señala el autor, subrayando la continuidad en las tácticas brutales empleadas por el ejército ruso.

“Chechenia, Siria y Ucrania son las tres guerras de Putin, unidas por un cordón umbilical e iniciadas —semántica oficial de Moscú aparte— de acuerdo con una misma justificación: recuperar para Rusia el estatus de superpotencia imperial que un día detentó la URSS", observa Marginedas.

La mano de Iryna Filkina,La mano de Iryna Filkina, una mujer asesinada por soldados del ejército ruso en Bucha, Ucrania (REUTERS/Zohra Bensemra/archivo)

Marginedas señala que estas guerras no son solo enfrentamientos militares, sino que son utilizadas por el Kremlin para cimentar su poder, tanto en el ámbito interno como en el internacional. En este contexto, analiza cómo el régimen ha logrado utilizar el discurso de “defender a los rusos” en el extranjero para justificar sus agresiones y, al mismo tiempo, fortalecer su apoyo dentro del país.

El capítulo sobre el envenenamiento de Alexei Navalny es particularmente revelador. Marginedas viajó a Tomsk, donde el opositor fue intoxicado con Novichok, y describe el miedo que imperaba: “Nadie se acordaba de nada, nadie admitía haber visto nada”. Había “una suerte de amnesia colectiva acerca de lo sucedido”.

El autor detalla cómo el hospital en Omsk Navalny fue tomado por agentes del FSB, mientras los médicos emitían diagnósticos falsos. “Estaban bajo presión; entendían que algo muy importante estaba sucediendo en su hospital”, le cuenta a Marginedas el corresponsal Tom Vennik. Tres de esos médicos murieron después en circunstancias sospechosas.

La tumba del líder opositorLa tumba del líder opositor ruso Alexei Navalny mientras los dolientes acuden a conmemorar el primer aniversario de su muerte en un cementerio en Moscú, Rusia, 16 de febrero de 2025. (REUTERS/Evgenia Novozhenina)

El libro vincula los casos de Navalny, Aleksándr Litvinenko y Víktor Yúshchenko, señalando la impunidad con la que actúa el FSB incluso en territorio occidental.

“No querían asustarme, querían matarme”, cita a Yúshchenko sobre su envenenamiento con dioxinas en 2004.

A lo largo del libro, el autor no solo se limita a describir los actos de represión, sino que también reflexiona sobre las consecuencias a nivel social y psicológico. La sociedad rusa, según Marginedas, vive bajo un clima de miedo constante, donde la disidencia se paga caro.

“Rusia contra el mundo”, del“Rusia contra el mundo”, del periodista y corresponsal de guerra Marc Marginedas

Un capítulo revelador examina la fusión entre el crimen organizado y el Estado ruso, documentando la operación policial “Caso Troika” en España contra la mafia Tambóvskaya y sus conexiones con altos funcionarios del Kremlin.

“Desde su llegada al poder con el cambio de siglo, Gobierno y mafia en la Federación Rusa se habían fusionado en un todo, convirtiendo en la práctica a la segunda potencia nuclear del planeta en un Estado gobernado por gentes con mentalidad y actitudes propias del crimen organizado”, escribe Marginedas.

Las investigaciones judiciales en España fracasaron por la desestimación de pruebas y la fuga de los acusados a Rusia, ilustrando la capacidad del Kremlin para proteger a sus operadores criminales en el extranjero.

Quizás el aspecto más perturbador del libro es la documentación de cómo Rusia habría utilizado el terrorismo como instrumento político. Marginedas analiza los asaltos al teatro Dubrovka (2002) y a la escuela de Beslán (2004), sugiriendo la complicidad del FSB con los terroristas chechenos.

“Los rehenes fallecidos fueron víctimas de un ataque terrorista que el Estado ruso conocía con antelación... un acto que probablemente contó con el apoyo de algún sector de los servicios secretos rusos”, afirma el autor.

El presidente ruso Vladimir PutinEl presidente ruso Vladimir Putin visita a una víctima de la escuela asediada en un hospital de Beslán, Rusia 4 de septiembre de 2004. (REUTERS/ITAR-TASS/archivo)

El libro también examina la cooperación rusa con el régimen sirio en la radicalización de prisioneros, creando lo que un testigo describe como “una escuela de yihadismo” en la prisión de Sednaya.

Marginedas incluso sugiere posibles vínculos entre Rusia y el ataque de Hamas a Israel en 2023.

“Rusia no solo considera al fenómeno del terrorismo islámico como un enemigo, sino como un instrumento en su lucha contra Occidente”, escribe Marginedas, aludiendo a cómo el Kremlin ha utilizado el terrorismo para justificar sus agresiones tanto dentro como fuera de sus fronteras.

Marginedas relata su secuestro en 2013 por el Estado Islámico en Siria, donde pasó seis meses en condiciones brutales junto a otros rehenes occidentales. “A lo máximo a lo que puede aspirar uno es a dejarse llevar por un ligero duermevela, en una vigilia plagada de sobresaltos”, describe sobre las noches vigiladas por yihadistas armados. Un detalle clave fue su interacción con un comandante del ISIS de origen ruso, quien lo amenazó: “Tú has entrado dos veces anteriores a Siria y te ha salido bien; pero ahora te vamos a matar”. Marginedas sospecha que este hombre podría ser un agente infiltrado del Kremlin, dada su retórica similar a la de las autoridades rusas.

La conexión rusa con el terrorismo se profundiza con investigaciones que revelan cómo Moscú facilitó pasaportes a yihadistas para que viajaran a Siria entre 2013-2014. Marginedas destaca la paradoja: aunque fue interrogado por gobiernos occidentales tras su liberación, “en ningún momento las fuerzas de seguridad rusas [...] me inquirieron para una simple sesión informativa”. Su contacto en Moscú lo resumió: “No tienes nada que enseñarles acerca del Estado Islámico”.

Marc Marginedas, periodista y corresponsalMarc Marginedas, periodista y corresponsal de guerra español

El libro repasa históricos secuestros vinculados a Rusia, como el de los ingenieros de Granger Telecom en Chechenia (1998), decapitados tras ser acusados falsamente de espionaje. Documentos citados por el periódico Nóvaya Gazeta sugieren que el líder yihadista Arbi Baráyev —responsable del crimen— actuaba como agente doble: “Viajaba tranquilamente por Chechenia [...] con un conductor del FSB”. Médicos Sin Fronteras también sufrió ataques, como el secuestro de Arjan Erkel (2002-2004) en Daguestán. Pruebas mostraron llamadas desde su teléfono a cuarteles del FSB, pero las autoridades rusas cerraron el caso. “Es un escándalo que [...] nuestro colega esté aún desaparecido”, denunció la ONG.

En Ucrania, los métodos son más directos: bombardeos a hoteles de periodistas y el asesinato de la reportera rusa Oksana Baulina en 2022. Testigos como el fotógrafo Ricardo García Vilanova señalan que su muerte fue una “ejecución” con un dron, no un accidente bélico. Marginedas concluye que Rusia usa el terrorismo y el secuestro como herramientas geopolíticas, desde Chechenia hasta Siria, con un patrón común: “Ahuyentar a testigos molestos de sus excesos”. La impunidad, advierte, alimenta ciclos de violencia. “Lo que verdaderamente empodera a Rusia es la sensación de que pueden salirse con la suya”, remarca, citando al experto David Satter.

El autor concluye examinando si Rusia bajo Putin puede ser clasificada como “Estado terrorista”. Marginedas destaca patrones del Kremlin: desde la represión interna hasta ataques híbridos contra Occidente, como asesinatos de disidentes, desinformación y apoyo a regímenes como el sirio. Cita al periodista David Satter, quien afirma que Rusia actúa con impunidad porque “sus crímenes no son expuestos”. El libro también revela la ambivalencia rusa en casos como el atentado de Boston (2013), donde Moscú advirtió sobre los autores pero no colaboró con EE.UU., y la persecución de exiliados chechenos en Europa, como la activista Khazman Umarova, detenida injustamente en Francia tras los ataques a Charlie Hebdo.

El autor concluye examinando siEl autor concluye examinando si Rusia bajo Putin puede ser clasificada como “Estado terrorista” (REUTERS)

Aunque el Parlamento Europeo y el Senado de EE.UU. han declarado a Rusia “Estado patrocinador del terrorismo”, Marginedas señala que falta acción concreta. El Departamento de Estado evita incluirlo en su lista oficial por temor a fracturar la coalición antirrusa.

El autor cierra con un homenaje a colegas asesinados y un llamado a no ignorar las complicidades del Kremlin con el terrorismo: “Este libro es mi granito de arena para romper el muro de silencio”.

Leer artículo completo