
Un estudio reciente realizado por la Universidad de California en San Francisco (UCSF) reveló un aumento significativo en los casos de cáncer de próstata avanzado en el estado de California durante la última década.
Este incremento coincide con la decisión de dejar de realizar pruebas de detección rutinarias para todos los hombres, una medida que fue implementada en 2012. Según el análisis, mientras que las tasas de mortalidad por esta enfermedad habían disminuido durante años, ahora se han estabilizado en la mayoría de las regiones del estado.
Los hallazgos, publicados el 27 de enero en la revista JAMA Network Open, subrayan la necesidad de desarrollar métodos de detección que identifiquen tumores potencialmente mortales sin generar diagnósticos innecesarios.
La investigación, liderada por Erin L. Van Blarigan, profesora asociada de Epidemiología, Bioestadística y Urología en UCSF, destaca que este aumento se ha registrado en todos los grupos de edad, regiones, razas y etnias en California.

Van Blarigan señaló que el problema es urgente, ya que la falta de detección temprana incrementa el número de hombres diagnosticados con cáncer de próstata avanzado, una etapa en la que los tratamientos son menos efectivos. Según la investigadora, el desafío radica en encontrar un equilibrio entre la detección temprana y la reducción de intervenciones innecesarias.
El cáncer de próstata es el tipo de cáncer más común entre los hombres en los Estados Unidos y la segunda causa principal de muertes relacionadas con esta enfermedad. Aunque algunos tumores son agresivos y pueden ser fatales, la mayoría son de bajo grado y no se diseminan.
La herramienta de detección más utilizada es la prueba de antígeno prostático específico (PSA), que no distingue entre tumores agresivos y no agresivos. Esto ha llevado a diagnósticos de cáncer en hombres cuyos tumores no representaban un riesgo significativo para su salud.
En 2012, el Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de EE.UU. dejó de recomendar la detección rutinaria de cáncer de próstata en todos los hombres, con el objetivo de evitar intervenciones innecesarias, como cirugías, en casos de enfermedad no grave.

En 2018, la misma entidad modificó sus directrices, sugiriendo que los hombres de entre 55 y 69 años discutan con sus médicos los posibles beneficios y riesgos de la detección. Sin embargo, los autores del estudio señalan que estas conversaciones no siempre se llevan a cabo, lo que podría estar contribuyendo al aumento de los casos avanzados.
El equipo de UCSF analizó datos de casi 388.000 hombres diagnosticados con cáncer de próstata en California entre 2004 y 2021. De estos, cerca de 28.000 (7,2%) presentaban enfermedad avanzada, que tiene una tasa de supervivencia a cinco años de solo el 37%.
Durante el período de estudio, se registraron 58.754 muertes por cáncer de próstata en el estado. Los investigadores también examinaron las tasas de incidencia en diez regiones de California, descubriendo que la enfermedad avanzada, que había sido estable o estaba en declive hasta 2010, comenzó a aumentar un 6,7% anual entre 2011 y 2021. A nivel nacional, las tasas crecieron un 4,5% anual entre 2011 y 2019.

El análisis regional mostró variaciones significativas en las tasas de aumento. La región de la Costa Central registró el mayor incremento anual, con un 9,1%, mientras que el Valle del Sur de San Joaquín tuvo el menor aumento, con un 2,3%.
En cuanto a la mortalidad, esta disminuyó un 2,6% anual entre 2004 y 2012, pero se estabilizó en siete de las diez regiones analizadas a partir de ese año. Las tasas de mortalidad más altas se encontraron en el Inland Empire, seguido por las regiones de San Diego-Imperial y la Costa Norte, mientras que las más bajas se registraron en el área de la Bahía de San Francisco.
La profesora Scarlett L. Gomez, coautora principal del estudio y experta en Epidemiología y Bioestadística en UCSF, enfatizó la importancia de continuar monitoreando las tendencias del cáncer de próstata tanto en California como a nivel nacional.
Según Gomez, esto permitirá comprender mejor el impacto de las directrices de detección en diferentes poblaciones y ajustar las estrategias de prevención y tratamiento en consecuencia.