
Realizar actividades cotidianas en compañía puede ser clave para aumentar la felicidad, según un estudio de gran escala que analizó más de 100.000 instancias de la vida diaria. La investigación, publicada en agosto en la revista Social Psychological and Personality Science y difundida por The Washington Post, reveló que las personas reportan niveles de bienestar más altos cuando comparten tareas habituales con otros, en comparación con hacerlas en solitario.
El análisis, basado en datos del American Time Use Survey y con la participación de más de 40.000 personas en Estados Unidos, abarca desde actividades rutinarias como hacer la compra o limpiar, hasta otras menos asociadas a la socialización, como leer o gestionar finanzas.
Los resultados del estudio, liderado por Elizabeth Dunn, profesora de psicología en la Universidad de Columbia Británica, muestran que la compañía transforma casi cualquier actividad en una experiencia más placentera. “Los participantes califican de forma constante cada actividad diaria común como más disfrutable cuando interactúan con alguien más”, explicó la especialista.
El efecto positivo de la socialización se mantuvo a lo largo de los años analizados (2010, 2012, 2013 y 2021), lo que sugiere una robustez en la relación entre interacción social y felicidad, incluso en contextos cambiantes.

El espectro de actividades evaluadas es amplio. El estudio identificó que tareas que suelen realizarse en grupo, como comer, beber, caminar, correr o jugar, generan los mayores incrementos de felicidad cuando se comparten.
Sin embargo, incluso actividades que habitualmente se hacen en solitario, como leer, realizar manualidades o desplazarse al trabajo, también se vuelven más satisfactorias si se comparten con otros. “Eso sorprende a la mayoría de la gente y sigue sumando evidencia sobre lo positiva que puede ser la interacción social”, señaló Nicholas Epley, profesor de ciencias del comportamiento en la Universidad de Chicago, quien no participó en la investigación pero fue consultado por The Washington Post.
El reciente abordaje también detectó ciertos matices. Por ejemplo, en el análisis de 2021, limpiar la cocina o recoger después de comer resultó menos placentero cuando se hacía acompañado, una excepción dentro de la tendencia general.
Además, los investigadores advirtieron que los datos son descriptivos y no permiten establecer una relación causal directa: factores como el contexto o la naturaleza de la compañía pueden influir en la experiencia emocional. Así, leer solo en casa puede diferir mucho de hacerlo en un club de lectura.

El tipo de interacción también importa. Aunque el estudio consideró tanto encuentros presenciales como llamadas telefónicas, otras investigaciones citadas por Dunn indicaron que el contacto cara a cara es el que más contribuye al estado de ánimo y al sentimiento de conexión. Si no es posible reunirse en persona, la voz sigue siendo un elemento valioso para mantener el vínculo social.
En cuanto a la personalidad, la investigación principal no distinguió entre introvertidos y extrovertidos, pero estudios previos sugirieron que ambos grupos se benefician de la socialización. Mahnaz Roshanaei, investigadora de la Universidad de Stanford, aportó un matiz relevante desde su propio estudio con más de 2.800 estudiantes universitarios, y afirmó: “La interacción social importa, pero el contexto también”.
Roshanaei observó que el impacto emocional de una interacción significativa varía según la actividad y el entorno; por ejemplo, conversar mientras se come o estudia produce un menor aumento de bienestar que hacerlo durante un momento de descanso.

A pesar de la evidencia sobre los beneficios de socializar, muchas personas no buscan activamente estas oportunidades. Según el experto Epley, esto se debe en parte a la “subsocialización”, una tendencia a subestimar la disposición de los demás a interactuar y el efecto positivo que puede tener. “Solo aprendemos de las experiencias que vivimos, no de las que dejamos pasar”, reflexionó el experto.
Para quienes desean incorporar más socialización en su rutina, los especialistas ofrecen recomendaciones prácticas. Dunn recomendó reservar tiempo en la agenda para encuentros, incluso si se trata de trabajar en paralelo con amigos en una cafetería, como hacen los niños pequeños cuando juegan juntos pero cada uno a lo suyo.
También propuso facilitar reuniones familiares con invitaciones abiertas, como cenas semanales. A propósito de ello, afirmó: “Requiere un poco de planificación extra, pero tanto los datos como mi experiencia apuntan al valor de crear estos momentos de interacción social”.

Otra estrategia consiste en transformar tareas monótonas en oportunidades para conectar, ya sea conversando por teléfono o en persona mientras se hacen recados o se limpia la casa. Dunn destacó el trayecto diario al trabajo como un momento especialmente propicio para socializar, ya que suele ser una de las actividades menos satisfactorias en solitario.
Epley, por su parte, recomendó aprovechar cualquier ocasión para interactuar, incluso en situaciones tan cotidianas como cargar combustible. “Tener una buena vida consiste en encadenar la mayor cantidad posible de experiencias positivas, hasta que se convierten en un hábito”, explicó.
La investigación recogida por The Washington Post demostró que las oportunidades para mejorar el bienestar a través de la socialización están presentes en casi todos los aspectos de la vida diaria. Identificarlas y aprovecharlas puede hacer la diferencia en el nivel de felicidad de cada persona.