
En la costa occidental de Australia, en la isla Rottnest, habita un pequeño marsupial que ha conquistado a turistas, científicos y usuarios de redes sociales por su apariencia entrañable. Se trata del quokka, un animal que se ha vuelto famoso por una característica en particular: su aparente sonrisa.
Aunque esta expresión no indica necesariamente que esté contento, su rostro relajado y simpático ha sido suficiente para que muchos lo conozcan como “el animal más feliz del mundo”, un título que le ha valido millones de visitas en internet y cientos de selfies con viajeros de todo el planeta.
Este animal, que comparte familia con los canguros y los ualabíes, ha sido objeto de estudio por su comportamiento particular, sus curiosas habilidades físicas y su cercanía (cada vez más común) con los visitantes de su hábitat. De acuerdo con la revista National Geographic, cuando los primeros exploradores lo vieron a finales del siglo XVII, lo confundieron con una rata grande. No obstante, con el tiempo, quedó claro que se trataba de una especie mucho más compleja y peculiar.
Más allá de su apariencia simpática, el quokka posee características únicas que lo diferencian de otros marsupiales. Desde su dieta especializada hasta su forma de dormir, todo en él llama la atención de quienes lo observan de cerca. Sin embargo, también hay desafíos para su conservación, especialmente ante el creciente turismo en la zona.

Aunque el quokka no supera el tamaño de un gato, puede realizar pequeñas proezas. Nat Geo destaca que estos animales son capaces de trepar hasta un metro y medio para alcanzar hojas o bayas, algo que ni los canguros ni los ualabíes suelen hacer. También usan sus patas traseras para desplazarse a saltos, lo cual puede confundirse con el movimiento de un conejo entre la maleza. Con el paso del tiempo, incluso crean pasadizos naturales en los arbustos por donde transitan regularmente.
Sus hábitos nocturnos hacen que pasen el día descansando, y no de cualquier forma. Cassyanna Gray, agente de conservación de Rottnest, explica que “suelen dormir sentados, con la cabeza apoyada en las patas”, algo que describe como “muy tierno”. En cuanto a su alimentación, los quokkas utilizan sus molares para triturar hojas duras y extraer humedad y nutrientes. Su sistema digestivo es complejo: cuentan con dos estómagos que les permiten procesar mejor la vegetación.

La fama del “adorable marsupial” ha crecido al punto de convertirse en uno de los atractivos principales de la isla Rottnest. Según National Geographic, “los quokkas tienen caras sonrientes y a veces son amigables con la gente”, lo que genera cercanía con los visitantes. Sin embargo, esa interacción también puede representar un riesgo si no se manejan con cuidado.
Para protegerlos, las autoridades locales han establecido reglas estrictas que prohíben tocarlos o alimentarlos. Darles comida humana puede enfermarlos o volverlos dependientes de las personas.
Al respetar estas normas, los turistas contribuyen indirectamente a su conservación. Parte de los ingresos generados por el turismo se destinan a monitorear la población de quokkas y preservar su hábitat natural.