
Los alimentos ultraprocesados son productos industriales elaborados con ingredientes extraídos de otros alimentos o sintetizados en laboratorios, como las gaseosas, los snacks empaquetados, las sopas instantáneas y los productos de pastelería industrial.
Un nuevo estudio advirtió que cada porción de comida ultraprocesada podría subir el riesgo de morir antes de tiempo.
Cada 10% adicional de calorías en la dieta provenientes de ultraprocesados puede aumentar el riesgo de muerte prematura en un 3%, advirtieron los investigadores del trabajo publicado en la revista American Journal of Preventive Medicine.
Analizaron datos de ocho países de diferentes niveles de ingresos y detectaron que el impacto en la mortalidad puede cambiar según el nivel de consumo.

En lugares donde los ultraprocesados representan más del 50% de la dieta diaria, como los Estados Unidos y el Reino Unido, las muertes prematuras atribuibles alcanzan hasta el 14%.
El estudio fue realizado por investigadores de la Fundación Oswaldo Cruz, la Universidad de San Pablo y la Universidad Autónoma de Chile. También colaboraron científicos de Canadá, Colombia, México, Australia, Reino Unido y Estados Unidos.

El consumo de ultraprocesados creció de forma sostenida en las últimas décadas. Reemplazaron de manera gradual a los alimentos frescos y mínimamente procesados.
Anteriormente, hubo estudios que se centraron en factores de riesgo dietarios específicos en lugar de patrones alimentarios.
En cambio, los autores del nuevo trabajo se pusieron a medir el impacto del consumo de ultraprocesados en la mortalidad general en adultos de entre 30 y 69 años. Este grupo etario representa una etapa de la vida en la que las muertes son consideradas prematuras por la salud pública.
Ya se sabía que los ultraprocesados pueden afectar la salud no solo por su contenido de sal, grasas o azúcar sino también por los cambios que sufren los alimentos durante el procesamiento industrial y el uso de aditivos artificiales.

Los autores realizaron primero un análisis de estudios anteriores que habían evaluado el vínculo entre ultraprocesados y mortalidad.
Hicieron un meta-análisis de estudios observacionales que examinaron este consumo y las muertes por cualquier causa.
Para medir el consumo de ultraprocesados, usaron encuestas nacionales de alimentación representativas de cada país.
Luego, clasificaron los alimentos en cuatro grupos, según el sistema NOVA: alimentos sin procesar, ingredientes culinarios, alimentos procesados y ultraprocesados.

Los datos mostraron grandes diferencias entre los países estudiados. En Colombia, los ultraprocesados representan el 15% de las calorías diarias. En Brasil, el porcentaje es del 17,4%. En Chile llega al 22,8% y en México al 24,9%.
En términos de muertes atribuibles, el estudio estimó que en Colombia se podrían haber evitado 2.813 muertes prematuras. En Brasil, 25.296. En Chile, 1.874. En México, 17.110.
En los Estados Unidos, los alimentos ultraprocesados representaron el 54,5% de la ingesta calórica diaria entre adultos de 30 a 69 años. El estudio estimó que el 13,7% de las muertes prematuras en el país estuvieron asociadas a este consumo, lo que equivalió a 124.107 muertes evitables en 2017.
En el Reino Unido, el consumo de ultraprocesados alcanzó el 53,4% de las calorías diarias en el mismo grupo de edad. Según el estudio, el 13,8% de las muertes prematuras se atribuyeron a estos productos, sumando aproximadamente 17.781 fallecimientos en 2018.

En todos los países estudiados, la tendencia fue clara: a mayor proporción de ultraprocesados en la dieta, mayor riesgo de muerte prematura.
“El impacto en la salud pública es significativo incluso en países donde el consumo todavía es bajo”, concluyeron los investigadores.
El primer autor del estudio, Eduardo Augusto Fernandes Nilson, dijo a través de un comunicado: “Es preocupante que, mientras en los países de altos ingresos el consumo de alimentos ultraprocesados ya es alto pero relativamente estable desde hace más de una década, en los países de ingresos bajos y medianos el consumo ha aumentado de manera continua, lo que significa que, aunque la carga atribuible en los países de altos ingresos es actualmente mayor, está creciendo en los otros países”.
Los resultados del estudio, según el científico, demuestran “que se necesitan urgentemente políticas que desincentiven el consumo de alimentos ultraprocesados a nivel global, promoviendo patrones dietarios tradicionales basados en alimentos locales frescos y mínimamente procesados”.

En diálogo con Infobae el médico especializado en nutrición Silvio Schraier, ex presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición y vicedirector de la carrera de especialización en Nutrición de la Fundación Barceló, consideró: “Habitualmente se hacen ensayos clínicos, en los que se compara el efecto de un fármaco con respecto al placebo. Permiten evaluar la eficacia y la seguridad de los medicamentos. En cambio, al comparar diferentes tipos de comidas, hay más limitaciones para determinar si las enfermedades son causas del mayor consumo de ultraprocesados o si se debe a la reducción en los alimentos naturales”.
Para el experto, “hoy lo más recomendable es consumir más alimentos con menor procesamiento, y limitar el consumo de ultraprocesados al mínimo”.

La doctora Nerys Astbury, profesora asociada de dieta y obesidad en el Departamento de Ciencias de la Atención Primaria de la Salud de Nuffield, que depende de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, no participó en el estudio y opinó con respecto a sus conclusiones.
“Se ha establecido desde hace tiempo, incluso en el Consorcio de la Carga Global de Enfermedad, que consumir dietas más altas en energía, grasas y azúcares puede tener efectos perjudiciales para la salud, incluida la mortalidad prematura. Este estudio se suma al cuerpo de evidencia sobre la asociación entre los ultraprocesados y la mala salud y la enfermedad”.
Pero la investigadora aclaró: “Sin embargo, muchos ultraprocesados tienden a ser ricos en estos nutrientes, y los estudios hasta la fecha no han podido determinar con certeza si los efectos de los ultraprocesados son independientes de los efectos ya establecidos de las dietas altas en alimentos densos en energía y con grandes cantidades de grasas y azúcares”.
“Se necesita más investigación para determinar un vínculo causal entre los ultraprocesados y las enfermedades, y para establecer los mecanismos involucrados”, sostuvo Astbury, al ser consultada por Science Media Centre del Reino Unido.