
La isla de Procida, situada en el corazón del golfo de Nápoles, ha seducido durante siglos a todo aquel que pone un pie en su costa.
Con apenas cuatro kilómetros cuadrados de extensión, este paraíso mediterráneo despliega una combinación única de paisajes volcánicos, coloridas viviendas y tradiciones ancestrales que la diferencian de sus famosas vecinas, Capri e Ischia.
Aunque durante mucho tiempo se mantuvo ajena a las multitudes y a la espectacularidad del turismo masivo, su reciente designación como Capital Italiana de la Cultura ha puesto a Procida en el centro de la escena cultural y turística.
Esta isla surge en el golfo de Nápoles como una isla volcánica que conserva un espíritu atemporal, anclado en la sencillez de los barcos pesqueros y los pueblos desparramados en sus colinas.
Según Italia.it, su geografía concentra una belleza mediterránea clásica, reconocida tanto en la literatura como en el cine, tal como evidencia el homenaje de Elsa Morante en “La isla de Arturo” a finales de los años cincuenta.

Sus apenas cuatro kilómetros cuadrados se dividen en nueve barrios o grancìe, de los cuales son Terra Murata, Corricella, Sent’cò, Semmarezio, San Leonardo, Madonna della Libera, Sant’Antuono, Sant’Antonio y Chiaiolella y en todos se percibe una armonía entre historia, naturaleza y vida local.
Ubicada a menos de una hora en ferry desde Nápoles, Procida ofrece una desconexión total del bullicio urbano, un refugio al borde del mar Tirreno donde reinan los colores tenues y la atmósfera tranquila.
El sitio web The Roadreel destaca el contraste con sus islas vecinas, Capri y Ischia: mientras aquellas atraen multitudes por el glamour o los complejos termales, Procida permanece ajena al turismo masivo y conserva su autenticidad, impulsada en parte por haber sido elegida Capital Italiana de la Cultura en 2022, lo que la colocó en el radar internacional sin alterar su esencia original.

Desde el desembarco, el visitante percibe esa mezcla irresistible de casas en tonos pastel, aromas a mar y a pastelería local, como la tradicional lingua di bue, que se puede saborear en los cafés de Via Roma, y la promesa de descubrir las callejuelas y templos históricos que marcan el pulso cotidiano de la isla.
El sistema de transporte, limitado, pero eficiente, permite explorarla a pie, en autobuses locales, taxis o incluso alquilar un scooter para superar las cuestas y recorrer los distintos barrios.
Uno de los íconos indiscutibles de Procida es Marina di Corricella, una aldea pesquera libre de autos donde las fachadas de azul, amarillo, blanco, rosa y naranja descienden como una cascada hasta el mar.

De acuerdo con The Roadreel, este puerto fue escenario de numerosas películas, y su arquitectura, con arcos, cúpulas, escaleras y logias superpuestas– fascina tanto a fotógrafos como a cineastas. Pasear por el muelle y observar cómo los pescadores remiendan sus redes, o almorzar pescado fresco en los restaurantes al borde del agua, ocupa un lugar privilegiado entre las experiencias recomendadas.
En cuanto a actividades y playas, Procida atrae tanto a quienes buscan sumergirse en aguas cristalinas como a quienes prefieren contemplar el paisaje.
Entre los arenales más afamados están Chiaia, Pozzo Vecchio –popularizada por la película “El cartero” y Chiaiolella, cuya oferta suma restaurantes y clubes de playa.
Pozzo Vecchio, con su arena volcánica oscura, bordea una ensenada soleada durante todo el día y añade un toque cinematográfico a la experiencia.
Además, sus aguas han sido desde antiguo testigo de historia: según Euro News, los fondos costeros albergan restos arqueológicos griegos y romanos, lo que suma valor a quienes practican buceo y snorkel.

La cultura de Procida ha servido de inspiración y escenario para destacados logros artísticos: Elsa Morante fijó aquí su novela “La isla de Arturo” y el poeta Alphonse de Lamartine ambientó “Graziella” en sus rincones. En la gran pantalla, Procida ha protagonizado escenas memorables en películas como “Cleopatra” (1963, con Elizabeth Taylor y Richard Burton), “y “El talentoso Mr. Ripley”, confirmando su magnetismo visual y su huella internacional.