Por qué la trazabilidad es el secreto que impulsa al vino argentino y conquista a los consumidores más exigentes

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El sistema de control delEl sistema de control del viñedo al consumidor posiciona a la industria ante nuevos desafíos internacionales (Imagen Ilustrativa Infobae)

Dicen que las crisis generan oportunidades, y en eso está la industria del vino argentino, intentando sobrellevar esta coyuntura global, que se intensifica por cuestiones domésticas. El consumo de vinos en el mundo está cayendo, y esa es una tendencia que no se puede dejar de reconocer. Esto ocurre por cuestiones económicas, geopolíticas y también por cambios de hábitos, sobre todo en las nuevas generaciones que están eligiendo un estilo de vida más cercano al mundo fitness que al gourmet.

Pero el vino lleva 8000 años acompañando a la humanidad, por lo tanto, con sus pros y sus contras, es evidente que va a salir de esta crisis. Primero, porque ya ha demostrado ser la bebida más noble y diversa, además de la más apta para acompañar las buenas comidas en la mesa.

Y luego por su historia, que confirma que es mucho más que una bebida natural, a base de jugo de uvas, con contenido alcohólico. Es parte de la cultura del hombre, tan arraigada a momentos claves de la vida, como el brindis de las celebraciones. También, en muchos países, a la mesa diaria. Y, con el auge de la gastronomía, en los últimos años, compañero ideal de los menús en los restaurantes más famosos del mundo. Esto sirve para entender que esta coyuntura es pasajera, porque esta “tormenta perfecta” que está atravesando el vino en el mundo, algún día va a parar, como toda tormenta. Y en ese momento, los pilares fundamentales del vino van a volver a surgir con fuerza.

La trazabilidad aporta valor agregadoLa trazabilidad aporta valor agregado y autenticidad a los productos argentinos en mercados globales

Además, las nuevas generaciones de hoy que se alejan o ni se acercan al vino, es probable que, en su adultez, lo hagan. Ya que la gran mayoría de las personas adultas se entretiene alrededor de la mesa, siendo la comida y el vino los componentes principales de esos momentos, más allá del ambiente y la compañía.

Sin embargo, la situación es crítica. Las ventas, tanto en el mercado interno como las exportaciones, han caído, haciendo de este año, el peor desde que comenzó el milenio. Por otra parte, el fuerte de la Argentina nunca fue la promoción, clave para consolidarse en los mercados de consumo. No por falta de ganas o por estrategia, sino por falta de dólares para encarar dichas inversiones.

Por lo tanto, el vino argentino debe aferrarse a las ventajas competitivas más sólidas que pueda ostentar, entendiendo que la calidad ya no es un valor agregado sino una obligación.

A comienzos de este nuevo siglo, el énfasis estaba puesto en el “varietalismo”, y el Malbec funcionó muy bien para lograr posicionar rápidamente a la Argentina como uno de los principales países productores. Que siempre lo fue, pero al representar el consumo interno, el 100% de la producción nacional, las bodegas no tenían cultura exportadora. Tampoco los vinos estaban a la altura. Pero desde el año 2000 las cosas cambiaron y el vino argentino empezó a ser reconocido entre los productores del Nuevo Mundo, a pesar de su larga historia y cultura de consumo.

Estrategias clave para enfrentar laEstrategias clave para enfrentar la caída del consumo mundial y consolidar las exportaciones (Imagen ilustrativa Infobae)

El Malbec, con su origen noble (Burdeos, Francia, el mismo del Cabernet Sauvignon; la uva tinta más importante del mundo) llamó la atención, y le abrió al país distintos mercados. A tal punto, que hoy sigue siendo la variedad estrella y la más producida, con casi 50.000 hectáreas plantadas.

Pero la fiebre de los varietales duró poco, y la diversidad dejó de estar atada al nombre de la uva en las etiquetas, para pasar a ser uno de los principales descriptores atado al origen de las uvas. Porque en vitivinicultura, si bien es imposible hacer dos vinos iguales, se pueden copiar muchas cosas; la uva, el sistema de conducción en la viña, el momento de cosecha, el método de elaboración, el tiempo y las vasijas de crianza y hasta el asesor enológico.

Esto explica por qué surgieron muchos vinos parecidos en algún momento, “vinos fotocopia” decían Brascó y la Checa, los máximos referentes argentinos de la comunicación del vino. Pero hay algo que “salvó” y “garantiza” más la diversidad; el origen. Porque un viñedo; que es dónde nace el vino; es distinto a otro. Incluso, debido a la formación aluvial o coluvial de los suelos en la mayoría de las regiones productivas, esas diferencias se dan entre parcelas cercanas dentro de una misma viña.

Por eso el viñedo y su mayor conocimiento, marcan las diferencias. Y es ahí donde está la nueva ventaja del vino argentino. Que, si bien ya existía, hoy, gracias a que el consumidor valora el origen de los productos que consume y quiere conocer lo más posible, en función a su interés, la trazabilidad se ha vuelto tan importante.

El origen y la transparenciaEl origen y la transparencia ganan protagonismo en la evolución de la vitivinicultura argentina (Imagen Ilustrativa Infobae)

Hay viñateros (pequeños productores de uva), viticultores y bodegas con viñedos. Todos ellos producen la materia prima básica para elaborar vino. Y, como está considerado un alimento, tiene muchas regulaciones. Pero hay más, porque en la Argentina, existe el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), con la misión de ejercer controles para garantizar la calidad de los vinos producidos en el país.

Es cierto que, para algunos, hay la trazabilidad en el sector vitivinícola argentino, bajo la órbita del INV, está atravesando cambios importantes. Ya que recientemente, el INV pasó a depender de la Secretaría de Agricultura y perdió parte de su autonomía, lo que ha generado preocupaciones sobre la continuidad de los controles.

Pero, según el Gobierno y el mismísimo presidente del instituto, el Ing. Carlos Tizio, la trazabilidad se mantendrá, aunque es cierto que varios de los controles se enfocarán en los productos terminados, dejando la opción del control del origen, la añada y el varietal en mano de los productores. Esto que parece una desventaja, no lo es, justamente porque las bodegas saben del valor que tiene hoy, la trazabilidad y el potencial que ello implica para que el vino argentino pueda conquistar nuevos mercados de consumo.

La innovación y el conocimientoLa innovación y el conocimiento técnico permiten responder a las nuevas demandas de los consumidores (Freepik)

El control parte del viñedo, ya que es el INV el que cuantifica y certifica la existencia de cada viña, con sus superficies, variedades implantadas y hasta rendimientos. Esto indica, en función a la cantidad total de viñedos, la producción total de vinos que se puede dar cada año.

Todo parte de una declaración jurada digital que debe hacer el propietario del viñedo y cuenta con toda la información actualizada, el CIU. Es un código que forma parte de la gestión y control, y se usa principalmente como una declaración jurada digital de ingreso de uva a la bodega y es crucial para la trazabilidad de la cosecha, desde el viñedo hasta el vino en botella.

El sistema CIU permite controlar la cantidad y origen de la uva que entra en las bodegas. Se realiza online, a través de la web del INV, una aplicación móvil o mediante mensajes de texto o WhatsApp para solicitar números complementarios o confirmar tránsitos. Los productores deben solicitar y utilizar estos códigos para que sus envíos de materia prima (uva) sean registrados ante el INV.

De esta manera, el sistema permite rastrear un vino desde el viñedo hasta el consumidor final a través de un código de análisis en la etiqueta, la trazabilidad.

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Obviamente, el INV hace más cosas, como colaborar para asegurar la calidad del vino, incluyendo la aptitud para el consumo y la prevención de adulteraciones.

Pero sin dudas, la trazabilidad es cada vez más exigida en mercados internacionales para la exportación. Así, el consumidor puede consultar datos como la variedad de la uva, el elaborador y las características analíticas del vino, ingresando el número de análisis en la página del INV.

Pero esto, más allá de poder controlarse, significa un gran respaldo y aval de toda la industria a uno de los aspectos más admirados del vino. Y mientras en el Viejo Mundo existen muchas Denominaciones de Origen, con sus regulaciones, y en otros países también hay sistemas de clasificación de vinos por origen, en Argentina se puede conocer el lugar de nacimiento de todos los vinos. Y eso, sobre todo para los vinos de alta gama, es un aval extra a las palabras del hacedor o a lo que puedan decir la contra etiquetas, el consumidor puede tener certeza del lugar de donde provienen las uvas con las que se concibe cada vino argentino. Y esa es una verdadera ventaja competitiva.

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