Por qué la dictadura en Cuba continúa a pesar del descontento ciudadano

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LA HABANA. - Ubicada a unos 10 kilómetros del centro de La Habana, se encuentra la cárcel de máxima seguridad Combinado del Este. A la entrada, un cartel en inglés avisa que está prohibido tirar fotos. Los días de visita a los presos, numerosos familiares se agolpan en la entrada de la prisión cargando jabas con alimentos y aseo para sus parientes.

Elena, 65 años, madre de un joven sancionado a doce años de cárcel por participar en las protestas del 11J, es uno de ellos. “Con lo que está cayendo en Cuba no puedo traerle mucho. Le llevo cigarros, que, aunque no fuma dentro del penal, los cambia por azúcar o comida, pan tostado, refresco instantáneo y dos latas de sardinas en conserva que, por medidas de seguridad, los guardias del Combinado vierten en un recipiente plástico”, dice Elena, que cada treinta días visita a su hijo para llevarle provisiones.

Para entrar en la prisión tienes que pasar por dos barreras de seguridad donde chequean tu identidad. Hasta cinco personas mayores de 18 años pueden visitar a un recluso. El rigor varía de acuerdo con la peligrosidad que le atribuyan al convicto y el número de años de sanción. Los reos más leves tienen visita cada 21 días y pabellón conyugal con sus novias o esposas cada tres meses.

Coerción

La visita reglamentaria de los presos políticos es cada 30 o 45 días y el pabellón conyugal cada 6 meses. Luego de traspasar el primer cordón de seguridad, se llega a una puerta de aluminio y cristal donde te revisan por medios electrónicos los paquetes que les llevan a los reclusos. En un cartel se informa que no puede traerle al preso perfumes o alimentos en potes de aluminio. Tampoco se permite que las mujeres lleven ropas escotadas y faldas cortas.

No dejan pasar cámaras fotográficas, grabadoras ni teléfonos celulares. Y usted debe entregar el carné de identidad, que se lo retienen hasta la salida. La sala de visita es un recinto largo y estrecho con mesas y asientos de cemento. Varios oficiales de aspecto lombrosiano vigilan el recinto. Los presos se sientan al frente de las mujeres. Los hombres se pueden sentar a su lado. Se les permite comer durante la visita.

El sitio está pintado de un horrible color carmelita que le da un toque tenebroso. Desde el lugar se divisa el hospital de la prisión. Al costado del pabellón de visitas hay un campo de atletismo que circunda un terreno de béisbol. Al fondo se divisan tres edificios de cuatro pisos cada uno. Son las galeras de la prisión con capacidad para cuatro mil reos.

Un recluso sancionado a 14 años por participar en las encendidas protestas del 11J en la Esquina de Toyo cuenta que "la comida es un asco. El desayuno es un cocimiento caliente sin azúcar. El almuerzo lo dan a las once de la mañana y la comida a las cinco de la tarde y consiste en dos cucharadas de arroz sucio y desabrido y un poco de caldo aguado que sabe a rayo. A veces dan un trocito de plátano o boniato hervido”.

“La única proteína que hemos comido en los últimos meses es un picadillo grasiento, con mal olor, de procedencia desconocida. Dicen que es de tiburón porque sabe a orine. Como las cosas en la calle están en candela, el refuerzo alimenticio para la mayoría de los presos es escaso. Aquí un vaso de leche de polvo y dos tostadas de pan con mayonesa es comida de príncipe. Las condiciones de la celda son infrahumanas. En una galera para 30 personas a veces hay el doble. El calor y los mosquitos son una pesadilla. En teoría tenemos derecho a una llamada telefónica a la semana, pero en la práctica esas llamadas se han convertido en un negocio para los guardias y mandantes de la prisión. Si la vida en la calle está durísima, ya pueden imaginarse dentro de una prisión”, describe el recluso.

Lugares de espanto

Las extremas condiciones de las cárceles en Cuba son una de las razones para que muchas personas se lo piensen muchas veces antes de salir a la calle a protestar. “Está gente (la dictadura) utiliza las sanciones penales como un arma de presión para intimidar al pueblo. ¿Cuántos cubanos están dispuestos a pasar diez o veinte años en una cárcel? Ninguno, supongo. Te sancionan con un montón de años, como si fuéramos terroristas, simplemente como una medida ejemplarizante y meterle miedo al resto de la población. En Cuba la mayoría está descontenta con el sistema, pero tirarse pa’la calle y presionarlos para que se vayan, muy pocos”, opina el preso del 11J sancionado a 14 años.

Un ex oficial del MININT (Ministerio del Interior) reconoce que el entramado de control social diseñado por los servicios especiales es una “barrera de contención difícil de superar. Puedes hablar lo que te dé la gana en tu casa, con tus amigos o con los vecinos del barrio. Pero cuando intentas organizar una protesta, esos mecanismos se activan. El control comienza en el propio lugar de residencia. En cada cuadra siempre hay un tipo que hace un informe cuando ese descontento personal se convierte en una protesta grupal. Por eso la mayoría de las protestas que han ocurrido en Cuba son espontáneas, fruto del desespero por sufrir apagones de quince o veinte horas diarias, no tener comida que darles a los hijos o no poder comprar la medicina a sus padres”.

“También influye el lugar y la provincia. Es una estrategia del gobierno que los apagones más extensos y la escasez más profunda sean en zonas alejadas, debido a las distancias, la movilidad social y comunicación entre municipios es más fácil de controlar por la Seguridad del Estado. En La Habana los municipios están interconectados y la repercusión es mayor, por sede de agencias de prensa internacionales y embajadas. Además, la capital cuenta con una población más numerosa."

"Las tácticas de reprimir y controlar las manifestaciones las tienen bien estudiadas los servicios de contrainteligencia. En cuanto comienza una protesta cortan internet. Luego utilizan los videos que suben a las redes sociales o los filmados por sus informantes para detectar posibles cabecillas y personas con capacidad de liderazgo. Le hacen un perfil específico e intentan quebrarlos. Esos son los que reciben las sanciones penales más elevadas y son atendidos directamente por un oficial de la Seguridad que te comienza a presionar en el barrio, te fuerza para que pierdas el empleo y te hacen la vida imposible. El salto entre un ciudadano descontento a un ciudadano proactivo y determinado a enfrentar al gobierno es un paso grande y las consecuencias no todos está dispuestos asumirlas”.

Todos por igual

“Desde luego, la eficacia de esos mecanismos ya no es igual que veinte años atrás. La mayoría de los oficiales de la Seguridad y sus familiares sufren las mismas penalidades que el pueblo. Eso va minando la moral. Y en algún momento ese descontento ciudadano será indetenible. No somos un pueblo más ni menos cobarde que otros. La gente soporta el actual escenario en silencio porque este tipo de sistema está diseñado para infundir miedo en la población. Sucedió en Rusia, RDA y otros países socialistas. Cuando la gente se tiraba a la calle las consecuencias a pagar eran altas: la cárcel o la vida”, concluye el ex oficial del MININT.

La emigración es otra de las razones para que los cubanos contengan su descontento. “Mientras exista una puerta de salida, la gente continuará con sus planes de emigrar. Prefieren escapar. Incluso poniendo en riesgo sus vidas en una balsa o cruzando una selva con coyotes que salir a reclamar sus derechos. La capacidad de rebelarse en una dictadura es complicada. En Corea del Norte, China o Vietnam sucede igual que en Cuba. La mayoría de los ciudadanos no tienen vocación de héroes. En su momento habrá un detonante y el pueblo saldrá a la calle”, considera el sociólogo Carlos.

Para algunos, la dictadura castrista tiene el país bajo control y la mejor decisión es emigrar. Para otros, el cambio político está al doblar de la esquina.

ESPECIAL
@DesdeLaHabana

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