Plan Trump: justicia comercial y el regreso a la prosperidad

hace 6 días 2

Lo puso en evidencia una vez más este miércoles 9 de abril cuando tras las represalias de China, le incrementó los aranceles al 125% y no al 104% como había anunciado horas antes de la respuesta del régimen comunista china.

Y al mismo tiempo le redujo el impuesto a un mínimo del 10% a los más de 75 países que han solicitado negociar acuerdos con Washington.

China respondió a los aranceles de Trump con el aumento de sus tarifas aduaneras sobre los productos estadounidenses al 84%, en lugar del 34% que había fijado de forma inicial. Pero Xi Jinping no se detuvo ahí y los elevó más: 125%.

Dispuesto a probar fuerza contra Trump, que no le funcionó en 2019, Jinping -no obstante- dijo que no alzaría más la cifra, aunque Washington sí lo haga.

El régimen de Pekín está claro que con todos sus problemas económicos y políticos internos, como olla de presión, no pude mantener por un extenso período una guerra de aranceles con EEUU, su principal consumidor y el país que le ha permitido el desarrollo que hoy posee. De lo contrario tendría que cerrar en primera instancia miles de fábricas, lo que sí le crearía el caos.

En China se ha fomentado una clase poderosa económica de multimillonarios. En 2024, según swissinfo.ch, había 823 multimillonarios. La fortuna calculada de más de 300 de ellos supera los 1.000 millones de dólares. Sin embargo, la cifra se muestra muy lejos de los 1.118 multimillonarios que existían en 2022, un simple pero revelador indicativo de los problemas económicos del régimen.

Esta pequeña, pero pujante clase financiera, presiona al Partido Comunista de China (PCCH) para velar por sus intereses económicos, a pesar de que se supeditan al sistema chino de centralismo "democratico" o dictadura política.

En los últimos 20 años, los salarios "famélicos" y la explotación de los empleados - la base de la propagación de capitales- se han convertido en un boomerang para la economía asiática, donde se ha construido un sistema de exportación masiva y de expansión exterior, pero no de desarrollo generalizado interno con acceso a la mayoría. Y aunque pulula una clase media en pleno crecimiento y expansión, la mayoría de la población sobrevive con míseros sueldos.

De ahí que los grandes rascacielos, símbolo del auge chino, sean la frustración de los trabajadores y la representación de un sistema inmobiliario quebrado. Y a partir de aquí, el efecto dominó que genera la falta de poder adquisitivo de la mayoría de los 1.400 millones de habitantes que se distribuyen como promedio en 147 personas por kilómetro cuadrado, otro de los graves problemas del país fundamentado en la falta de terreno cultivable o productivo en sentido general, a medida que se dispara el crecimiento poblacional, una tendencia en los últimos 15 años a pesar de los esfuerzos de contención de la natalidad.

La quiebra del gigante inmobiliario chino Evergrande es el ejemplo de la debacle interna en el país.

Un "shok" de freno económico para China en estos momentos sería un suicidio para Pekín. No obstante, se ve forzada a responder ante la opinión pública como una potencia, por lo que su respuesta de aranceles frente a EEUU es más una imagen de podería que fuerza y condiciones reales.

"Está abierta la puerta al diálogo, pero este debe basarse en el respeto mutuo y llevarse a cabo en pie de igualdad", afirmó la portavoz del ministerio de Comercio, He Yongqian.

La ironía de China

El sarcasmo del régimen comunista no tiene límites. Pekín hace, desde hace décadas, con el mercado mundial lo que le viene en gana, acumula una lista infinita de violaciones a leyes internacionales y es el mayor ladrón de la propiedad intelectual de EEUU y del resto de los países del planeta. Está fuera de las regulaciones de cumplimiento de cualquier pacto climático, a pesar de que es el mayor contaminador.

China pide igualdad y lo que menos respeta es la igualdad.

Antes de que Trump se enfrentara al gigante asiático, todos los productos estadounidenses importados por China eran gravados con un arancel promedio del 67%, en algunos productos el dato es superior. Washington, sin ser incluso recíproco como había prometido, impuso apenas el 34%, y los chinos entraron en cólera.

Pero el pataleteo pekinés debe durar poco, como lo ha pronosticado el presidente Trump.

Trump expresó su confianza en que se firmarán acuerdos comerciales con todos los países, incluido China, aunque el gigante asiático [por ahora] se ha negado a revertir los aranceles de represalia a productos estadounidenses.

"Habrá un acuerdo con China. Habrá un acuerdo con cada uno de los países", dijo Trump en la Casa Blanca.

Trump está convencido de que su política revivirá la industria manufacturera deslocalizada, al obligar a las empresas a trasladarse a Estados Unidos.

La Unión Europea dio marcha atrás y la señora desafiante en un principio, Ursula von der Leyen, dijo en días recientes que la Unión Europea está dispuesta al cero por ciento de aranceles con EEUU en forma recíproca.

La Bolsa de Valores de Pekín pisó un descenso histórico, minutos después de la decisión del líder chino Xi Jinping de escalar en la guerra comercial con Norteamérica.

De forma opuesta, Wall Street cerraba con datos históricos en sus tres principales índices.

El industrial Dow Jones subió 7,9% hasta los 40.608,45 puntos, el ampliado S&P 500 creció 9,5% hasta las 5.456,90 unidades y [el tecnológico Nasdaq] trepó 12,2% a 17.124,97

Esperemos que en un futuro próximo, China se dé cuenta de que los días de estafar a Estados Unidos y otros países, ya no son sostenibles o aceptables", escribió Trump en su red social Truth Social.

Una estrategia firme

El megaproyecto Trump sigue adelante con la misma firmeza que el primer día y los vaivenes forman parte del tirabuzón estratégico del mandatario para enlazar acuerdos beneficiosos, más bien justos para EEUU.

"Esta ha sido su estrategia desde el principio, incluso desde su primer mandato", afirmó el secretario del Tesoro Scott Bessent sobre el Presidente, quien apuesta por los aranceles y otras acciones para reducir el déficit comercial, sanear las finanzas públicas y relocalizar muchas actividades industriales; es decir, hacer regresar a las empresas estadounidenses al país y reindustrializar la nación.

Además de General Motors, Ford, Apple, Meta, Intel, Alphabet, que han anunciado enormes inversiones para la producción a corto y mediano plazo en EEUU, se suma ahora Amazon.

Su fundador, Jeff Bezos, anunció la suspensión de pedidos de su inventario desde China y la expansión con 15.000 millones de dólares de producciones y almacenes dentro del país.

¿Será esto suficiente para el mercado consumidor estadounidense si la mayoría de los productos de Amazon llegan desde China?

Bezos no ha dado jamás muestras de improvisación y de equivocaciones a tal magnitud, así que las alternativas deben estar aseguradas desde India u otros países para no hundir sus multimillonarias ventas, hasta potenciar paso a paso las producciones nacionales.

Muchos se preguntaron que hacían grandes empresarios en primera fila durante la juramentación presidencial de Trump. Las respuestas salen poco a poco a la luz. Y el Presidente tampoco improvisa. Hasta el momento, cuando da a conocer un tema al público es porque los análisis precedentes no han faltado. Y al parecer este anuncio de Bezos, como muchos otros, ya estaba pactado desde antes del ascenso del mandatario a la Casa Blanca, porque llega en el momento justo de las mayores tensiones comerciales con China; y aquí, como muchísimas cosas en juego, casi nada es casual.

Trump escribió en Truth Social: "¡Tranquilos! Todo va a salir bien".

Los aranceles son apenas una parte del gran plan económico de Trump que se resume en una transformación grandiosa sin precedentes del destino, la geopolítica y el poderío económico, tecnológico y militar de Norteamérica.

La incertidumbre y el “caos” que genera un cambio abarcador de tal magnitud lo aprovechan, por supuesto, los medios de prensa de la izquierda radical para acentuar la desesperación y sembrar el pánico entre los estadounidenses y el resto del mundo.

Los primeros resultados

Ya son visibles los primeros frutos de la estrategia económica. Más de 75 países, entre ellos los aliados de EEUU, dijeron “vamos a negociar” y este punto se cuenta como otro de los prematuros éxitos que facilitan el avance de las políticas de la Casa Blanca.

Trump busca recortar los impuestos sobre la renta, la renta individual, los gravámenes empresariales (desde la pequeña hasta la gran empresa); recortar los impuestos federales, los federales sobre la renta corporativa. No para los multimillonarios como afirman sus adversarios políticos y medios de prensa, sino para todos los estadounidenses.

La deuda de 36 billones (trillions) de dólares resulta insostenible. Sólo el pago anual de los intereses supera el presupuesto de defensa de EEUU. Dentro de las prioridades de la Casa Blanca se encuentra la reducción acelerada del déficit público.

El Presidente está recortando regulaciones junto al excesivo gasto y el tamaño del gobierno, al eliminar departamentos y agencias ineficientes que despilfarran el dinero de los contribuyentes. Los últimos cuatro años bajo el gobierno de Biden han sido los peores de la historia del país.

Para costear todo lo anterior, Washington necesita el aumento justo de los aranceles, porque por décadas la gran mayoría de los países han aumentado los aranceles en contra de EEUU; incluso, hasta los principales aliados como Israel, India, Japón, Gran Bretaña y Corea del Sur, entre muchos otros, sin ninguna respuesta de presidentes demócratas y republicanos, con la memorable excepción del gran presidente Ronald Reagan.

Quienes aman a EEUU desean que la economía tome la senda correcta, excepto los nuevos demócratas (no los tradicionales demócratas) bajo una agenda de radicalismo. Ellos están convencidos que a la gente hay que convertirlas en pobres y dependientes de los gobiernos y que éstos a su vez lo controlen todo: desde los precios hasta lo que usted necesita saber únicamente y hasta la educación de sus hijos.

Así funciona el socialismo, el sistema que destruye para que una clase oligárquica o dinastía (supuestamente democrática y “abierta”) domine el sistema judicial, militar, ejecutivo y legislativo; siempre haciéndole creer -a través del control de los medios de prensa y otros de propaganda- que el pueblo es protagonista y beneficiario de cualquier tipo de cambio. [Totalmente falso].

Nada de lo que está haciendo Trump es una sorpresa. Anunció cada paso que daría en su más de 900 mítines de campaña. Incluso advirtió que en un principio podría generarse incertidumbre y efectos “dolorosos” durante un corto tiempo en el proceso de reajuste y transformación.

Trump no sólo ganó con amplia ventaja el Colegio Electoral, sino el voto popular. Cerca de 80 millones de estadounidenses votaron por su agenda conservadora. Y ahora el Presidente elegido responde. No hay dudas sobre eso, ni los votantes están arrepentidos de haber escogido a Trump como jefe de gobierno, como quieren hacer ver los medios de la izquierda y los extremistas de igual ideología. Por el contrario, los electores están muy satisfechos con su trabajo y el mandatario cuenta con un 70% de apoyo a su gestión en general y más del 88% entre los electores republicanos, de acuerdo con últimas encuestas.

El mayor esfuerzo proamericano

La guerra política no es contra Trump, sino contra lo que representa: el poder y la hegemonía conservadora dentro y fuera de EEUU.

El mejor ejemplo es Elon Musk. Cuando pertenecía a la izquierda, la élite de izquierda impulsaba su publicidad, le promocionaba sus inventos; los gobiernos demócratas de Barack Obama y Joe Biden subsidiaron buena parte de la fabricación de sus vehículos y dieron incentivos para incrementar las ventas. Patrocinaron su ingeniosidad y sus empresas. Así se convirtió Musk en el hombre más poderoso del planeta; era el abanderado de las políticas ecológicas de la Agenda 2030, sus empresas estaban en territorio de los [nuevos demócratas], los que quieren una nueva Constitución para EEUU, una nueva Corte Suprema con jueces de izquierda, un nuevo sistema electoral, una nueva economía controlada por el gobierno federal, y medios de desinformación y manipulación que le hagan creer a la gente que todo lo que hace la izquierda está bien; y todo en contra de la izquierda, está mal.

Pero lo que se ejecuta de mala fe, no siempre sale bien. Por diferentes razones personales y motivaciones que ha explicado en entrevistas, el hombre más rico del mundo decidió cambiar de bando y ponerse del lado conservador, y en especial, pasó a ser una carta de triunfo para Trump, dándole además garantías electorales mediante las herramientas de la tecnología. Fue a partor de aquí cuando cambió la historia. Ahora Musk es el malvado conservador, el loco de ultraderecha. Ahora extremistas movidos por el odio incendian y vandalizan los autos Tesla, que por cierto son propiedad en su mayoría de los izquierdistas, los ambientalistas anti-Trump y los llamados “salvadores del planeta”.

Lo que hace Trump, Musk y el resto de su gabinete en estos momentos equivale al esfuerzo más agresivo por el crecimiento proamericano en la historia de EEUU. No habido nunca nada igual a excepción del honor y los resultados de Ronald Reagan

La tercera gran revolución industrial norteamericana ocurrió bajo el gobierno de Ronald Reagan, durante seis de sus ocho años de mandato, con sus masivos recortes de impuestos en todos los ámbitos. Cuando Reagan dejó el cargo, la economía de EEUU había crecido más de un 30%.

Lo que busca Trump es reindustrializar a EEUU, después de que cerca del 60% de las empresas estadounidenses abandonaran las producciones en el país. Esto abrió el camino del error para la nación americana: el cambio fatídico [de una economía de producción y exportaciones, a una economía de consumo y dependencia global].

El enfoque de Trump es el consumidor estadounidense, el sector privado, el trabajador promedio, las pequeñas, medianas y grandes empresas; y el regreso de la clase media, desmoronada después del paso de dos gobiernos demócratas devastadores: el de Barack Obama y el de Joe Biden, el peor de todos.

Dependencia e injerencia de China

En la actualidad, Estados Unidos depende de otros países hasta para fabricar sus propios barcos. Hoy la marina de guerra estadounidense está por debajo en capacidad respecto a China, consecuencia de los graves errores en el pasado que sumieron a la Gran Nación en el abismo de la dependencia.

Las importaciones de bienes duraderos y de capital, exceptuando las automotrices, ocuparon el primer lugar en 2023, alcanzando los 859.000 millones de dólares.

Los dispositivos eléctricos y las computadoras fueron los dos bienes más importados, equipos de telecomunicaciones y maquinaria industrial siguieron en la lista de productos. Esta categoría incluye partes de aviones, semiconductores y maquinaria agrícola.

EEUU era el primer productor de chips o semiconductores de alta tecnología y poder en el mundo, hoy no aparece en ninguna parte y depende de varios países muchisimo menos industrializados.

Los bienes de consumo fueron la segunda mercancía de mayor importación con casi 758.000, detrás de los componentes farmacéuticos, provenientes en su mayoría de China. Le siguieron los teléfonos celulares, muebles, y artículos para el hogar, ropa, cristalería, y petróleo crudo, el ejemplo de que la administración anterior hizo al país más dependiente en energía.

EEUU consume más de lo que produce como cifra récord: 13,4 millones de barriles diarios de crudo, el mayor productor del mundo, pero aún no se autoabastace en su totalidad.

La agenda de crecimiento económico de Trump es inigualable. Por eso su énfasis en retomar el control del Canal de Panamá y utilizar Groenlandia como punto estratégico de la llamada Ruta de la Seda, sobre la que Rusia y China apuestan desde hace años para reestructurar el sistema de comercio mundial a su favor mediante un mayor ahorro de combustible, distancia y la reducción significativa del tiempo de transporte de mercancías por esta vía.

El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, advirtió de la "amenaza" que representa la expansión militar y económica "excesiva" de China en el hemisferio occidental

El jefe del Pentágono, quien visitó recientemente Panamá y el canal, acotó que Washington "no permitirá" que China "ponga en peligro" las operaciones de la estratégica vía interoceánica, por donde pasa el 5% del comercio marítimo mundial.

La Casa Blanca considera una "amenaza" a la seguridad nacional y regional que la empresa Hutchison Holdings, de Hong Kong, opere los puertos de Balboa (Pacífico) y Cristóbal (Atlántico), en ambas entradas al canal.

El presidente Trump está convencido de que EEUU no puede seguir dependiendo de las importaciones de Canadá, México, China, Japón, Corea del Sur, Taiwán, entre otros.

“Nos han estafado y nos siguen estafando. Es hora de que esto termine”, ha reiterado el mandatario estadounidense.

“No sólo roban nuestros productos, sino nuestras invenciones, nuestra propiedad intelectual, nuestra tecnología. Y ahí se encuentra China a la cabeza”, afirma.

Las empresas estadounidenses en China ponen a disposición del régimen todos sus datos, sus patentes e información intelectual con las condiciones de mantener el 51% de sus acciones, pero el régimen tiene la potestad de expulsarlas en cualquier momento y condenarlas prácticamente sin garantías legales con el uso de sus leyes nacionales.

Por su parte, Rusia, bajo la mirada de gobiernos demócratas y republicanos, ha instalado 10 bases militares en el círculo ártico, mientras China ocupa posiciones estratégicas en los cinco continentes.

Defensor del comercio libre real

Trump no está en contra del comercio, del capitalismo de mercado, de los mercados libres, pero afirma: “no tenemos un mercado mundial libre. Nos están engañando”. Por eso quiere reciprocidad comercial, porque el actual sistema sigue con la destrucción de la industria estadounidense. Bajo el gobierno de Biden, la actividad industrial tuvo una contracción sin precedentes de más de dos años, sin entrar en detalles en el déficit comercial récord de 2021,2022 y 2023.

A pesar de las críticas y el alborto tradicional de los medios de prensa de la izquierda, Trump que habla de reciprocidad no está aplicando, excepto ahora a China, el mismo nivel de aranceles que se les imponen a los productos estadounidenses.

Por ejemplo, la Unión Europea aplica un 39% y la respuesta es de un 20%; Vietnam impone un 90%, y la respuesta es del 46%. Japón impone un 46% y la contrapartida es de 24%. India (52% contra el 26%). Tailandia (72% contra el 36%); Corea del Sur (50% contra el 25%) y así sucesivamente.

China exigía un 67% y Trump le impuso un 34%, pero después el régimen comunista decidió escalar en su enfrentamiento y subió al 84%. Fue entonces cuando la Casa Blanca respondió con un 104% y luego el 125%, por las reiteradas acciones anticomerciales y amenazas chinas.

Los aranceles, en el megaplan del Presidente, van acompañados de recortes de impuestos, que no causan inflación ni déficits.

Milton Friedman, eminente economista norteamericano, dijo: “la inflación es causada por un aumento de la oferta monetaria que hace la Reserva Federal, al imprimir billetes”.

“La inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario, lo que significa que es generada por un aumento más rápido en la cantidad de dinero en circulación”.

En la gran recesión entre 1920 y 1930 ocurrió la contrario: una oferta monetaria demasiado restrictiva que en lugar de inflar, generó deflación en la economía. Una recesión la convirtieron en una depresión, que fue extendida por años mediante políticas socialistas de Franklin Roosevelt.

Friedman también atribuye la inflación al gasto gubernamental, lo que lleva a un aumento en la oferta monetaria. Y afirmó que los consumidores y productores (el sector privado) no crean inflación y enfatiza que es resultado de las acciones fallidas del gobierno federal, mediante la impresión de dinero.

Cuando el gobierno federal gasta y pide prestado dinero que no tiene, entonces la Reserva Federal lo vincula al dólar y ese gasto y endeudamiento, que ahora quiere reducir al máximo Trump, excede la cantidad que recibe en ingresos y se hace año tras años, más cuando la economía se dirige al consumo y no a la producción de valores.

El excesivo gasto y la deuda pública de EEUU es monetizada por la Reserva Federal y los recortes de impuestos, estimulan el crecimiento económico, la riqueza y prosperidad en general.

Reducción de pagos fiscales

Los recortes masivos de impuestos, como parte de los grandes objetivos de Trump, significan que el sector privado que crea desarrollo económico y financiero puede utilizar más de la riqueza que genera para inversión de capital, investigaciones y auge de nuevos productos: reindustrializar a América, expandir la fuerza laboral y pagar salarios más altos para retener empleados de calidad. Al final, todo eso se traduce en desarrollo.

Esto es lo que Trump trata de hacer, a lo que ha llamado la “era de oro de EEUU”.

La reducción de impuestos significa que más dinero fluirá desde y hacia aquellos que producen, a diferencia del gobierno y la burocracia que toma el dinero y lo distribuye basado en decisiones políticas, en especial los demócratas, cuyo propósito esencial no es generar desarrollo, sino exprimir con impuestos al sector privado, desde la pequeña hasta la gran empresa, lo que ocurre en estos momentos en los países que integran la Unión Europea.

El dinero de los inversores y empresarios se utiliza en políticas globalistas y de izquierda que frenan el desarrollo económico. Lo que sí incrementa es la burocracia y una clase política parásita y millonaria que no produce absolutamente nada y vive del aporte de los contribuyentes y de las empresas.

Los recortes de impuestos de John F. Kennedy crearon riqueza, los recortes de impuestos de Ronald Reagan en los años 1980 crearon una explosión de crecimiento económico.

Los déficits presupuestarios fueron generados por la burocracia y el gasto masivo por parte de la clase gobernante que él intentó recortar. Reagan cerró el gobierno seis veces.

Los déficits vinculados al presidente Trump en su primer mandato fueron directamente a causa del impacto de la pandemia de COVID-19 y Joe Biden y los nuevos demócratas, bajo una agenda de directrices de ultraizquierda, crearon el mayor gasto masivo federal en la historia de EEUU y la peor inflación en los últimos 50 años.

Aún se gasta dinero de forma engañosa en la pandemia mediante la mal llamada Ley de Reducción de la Inflación, otra estafa en el gasto público.

Gracias al Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), ahora se sabe la cantidad de cientos de miles de millones de dólares que se despilfarran de forma fraudulenta, algo que los demócratas y los medios liberales siguen defendiendo.

Trump ha abierto todos los grifos para el crecimiento económico mientras intenta reindustrializar el país de una forma que nunca se ha intentado antes.

Cuando la gran prensa habla de recortes de impuestos para los multimillonarios, también miente.

La primera ronda de recortes de Trump en su primer mandato según los datos del IRS (Servicio de Rentas Internas) fue una reducción del 16% al 26% para quienes ganaban entre 15.000 y 50.000 dólares anuales. Las personas con ingresos de 50.000 y 100.000 dólares obtuvieron una reducción entre el 15% y el 17%. Los que ganaron entre 100.000 y 500.000 dólares tuvieron un alivio de entre 11% y el 13%.

Ningún grupo por encima de los 500.000 dólares tuvo un recorte que excediera el 9%. Y los que ganaban un millón o más se beneficiaron sólo de un recorte del 6%.

La hipocresía y el enfoque

“Trump insiste en que hay que balancear el enorme déficit comercial que incide sobre la deuda y otros factores. Algunos economistas liberales afirman que eso es correcto, pero el ‘shock’ impuesto por Trump ha generado el caos y debió hacerse de manera más diplomática. Pero el problema real es que hasta ahora la diplomacia y la confianza no han funcionado y las barreras arancelarias y proteccionistas de la Unión Europea y Asia respecto a EEUU han ido en aumento durante décadas, además de disparar su déficit comercial”, explica el economista español Daniel Lacalle.

“El caso Trump funciona ahora como un reloj despertador y un espejo al mismo tiempo. El Presidente ha despertado al mundo sobre la realidad de las barreras comerciales a EEUU y ha puesto frente al espejo la doble moral y la hipocresía sobre el [supuesto] comercio mundial ‘libre y justo’ y la obstrucción de las barreras arancelarias y no arancelarias”, comenta el experto.

“Tenemos ahora a todos los partidos de izquierda de Europa defendiendo el libre comercio y la apertura del mercado. Y hasta la embajada de China ha publicado en su cuenta en EEUU un video de Ronald Reagan. Yo estoy a punto de empezar a aplaudir”, afirma en tono de burla el economista al referirse a la farsa de la izquierda globalista.

Sobre la pregunta del desplome de dos días de los mercados bursátiles, el secretario del Tesoro reiteró durante una entrevista con NBC News que rechaza las suposiciones de recesión.

“Los mercados han ganado muchísimo dinero en los últimos años, por tanto, se reajustarán y seguirán hacia adelante”.

“Nadie sabe cómo reaccionará el mercado en determinado momento. Lo importante aquí es que construimos ahora los fundamentos económicos a largo plazo para la prosperidad de EEUU, porque la administración anterior nos puso en un curso hacia la calamidad financiera y económica”.

“No trabajamos para los mercados bursátiles, aunque lo tomemos en cuenta también, sino para reajustar la economía real, la que afecta directamente al pueblo estadounidense”.

“Esto es un proceso de ajuste. Lo que vimos con el presidente Reagan, cuando redujo la gran inflación. El sistema insostenible que tiene ahora EEUU lo han aprovechado nuestros competidores y adversarios en el resto del mundo, pero esto va más allá de déficits e índices; esto es un asunto de seguridad nacional. Lo vimos durante el COVID-19, que las deficientes cadenas de suministros nos impactaron y el único resultado positivo de la pandemia fue una prueba de alerta máxima de lo que sucedería si nuestras cadenas de suministros se rompieran”.

“El presidente Trump decidió eliminar esos altos riesgos para nuestro país, para nuestros medicamentos cruciales, para los semiconductores, para el transporte marítimo, y avanzaremos para que el pueblo estadounidense tenga un futuro más seguro”.

Sobre si los aranceles harán subir aún más los precios. Bessent dijo que los datos del primer mandato de Trump con un 20% de aranceles a China sólo trajo un 0.7% de aumento de precios durante cuatro años.

“Resulta que muchos en este momento se preocupan por las correcciones o movimientos especulativos de la Bolsa y los mercados, incluyendo a los demócratas que odian a los ricos y a los grandes inversionistas”.

“¿Sabes qué más bajó esta semana junto a la Bolsa?, le dice a la periodista, los precios del petróleo. Bajaron casi un 15% en dos días, lo cual impacta a los trabajadores estadounidenses mucho más que los mercados de valores o Wall Street; las tasas de interés alcanzaron su valor más bajo del año, así que espero que las solicitudes de hipotecas aumenten en los próximos meses”, concluyó Bessent.

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FUENTE: Diversas fuentes.

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