
Peter Thiel es uno de esos personajes difíciles de encasillar y casi imposibles de ignorar. Nacido en Alemania y asentado en Estados Unidos desde joven, Thiel saltó al primer plano de la revolución digital junto a personalidades como Elon Musk, con quien fundó PayPal. Fue de los primeros en intuir el potencial de Facebook y hoy está al frente de Palantir, una firma que muchos ven como el epicentro de la vigilancia tecnológica global y que le ha reportado una fortuna que ronda los veinte mil millones de dólares, según Forbes.
Más allá de su faceta empresarial, en los últimos tiempos el magnate ha ganado cierta notoriedad por algunas de sus declaraciones en el podcast Interesting Times (dirigido por Ross Douthat para The New York Times): al ser preguntado si preferiría “que la raza humana perdurara”, tardó bastante en responder, justificándolo con un “hay muchas preguntas implícitas” para, ante la insistencia del entrevistador, terminar respondiendo con un “si, pero...” y pasar a hablar sobre transhumanismo.
También llama la atención el hecho de que el multimillonario sostiene que la extensión del voto a las mujeres y a los sectores más humildes y desprotegidos de la sociedad supuso el fin de la compatibilidad entre la libertad y la democracia: “El aumento masivo de los beneficiarios del estado de bienestar y la extensión del derecho al voto a las mujeres, dos grupos notoriamente difíciles para los libertarios, han convertido la noción de ‘democracia capitalista’ en un oxímoron”. Considera, por todo esto, que el mundo se encuentra al borde de un enorme “cambio de época”. Ese nuevo paradigma no remite tanto a una ciudadanía empoderada, ni mucho menos, sino más bien a una élite que mantiene su poder y control a través de la tecnología.
“Tecnofeudalismo” hace referencia a un sistema económico en el que las grandes empresas tecnológicas tienen un poder similar al de los señores feudales del pasado. ¿Cómo funcionaría? Las plataformas como Palantir permiten a gobiernos y grandes corporaciones acceder a información personal, monitorear movimientos y moldear comportamientos a escala masiva, pero los datos provienen de Palantir: el gobierno en cuestión es dependiente de la empresa. Así, surge una estructura en la que el poder se concentra en muy pocas manos y el control se ejerce de manera invisible, pero constante e implacable. Y Palantir - cuyo nombre es una referencia a las piedras de videncia del Señor de los Anillos, que permiten ver acontecimientos o lugares distantes - está al frente de esta tendencia.
Es importante conocer a qué se dedica exactamente Peter Thiel, o Palantir, para entender por qué su concepto del Anticristo no se limita a la interpretación teológica sino que es, más bien, propaganda pro-Palantir. Quedará más claro más adelante: parece que Thiel esté tratando de convencer al mundo de que él mismo no es el Anticristo, sin que nadie le haya acusado de serlo. Una especie de Excusatio non petita, accusatio manifesta pero que revela, más que cuernos en el cráneo del magnate, una “estrategia” para satanizar (literalmente) toda oposición o resistencia a la proliferación de la IA o de la hipervigilancia teconlógica.
La compañía - Palantir Technologies - fue fundada en Palo Alto (California) por un grupo de tecnólogos e inversores, entre ellos Alex Karp (actual director ejecutivo) y el propio Peter Thiel. Entre las primeras organizaciones en invertir en este proyecto, la más destacable es la notoria Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, la CIA, a través de In-Q-Tel (su brazo de inversión). Su vínculo con el poder estadounidense se refuerza al comprobar que, entre los asesores de la firma, figuran Condoleezza Rice, ex secretaria de Estado; y George Tenet, director de la CIA entre 1996 y 2004. Además, sus primeros clientes incluían agencias de inteligencia y unidades militares especializadas en recopilar información.
Cuenta con alrededor de 24 soluciones informáticas orientadas a la organización y análisis de grandes volúmenes de datos que no se encuentran centralizados. El mayor reconocimiento de la compañía, sin embargo, procede de su trabajo en software especializado para organismos gubernamentales. La propuesta tecnológica de Palantir se estructura en torno a cuatro plataformas principales, cada una con objetivos definidos. Gotham, dirigida a agencias gubernamentales y de inteligencia, está diseñada para integrar y analizar grandes volúmenes de información, facilitando acciones estratégicas y operativas. Metropolis, inspirada en el sistema antifraude original de PayPal, se centra en el análisis cuantitativo de datos financieros, destinada a identificar patrones, relaciones y anomalías tanto en datos comerciales como públicos y privados, incluyendo capacidades de análisis predictivo. Foundry, que funciona como un sistema operativo para datos empresariales, unificando información dispersa y ofreciendo una visión global de las operaciones para favorecer decisiones fundamentadas. Y Palantir AIP, que enlaza las operaciones empresariales con inteligencia artificial generativa y grandes modelos de lenguaje, permitiendo el diseño de agentes inteligentes, automatizaciones, evaluaciones y sistemas adaptativos. En el ámbito militar, esta tecnología permite identificar objetivos y proponer estrategias de ataque.
En 2023, la compañía firmó un contrato cercano a los 400 millones de euros con el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido para la implantación permanente de su software. Ese mismo mes de enero, alcanzó un acuerdo con el Ministerio de Defensa de Israel con el objetivo de respaldar tecnológicamente operaciones militares. En 2024, las Fuerzas Armadas de la OTAN incorporaron el sistema Maven Smart System (MSS Nato), solución desarrollada por Palantir que integra inteligencia artificial generativa, aprendizaje automático y grandes modelos de lenguaje para tareas estratégicas conjuntas. No obstante, los contratos más cuantiosos para la empresa provienen de Estados Unidos.
Desde 2017, distintas policías locales estadounidenses utilizan herramientas de Palantir, pero la cooperación se ha intensificado en los últimos años con el segundo mandato de Donald Trump. Palantir mantiene vínculos estrechos con agencias como el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), el Servicio de Impuestos Internos (IRS), el FBI y el Pentágono, así como con ICE (con quien firmó un contrato por valor de 30 millones de dólares en abril), con el Departamento de Eficiencia Gubernamental (para quien creó una “mega API” en el IRS diseñada para buscar información en todas las bases de datos del organismo fiscal).
The New York Times informó además que, en marzo, Trump firmó una orden ejecutiva que obligaba a las agencias federales a compartir datos entre sí, abriendo así el debate sobre la posible creación de una base centralizada con información personal de los ciudadanos. En total, el gobierno estadounidense ha concedido a la empresa más de 113 millones de dólares desde el inicio de este mandato, cifra que se suma a un contrato aparte de 795 millones firmado con el Departamento de Defensa, ahora Departamento de Guerra.
Palantir ha empezado a llegar a Europa: se utiliza en los sistemas policiales de Baviera, Hesse y Renania del Norte-Westfalia (Alemania). No ha sido bien recibido: la Sociedad para los Derechos Civiles (GFF), con sede en Berlín, ha presentado un recurso de inconstitucionalidad contra Baviera porque, según su criterio, “la evaluación ilimitada de datos vulnera el derecho fundamental a la autodeterminación informativa y el secreto de las telecomunicaciones garantizado por la Constitución alemana”, además de que “quien aparezca en el radar policial a través del llamado data mining, no será informado de ello”. Constanze Kurz, portavoz del Chaos Computer Club (CCC), advierte: “Solo por eso, el análisis automatizado masivo no debe convertirse en parte del día a día policial“.
Este mes de septiembre, Thiel dio una serie de conferencias a puerta cerrada, off the record, sobre el Anticristo: un asistente las grabó y proporcionó a The Guardian con la condición de conservar su anonimato. Las entradas, a 170 euros cada cada una, se agotaron a las pocas horas.
“Vivimos tiempos en los que un rey malvado o tirano… aparece en los tiempos del fin”, lanzó Thiel nada más arrancar la primera sesión. Según su propio relato, podría tratarse de algún dirigente mundial, de los Estados Unidos o incluso, en una de sus referencias virales, de Greta Thunberg. El enfoque, como no podía ser de otra forma tratándose de Thiel, combina religión, política internacional, economía, filosofía, videojuegos y cultura pop.
En las charlas, Thiel se presenta como “cristiano ortodoxo con o minúscula” y, con ese punto de partida, plantea que organismos internacionales, restricciones tecnológicas y movimientos como el medioambientalismo podrían preparar el terreno para ese líder apocalíptico o el temido Armagedón. Curiosamente, las tres cosas amenazan directamente la proliferación de la IA en general y, por tanto, de su empresa en particular: los organismos gubernamentales podrían, y ya han planteado, forzar restricciones al desarrollo de esta tecnología; y el enorme consumo energético (y consecuente impacto medioambiental) de los ordenadores que potencian la IA es un fuerte argumento en contra de su desarrollo.
Estas ideas - y la polémica - no son nuevas en su biografía. Thiel construyó su figura con un pie en el mundo tecnológico y otro en la política: acumula años apoyando a Donald Trump, JD Vance y a una red de candidatos republicanos, además de haber mostrado recelo ante instituciones internacionales (como el Banco Central Europeo) a las que ve como aceleradores del apocalipsis: “Se ha vuelto bastante difícil ocultar el dinero”, afirma al referirse a organismos financieros globales.
Entre citas bíblicas y mucha actualidad, el discurso avanza: “La definición más básica de anticristo: algunas personas lo consideran un tipo de persona muy mala. A veces se utiliza en general como un descriptor espiritual de las fuerzas del mal. Yo me enfocaré en la interpretación más común y dramática del anticristo: un rey malvado, tirano o anti-mesías que aparece en los tiempos finales”.

El propio Thiel matiza que su postura política es “la de un libertario, o liberal clásico, con una pequeña excepción: me preocupa el anticristo”. La tesis no se queda en retórica. Para él, la unificación del mundo bajo un solo estado global equivale, al menos filosóficamente, a la llegada del anticristo: “Un solo mundo o no, en cierto sentido es lo mismo que preguntar ¿anticristo o Armagedón? Así que, en cierto modo, es totalmente la misma cuestión”, queriendo decir que, sin “estado global” (el anticristo) lo que tocaría es caos (Armagedón) y viceversa. Pero tiene que ser uno de los dos, según Thiel.
En sus charlas, Thiel raramente se compromete con respuestas cerradas. Argumenta que nadie puede saber quién será el anticristo ni cómo llegará el Armagedón, pero teoriza sobre un enfrentamiento global cuyo desenlace, en su opinión, sería una paz injusta, alineando el panorama con el lema que atribuye al anticristo: “paz y seguridad”, una especie de paz falsa que precede al fin, mencionada en 1 Tesalonicenses 5:3. Según Thiel, entonces, el anticristo podría ser alguien que se vanaglorie de ser un gran pacificador (pero en realidad no lo sea).
La visión de Thiel no excluye referencias contemporáneas ni figuras relevantes del presente. Propone que “en el siglo XXI, el anticristo es un ludita que quiere parar la ciencia: alguien como Greta o Eliezer (Yudkowsky)”. Bill Gates, por ejemplo, es calificado como “una persona realmente, realmente terrible”, aunque, a su juicio, “no es el anticristo”. La audiencia, entre sorprendida y entregada, recibió menciones a Benedicto XVI (“mi opinión es que Benedicto pensaba literalmente que el abandono masivo de la Iglesia durante su papado era señal del final”) y, con el fin de explicar conceptos, explicaciones sobre cómo, en la cultura pop, figuras como Ozymandias de Watchmen o Luffy, de One Piece, simbolizan distintas formas de anticristo o mesías. Thiel insistía en su mensaje: que no la IA, sino el miedo a la IA; no el cambio climático, sino el miedo al cambio climático; y no una guerra nuclear, sino el miedo a las guerras nucleares; serán lo que permitirá la llegada de un anticristo que acumule poder y acelere el apocalipsis.
La fascinación de Thiel por el concepto del Anticristo parte de su convicción de que esta figura no llegaría al poder a través del mal manifiesto, sino aprovechando los temores tecnológicos para imponer un control global. Más o menos, viene a decir que el Anticristo se encuentra en la oposición a la actividad de su empresa. “La forma en que el Anticristo dominaría el mundo sería hablando sin parar del Armagedón. Se hablaría continuamente del riesgo existencial”. Pero Thiel no deja de ser el magnate que más habla del Armagedón, además del único que ha dado conferencias al respecto. Además, Thiel ha sugerido en otras ocasiones que la tecnología moderna brinda el “mecanismo” que las representaciones del Anticristo no tienen: la posibilidad de lograr dominio global gracias a la integración de datos y la vigilancia (los servicios que ofrece Palantir), en lugar de mediante la conquista tradicional.