
En las relaciones sexoafectivas intervienen pautas de atractivo, de conexión emocional, de equidad, contención, respeto y deberán tener la flexibilidad necesaria para afrontar las situaciones que se presenten.
Las parejas saben que algo hay que ceder para estar juntos: no es posible tener todo como cuando estamos solteros.
El amor es la base, el resto es una sumatoria de acuerdos tácitos o explícitos. Es ese mismo amor el que ayuda a seleccionar qué cosas uno recorta para estar con el otro, la razón ayuda a cuantificar lo que uno cede y qué recibe a cambio.
La idea romántica del amor impide ver que el vínculo de pareja es un contrato, una interacción en la que hay pérdidas y recompensas. El saber individual está en poner el límite y no comprometer más de lo debido.
La responsabilidad mutua es fundamental para tener una vida de pareja muy satisfactoria.

Sin embargo, no siempre es así, las mujeres que trabajan reciben mayor carga laboral (con el consiguiente estrés) y los hombres organizan sus tiempos justificándose en el trabajo y en que hay actividades que son del área femenina, como si por ley estas tareas estuvieran reglamentadas según el género. También hay mujeres que se aferran a esos quehaceres rutinarios por el simple hecho de que ellas las hacen mejor que los hombres. Las parejas así se vuelven desparejas.
Muchas mujeres reciben esta imagen desigual desde la más tierna infancia, incorporándola como una verdad. Las experiencias de vida ulteriores harán que esta realidad naturalizada se mantenga o se cuestione, buscando otra forma de relación que le de un lugar más justo. El recorrido de vida será fundamental para sumar experiencias y conocimiento y no dejar que el amor sea el justificativo para cualquier acción no deseada.
Y hablando de relaciones desiguales, el factor edad puede ser la búsqueda de igualdad en la relación, aunque no en la edad.

Los prejuicios estarán presentes cuando una mujer joven forma pareja con un hombre maduro: seguridad económica, mejorar su estatus profesional, apego infantil no resuelto (buscar un padre), decepciones amorosas con jóvenes, etc., son algunos de los más frecuentes.
¿Y dónde está el amor? Cuando la pareja es joven se escucha “se aman”, pero cuando ella es joven y él mayor, la afirmación anterior se pone en duda ¿se amarán? Para el imaginario social los intereses mutuos son más importantes que cualquier sentimiento de unión.
El contrato se impone en la medida que ambos saquen réditos de la relación. El imaginario social es implacable para todo aquello que sale de lo esperable. Los tiempos nuevos relajan idea preconcebidas, pero hay ciertos patrones que aún están vigentes.
Respecto al atractivo, el cuidado del hombre en todos los aspectos (físicos, estéticos, sexuales) ayuda a que se consume el vínculo. Los varones maduros saben que deben cuidarse para llegar a la vejez con una buena calidad de vida. La promoción de los factores de salud, así como estar duchos en el manejo de las redes y aplicaciones y fomentar actividades placenteras, son aspectos que ubican al hombre maduro en un lugar competitivo

¿Y dónde está el amor? El amor del hombre maduro no prescinde la intensidad de la juventud, pero tiene el agregado de la experiencia de vida y de las actividades que desea compartir.
Muchas mujeres maduras, separadas o viudas dicen “quiero un hombre para salir, para compartir cosas”, las mujeres jóvenes también desean lo mismo: hombres que le propongan un modelo diferente más que cumplir con los patrones típicos de la feminidad.
Una mujer joven puede amar a un hombre maduro y viceversa, lo mismo sucede en las relaciones homosexuales en las cuales los vínculos con hombres maduros están más naturalizados y con menos prejuicios.
Las parejas con diferencia de edad también sufren por una realidad que se puede convertir en un prejuicio. Para muchas de estas parejas vivir el aquí y ahora es difícil, el futuro puede tener un significado especial según como se lo mire. O se convierte en un desafío o en problema. El tener hijos es uno de ellos. Cuando el hombre ya tiene hijos y la mujer no (y desea ser madre), esta diferencia puede ser un problema, sobre todo si el primero no desea asumir una nueva paternidad. Mucho más sencillo es cuando los dos tienen hijos y pueden armar una familia ensamblada
Otro tema es el paso del tiempo. Siendo uno mayor que el otro la expectativa de la pareja dependerá de cómo tramiten este tema. O se convierte en un tema de preocupación o se convierte en un factor de disfrute, de jugársela toda a sabiendas de que existe un límite inexorable.
Muchas veces la realidad tan poderosa que rompe el vínculo: “Es joven, tiene que hacer su experiencia, conocer a alguien de su edad, ser madre, hacer proyectos, etc.” Nos amamos, pero llegamos en el tiempo equivocado”, “No puedo tener un hijo que no va a poder disfrutar de su padre”, son algunas de las frases que se escuchan en consulta. Las alternativas son varias, todo depende del acuerdo que puedan lograr para llevar adelante un vínculo verdadero.
*El doctor Walter Ghedin (MN 74.794) es médico psiquiatra y sexólogo