La finca de Tatoi, antigua residencia de la familia real griega y lugar de nacimiento de Pablo de Grecia, se prepara para abrir sus puertas al público como museo en 2026, tras décadas de abandono. El Ministerio de Cultura de Grecia lidera la restauración de este espacio, que representa un capítulo fundamental en la historia nacional y encierra profundas emociones para Pablo, quien ha compartido su visión y recuerdos en una sincera entrevista.
Pablo de Grecia, nacido el 20 de mayo de 1967 en Tatoi, fue el último miembro de la familia real en nacer en la finca. Aunque su estancia fue breve —la familia abandonó la propiedad cuando él tenía siete meses, tras el fracaso de un contragolpe contra la dictadura militar—, el significado del lugar permanece intacto para él. “Me alegra que vuelva a abrirse al público y que la gente pueda comprender lo que representó esta familia, una familia que fue parte importante de nuestra historia”, ha expresado a la revista TA NEA.
Sin embargo, el sobrino de la reina Sofía reconoce que la reapertura también le genera cierta tristeza, ya que la casa familiar dejó de pertenecerles hace mucho tiempo. Insiste en referirse a Tatoi como “casa” y no “palacio”, subrayando que, pese a la percepción pública, se trataba de un hogar familiar: “Esta casa fue construida por mi bisabuelo, el rey Jorge I, y la reina Olga, como un refugio rural. Más tarde, la gente empezó a llamarla ‘palacio’ porque los reyes pasaban gran parte de su tiempo allí. Pero si la ven de cerca, comprenderán que era realmente una casa, no un palacio; con muebles preciosos, sí, pero sin excesos. No había nada ‘real’ en términos de lujo. Era una casa familiar”, afirma.

Aunque Pablo no conserva recuerdos directos de su vida en Tatoi, las fotografías de su infancia y los relatos familiares han mantenido viva la memoria del lugar. Durante su primera visita de regreso en 1981, con motivo del funeral de su abuela Federica, encontró la casa exactamente como la habían dejado en diciembre de 1967: objetos personales, ropa y hasta su cochecito de bebé permanecían en su sitio, cubiertos apenas por una fina capa de polvo. “La impresión era que el dueño había salido un momento a comprar cigarrillos”, relata al citado medio. En aquella ocasión, y en una segunda visita en 1993, la familia solo recogió algunos objetos de valor sentimental, como un calendario con fotos de sus padres fechado el día de su partida. “No quisimos llevarnos nada que ya no nos pertenecía”, ha explicado.
El valor de Tatoi trasciende lo personal y se inscribe en la historia de Grecia. La finca fue escenario de reuniones de jefes de Estado, primeros ministros y líderes internacionales, y testigo de momentos decisivos como la liberación del Dodecaneso y las guerras balcánicas, en las que el rey Constantino y el rey Jorge desempeñaron papeles clave. Pablo de Grecia destaca que Tatoi es, en sí mismo, un museo que permite redescubrir episodios a menudo olvidados de la historia nacional. “No importa si alguien apoya o rechaza la monarquía; la historia es compartida por todos”, señala.
La expropiación de Tatoi por parte del Estado griego y la posterior disputa legal marcaron un punto de inflexión para la familia real. Pablo recordó que, en un principio, existía la voluntad de alcanzar una solución equitativa: la mayor parte de la finca pasaría a manos del Estado para su uso público, mientras que la familia conservaría la residencia principal y el cementerio familiar, sin posibilidad de venta ni cambio de uso. Sin embargo, los cambios políticos frustraron ese acuerdo y el Estado declaró que la propiedad ya no les pertenecía. El caso llegó al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que reconoció el derecho de la familia a una compensación. “La compensación, por supuesto, no borra el sentimiento de pérdida. Seguimos sintiendo que nos arrebataron cosas que formaban parte de nuestra vida y de nuestra historia”, afirma el jefe de la extinta casa real griega. A pesar de ello, valora los esfuerzos actuales por preservar el patrimonio, tras años de abandono y deterioro.

En cuanto al futuro de Tatoi como museo, Pablo de Grecia ha expresado su deseo de que el espacio no se convierta en una simple exhibición estática ni en una fuente económica. “Para mí, Tatoi debe estar vivo; no debería transformarse en un museo cerrado. Mi único deseo es que no se convierta en un lugar de explotación o venta comercial”, asevera en la entrevista.
Su visión apunta a un museo dinámico, donde los visitantes puedan experimentar la vida cotidiana de la finca y aprender sobre la historia a través de objetos originales, como automóviles, carruajes, vestidos y obras de arte. Pablo espera que el museo cumpla una función educativa y fomente el respeto por el pasado, permitiendo a las nuevas generaciones conocer y valorar el legado de Tatoi.
De cara a la inauguración oficial, el hijo de Constantino II ha manifestado su intención de asistir, acompañado de sus hijos, para mostrarles el lugar donde se entrelazan la historia familiar y la nacional. Para él, la esencia de Tatoi reside en haber sido un hogar lleno de vida, cuidado y visión de futuro, un testimonio tangible de una época y de una familia que dejó una huella profunda en Grecia.