Naufragio, frío extremo y hambre, la odisea del hombre que pasó cinco días solo en el mar

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En enero de 1997, elEn enero de 1997, el navegante Tony Bullimore sobrevivió cinco días en condiciones extremas tras volcar su barco en el océano Austral (AP)

En enero de 1997, Tony Bullimore, un experimentado navegante británico, vivió una de las historias de supervivencia más extraordinarias en alta mar. Durante su participación en la regata Vendée Globe, una de las competiciones de vela en solitario más exigentes del mundo, su barco Exide Challenger volcó en medio de una feroz tormenta en el océano Austral.

Aislado a más de 2.000 kilómetros de la costa australiana, atrapado en la oscuridad y rodeado de agua helada, Bullimore resistió durante casi cinco días en condiciones extremas, aferrándose a la vida hasta que fue rescatado por la Marina Real.

Bullimore contó en una entrevista que le dio a la BBC que mientras navegaba por el océano escuchó un “ruido” inesperado en el interior de su barco. “El crujido fue como el de una cerilla”, describió más tarde. Esto marcó el inicio del desastre: la quilla del Exide Challenger—la pieza fundamental que mantiene estable la embarcación—se había roto.

En cuestión de segundos, el barco volcó completamente, lanzando a Tony por el interior de la cabina. Al recobrar la orientación, se dio cuenta de que ahora estaba de pie sobre el techo del barco, que se había convertido en el nuevo suelo del casco invertido.

Desde allí, podía ver el mar a través de las ventanas, pero una de ellas pronto cedió ante los golpes de la botavara del mástil, permitiendo la entrada de agua con una fuerza descomunal.

Durante la regata Vendée Globe,Durante la regata Vendée Globe, el Exide Challenger volcó debido a la rotura de la quilla, dejando a Bullimore atrapado en su interior (AP)

El agua helada inundó rápidamente el barco, apagando todos los sistemas eléctricos y sumiéndolo en una oscuridad total. Sin posibilidad de comunicación y con el casco llenándose de agua, el navegante supo que su única opción era encontrar una forma de mantenerse con vida dentro del espacio reducido que le quedaba en la embarcación.

La temperatura del agua era gélida, y la oscuridad total dificultaba cualquier movimiento. La ventana rota permitió que las olas internas arrastraran sus provisiones, dejando su comida, mapas y equipo a la deriva.

Además, mientras intentaba recuperar su balsa salvavidas, sufrió la amputación de parte de su dedo meñique al quedar atrapado en una escotilla.

Ante lo adversa que era la situación, Tony se puso su traje impermeable y buscó un refugio seco dentro del barco. Encontró una estrecha plataforma por encima del agua y usó una red para improvisar una hamaca, evitando la hipotermia. También ató una baliza de emergencia a una cuerda y la empujó fuera del barco, esperando que enviara su señal de socorro.

Durante casi cinco días, racionó lo poco que tenía: una lata de comida, una barra de chocolate y unas bolsitas de agua. Se ató con cuerdas para evitar caer al agua si se dormía y encendía su baliza intermitentemente para conservar energía. Consciente de que sus posibilidades eran mínimas, se aferró a la esperanza de que alguien captara su señal y llegara a tiempo para rescatarlo.

A más de 2.000 kilómetros de la costa australiana, las autoridades marítimas recibieron la señal de emergencia del Exide Challenger.

Paralelamente, otra alerta proveniente del barco del navegante francés Thierry Dubois, que también había volcado en la tormenta, activó una operación de búsqueda y rescate sin precedentes. Aviones de reconocimiento rastrearon la zona, pero la remota ubicación dificultaba los esfuerzos: cada vuelo solo tenía tres horas antes de necesitar reabastecimiento.

La Marina Real Australiana desplegó el buque HMAS Adelaide, que primero localizó y rescató a Dubois. Sin embargo, al llegar al casco volcado de Bullimore, no hubo señales de vida. Fue entonces cuando los rescatistas golpearon el casco y escucharon un sonido de respuesta.

Tony, debilitado y con el oxígeno cada vez más escaso, supo que era su única oportunidad. Se zambulló en el agua helada, nadó a través del interior del barco y emergió en la superficie del océano.

La tripulación lo sacó rápidamente del agua, cubriéndolo con mantas térmicas. A bordo del buque, fue recibido con vítores mientras recuperaba la energía tras casi cinco días de aislamiento, frío extremo y hambre.

La hazaña de Bullimore generóLa hazaña de Bullimore generó reflexiones sobre los riesgos de la navegación en solitario y fortaleció su espíritu como navegante (AP)

El rescate de Tony Bullimore captó la atención mundial. Su resistencia y calma en condiciones extremas lo convirtieron en símbolo de perseverancia. Al llegar a Australia, se reunió con su esposa Lalel en la oficina del Alto Comisionado Británico en Perth, mientras los medios cubrían cada detalle de su milagrosa supervivencia.

Aunque muchos lo consideraron un héroe, él rechazó esa etiqueta, asegurando que los verdaderos héroes eran sus rescatadores. “Me sentiría más feliz si me consideraran afortunado en lugar de héroe”, declaró a la BBC.

A pesar de las secuelas físicas y emocionales, Tony Bullimore no abandonó su amor por la navegación. En varias entrevistas que dio luego del hecho, expresó su gratitud por haber tenido una segunda oportunidad y destacó que la experiencia fortaleció su determinación. Poco después de su recuperación, volvió a participar en regatas, demostrando que su espíritu competitivo y su pasión por el mar seguían intactos.

Más allá del ámbito deportivo, su historia también generó reflexiones sobre los riesgos de la navegación en solitario y la necesidad de protocolos de seguridad más estrictos. Tony Bullimore falleció el 31 de julio del 2018, a los 79 años.

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