En 1990, la televisión británica presentó al mundo a Mr. Bean, un personaje que, con solo 15 episodios, se consolidó como el mayor referente de la comedia británica. Interpretado por Rowan Atkinson y emitido por la cadena ITV, este singular personaje silencioso y torpe conquistó a audiencias de todas las edades, según Espinof.
A pesar de su escasa producción, la serie se transformó en un fenómeno cultural cuya influencia perdura hasta hoy.
El origen de Mr. Bean se remonta a la colaboración entre Rowan Atkinson y su habitual socio creativo, Richard Curtis. Ambos idearon el personaje durante su etapa universitaria, concibiéndolo como una figura de comedia física universal, capaz de provocar risas sin necesidad de palabras.
La serie, lejos de seguir el formato tradicional, se planteó como una colección de especiales para televisión, lo que marcó una diferencia clave respecto a otras producciones de la época, tal como subraya Espinof.
La estructura de la serie también resultó atípica. En lugar de temporadas regulares, Mr. Bean se emitía de forma esporádica: el primer episodio vio la luz el 1 de enero de 1990, pero el segundo no llegó hasta noviembre de ese mismo año.

Esta pauta se mantuvo durante casi seis años, con solo dos o tres episodios anuales, cada uno dividido en varios actos. El episodio final, emitido en diciembre de 1995, adoptó la forma de un recopilatorio, cerrando así la etapa original del personaje en la pequeña pantalla.
A pesar de la limitada cantidad de episodios, la popularidad de Mr. Bean no dejó de crecer. Las redifusiones constantes, la distribución internacional y la presencia en el mercado doméstico contribuyeron a que el personaje se convirtiera en un rostro familiar para millones de espectadores.
Espinof resalta cómo la sencillez y brevedad de la serie la hacían especialmente accesible: ver un episodio era una opción ideal para quienes buscaban una dosis rápida de humor, y no era raro que los espectadores terminaran viendo varios capítulos seguidos.
El impacto de Mr. Bean trascendió con creces la serie original. Tras su despedida en televisión, el personaje protagonizó dos películas, inspiró una serie animada, generó libros y realizó numerosas apariciones en otros formatos, consolidándose como uno de los iconos más reconocibles de la historia de la televisión.

Mr. Bean resulta ganador de una rifa en una fiesta de iglesia. El premio consiste en un viaje en tren a Cannes, una cámara de video y 200 euros. Al comenzar su viaje en París, Bean tiene varios incidentes, como perder su tren tras un inconveniente con una máquina expendedora, y luego interactuar torpemente con la gastronomía local en un restaurante de la estación.
Mientras espera el próximo tren, pide a Emil, un director ruso, que lo grabe con su cámara. Por distraerse repitiendo las tomas, Emil queda en la plataforma y su hijo Stepan termina en el tren junto a Bean. Ambos, ajenos uno del otro, intentan reunirse; los esfuerzos por contactarse son inútiles y sufren nuevas dificultades al quedar sin dinero ni boletos tras una distracción de Bean.
Para recaudar fondos, Bean recurre a un espectáculo callejero. Logra conseguir suficientes recursos para seguir a Cannes, pero pierde el boleto en una circunstancia insólita con un pollo y continúa a pie. Accidentalmente termina en el set de un comercial de yogur ambientado en la Segunda Guerra Mundial, donde provoca caos al recargar la cámara y producir una explosión.
Sabine, una actriz, encuentra a Bean y lo acerca en su auto hasta Cannes. En el camino, encuentran a Stepan. Todos llegan a tiempo para el estreno del festival, aunque en ese punto, tanto Bean como Sabine son sospechosos de secuestro debido a un malentendido divulgado por los medios. Evaden a la policía disfrazándose y logran entrar al evento.
Durante la proyección, la grabación de Bean proyectada accidentalmente encaja con la película, lo que resulta en elogios para todos. Finalmente, Stepan se reencuentra con su padre y los personajes terminan disfrutando de la playa en Cannes.

Espinof subraya que este fenómeno global partió de una premisa sencilla y de una producción sorprendentemente breve.
La historia de Mr. Bean demuestra que una propuesta breve y diferente puede dejar una huella profunda en la cultura popular.