El presidente brasileño subrayó que los ideales con los que fue fundada la ONU tras la Segunda Guerra Mundial “se ven amenazados como nunca antes en su historia”.
Durante la intervención, Lula da Silva detalló cómo, según su visión, el actual escenario internacional muestra una consolidación de un orden marcado por concesiones reiteradas a la política del poder, con “ataques contra la soberanía, sanciones arbitrarias y una tendencia creciente a las intervenciones unilaterales”.
Vinculó esa fragilidad del sistema multilateral con el debilitamiento de la democracia global: “El autoritarismo se ve fortalecido cuando no actuamos ante los actos arbitrarios, cuando la sociedad internacional falla a la hora de defender la paz, la soberanía y el estado de Derecho”.
El discurso incluyó una firme denuncia de las fuerzas antidemocráticas, describiéndolas como agentes que buscan minar las instituciones. “En todo el mundo, las fuerzas antidemocráticas tratan de avasallar las instituciones y sofocar las libertades. Enaltecen la violencia, ennoblecen la ignorancia, actúan como milicias físicas y digitales y coartan la prensa”, puntualizó el mandatario.
Al referirse a los desafíos internos enfrentados por Brasil en los últimos años, recordó que el país “optó por resistir y defender su democracia, esa democracia que habíamos recuperado hace 40 años por su pueblo, luego de 20 años de gobiernos dictatoriales”.
Advirtió contra la legitimación o tolerancia de “medidas unilaterales y arbitrarias” tomadas desde el extranjero en contra de las instituciones o la economía nacional, señalando que “la agresión contra la independencia del poder judicial es inaceptable”.
El brasileño responsabilizó a sectores de la “derecha extrema” por interferencias en los asuntos internos de su país, describiéndolos como “falsos patriotas que planifican y publican acciones contra Brasil” inspirados en nostalgias hegemónicas pasadas.
En uno de los momentos más destacados de la intervención, hizo alusión a un hecho sin precedentes en la historia brasileña, la condena al ex mandatario Jair Bolsonaro. Sin nombrarlo, dijo: “Hace apenas unos días y, por primera vez en nuestra historia, un otrora jefe de Estado fue sentenciado por haber atacado el Estado de derecho democrático. Fue investigado, inculpado, enjuiciado y se le exigieron cuentas por sus actos”.
Añadió que el procedimiento respetó el derecho a la legítima defensa y fue “muy meticuloso”, recordando que prerrogativas de defensa eran negadas en épocas dictatoriales. “Nuestra democracia, nuestra soberanía, no se regatean”, dijo.
En un contexto marcado por la polarización regional, Lula insistió en que América Latina y el Caribe deben mantenerse como una “zona de paz” y destacó la ausencia de “conflictos étnicos ni religiosos” y de “armas de destrucción en masa” en el continente. “Seguiremos como nación independiente y como un pueblo libre de todo tipo de tutelaje”, afirmó.
El presidente brasileño alertó sobre el avance de la criminalización y el uso desproporcionado de la fuerza, diferenciando la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico: “La manera más eficaz de luchar contra el narcotráfico es cooperar para reprimir el lavado de dinero y constreñir el comercio de armas”.
El líder sudamericano conectó sus advertencias sobre la democracia con ejemplos concretos: “Las democracias sanas van más allá de los rituales electorales. Su fortaleza supone la reducción de las desigualdades y la garantía de los derechos fundamentales: alimentos, seguridad, trabajo, vivienda, educación y salud”.
Lula enfatizó que la pobreza es tan enemiga de la democracia como el extremismo y celebró que, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), “Brasil una vez más ha salido del mapa de la pobreza”, aunque remarcó que “en el mundo, seiscientos setenta millones de personas sufren hambre y unos dos mil trescientos millones padecen inseguridad alimentaria”.
A este escenario crítico, Lula propuso aumentar la asistencia al desarrollo y aliviar la presión de la deuda sobre los países más pobres, “sobre todo las naciones africanas”. Planteó crear “normas internacionales de tributación mínima para que los superricos paguen más impuestos que los trabajadores” y revisar el gasto militar mundial.
El presidente subrayó la urgencia de proteger a las familias y la infancia frente al nuevo entorno digital. “Internet no puede ser la tierra de la anarquía. Depende de los gobiernos proteger a los más vulnerables. La reglamentación no supone coartar la libertad de expresión, sino garantizar que lo que es ilegal en el mundo real tenga el mismo tratamiento en el entorno virtual”. Relató con orgullo la promulgación en Brasil de “una de las leyes más avanzadas del mundo sobre la protección de la infancia y adolescencia en el entorno digital” y la presentación de proyectos de ley para “el fomento de la competencia en los mercados digitales y la instalación de centros de datos sostenibles”.
En materia internacional, Lula hizo hincapié en la necesidad de “consolidar la gobernanza multilateral con apego al Pacto Digital Mundial” y destacó la relevancia de “allanar el camino hacia una solución realista” para la guerra en Ucrania. El presidente reconoció que “no hay solución militar” y se refirió a la reciente reunión en Alaska como una instancia de esperanza para el “diálogo y una solución diplomática”, promovida por la iniciativa africana y el Grupo de Amigos para la Paz impulsado por China y Brasil.
Lula también denunció “el uso desproporcionado y legal de la fuerza” en Gaza. “Los atentados terroristas que perpetró Hamas son indefendibles desde cualquier óptica. Pero nada, absolutamente nada, justifica el actual genocidio en Gaza”, remarcó.