Miguel Pita, autor de 'El cerebro enamorado'. (Montaje con imágenes cedidas por Editorial Periférica)¿Qué nos ocurre cuando nos enamoramos? ¿Por qué, de repente, no nos importa nada (y sobre todo nadie) más? Durante mucho tiempo, el amor ha tenido un componente místico para los seres humanos, como si fuera algo que ni siquiera formara parte de nosotros, sino que, casi por decisión de algún Cupido, nos tocara sufrir.
En cambio, para el doctor Miguel Pita, alguien que ha dedicado buena parte de su vida a la investigación de la genética y la biología, puede que ese ‘misterio’ amoroso no resulte tan interesante como lo mucho que, en realidad, la ciencia puede explicarnos del amor. “Es mucho más fascinante que sea culpa de la actividad del cerebro que de cualquier procedencia divina”, asegura en una entrevista con Infobae España.
Así, sin necesidad de pasar por Shakespeare ni apelar a los dioses del Olimpo, este profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, describe el amor desde la ciencia con su nuevo libro El cerebro enamorado (Editorial Periférica), con el que espera “revelar los secretos” de un fenómeno que “todos vivimos, y aun así nos resulta fascinante y comprensible”. “Es el making off del amor", bromea. Y es que, aunque a día de hoy hay algunas parcelas que aún siguen sin explicarse, es la actividad de este órgano la que puede explicar “completamente” un sentimiento que, afirma, es exclusivo de la especie humana.
Cubierta de 'El cerebro enamorado', de Miguel Pita. (Editorial Periférica)Estar enamorado implica mucho más que un simple sentimiento pasajero. Según Miguel Pita, en el amor se “generan una vinculación con una persona concreta a la que le damos un tratamiento obsesivo y se producen reformas en el cerebro que hacen que la presencia de esa persona active las rutas del placer y la ausencia de esa persona produzca estados de ansiedad y sufrimiento”. El cerebro reacciona de manera física y profunda, remodelando circuitos y disparando la producción de neurotransmisores y hormonas que provocan, literalmente, sensaciones extremas de felicidad o angustia según el contacto o la distancia de la persona amada.
Para comprender este complejo proceso, el científico recurre a una comparación tan sorprendente como esclarecedora: “Las drogas hacen algo parecido al amor”. Cuando nos encontramos con la persona que nos gusta, se genera un estímulo que libera una serie de sustancias en nuestro cerebro, “de tal manera que se va cambiando la arquitectura mental para que cada vez tengamos más receptores y seamos más capaces de generar ese impacto placentero en presencia del estímulo“. “Simultáneamente”, añade Miguel Pita, “se va generando una sensación de ansiedad cada vez mayor cuando desaparece el estímulo. Esto es exactamente lo que hacen las drogas”.
La diferencia clave radica en que el amor, a pesar de impactar duramente, “al ser natural, está en unas dosis para las cuales el cerebro está calibrado, de tal manera que cuando alguien tiene que sobreponerse a una ruptura amorosa sufre, pero en unas dimensiones humanas. ”Debe ser difícil morirse de amor, y tampoco es un sentimiento que deje secuelas irreversibles en nuestro cuerpo, como sí hacen las drogas. El momento del sufrimiento es un momento de una intensidad muy fuerte en el cual uno, igual que cuando está enamorado, cuando está desenamorado, no tiene un control total sobre su voluntad”.
Ilustración anatómica de un cerebro. (Imagen Ilustrativa Infobae)Esta es la parte biológica del amor y, por tanto, la que compartimos con muchos otros animales. Sin embargo, Miguel Pita señala que el enamoramiento alcanza otra magnitud cuando se produce en el ser humano por algunas diferencias esenciales. “El amor humano, es decir, el amor romántico, genera un vínculo inalcanzable para ninguna otra especie animal. Hay animales que establecen vínculos de pareja, pero no se enamoran como nosotros”.
La diferencia radicaría, según él, en la capacidad de construir pensamientos abstractos: la capacidad de proyectarnos en el futuro, de crear vínculos abstractos sostenidos por el lenguaje, la comprensión mutua... El ser humano, a través del lenguaje, puede construir junto a su pareja escenarios imaginados, recuerdos compartidos y futuros posibles: “Podemos estar con ella mentalmente. Con la pareja nos hablamos, nos comprendemos, nos proyectamos y entendemos sus gustos y su personalidad”.
Cabe preguntarse, entonces, si esa parte humana del amor es capaz de sobreponerse a la biológica. Esta última, señala Pita, “es intensa y recalcitrante; por ser instintiva, va a estar ahí, dándonos la lata”. Un ejemplo perfecto podrían ser los celos, que aunque puedan resultarnos irracionales en muchos casos, resultan de un mecanismo natural en nuestro cerebro para protegernos ante la “amenaza” de perder algo que nos produce placer. “Lo que estás haciendo al tener celos es garantizar que estás preocupándote porque esa persona con la que tú tienes un vínculo especial y quieres protegerte de que esa persona te dé una nueva situación en la que tú pierdes el placer y ganas el dolor”.
Imágenes de 'Rivales', de Luca Guadagnino. (MGM)Pese a que podemos controlar buena parte de esos procesos, e incluso convivir pacíficamente con ellos, lo cierto es que el amor en sí mismo es algo que no se decide conscientemente. “Voluntariamente, tú no puedes elegir de quién te enamoras”, dice Miguel Pita. “Igual que tú no puedes controlar voluntariamente dejar de respirar. Tu cerebro está diciendo: ‘Respira’”. Puedes decidir que esa persona de la que te has enamorado no te conviene, sobreponerte al instinto, aunque “no sin esfuerzo ni sin sufrimiento”.
Resulta igual de limitada la capacidad de forzar el enamoramiento por interés propio o externo: “El enamoramiento es muy plástico y puede llegar a ser conformista. Puedes acabar enamorándote de alguien con el que pensabas que nunca ocurriría, pero no cuando tú quieras y no de quien tú quieras. Es decir, no porque te empeñes vas a conseguir enamorarte de alguien, porque es un mecanismo que tú no puedes controlar voluntariamente”.
El científico señala, así, dos factores por los que podemos enamorarnos de una persona: “Que la persona cumpla una serie de requisitos inconscientes que tiene nuestro cerebro, y que vamos construyendo a nivel social y cultural a lo largo de nuestra vida, y que nosotros estemos en un estado fisiológico en un momento dado, lo cual depende parcialmente de nuestra genética”.
Para Pita, cada instante de pasión, cada memoria amorosa, cada reacción intensa implica la activación concreta de genes en las neuronas, cambios que contribuyen a que el enamoramiento se sienta tan único e irrepetible para cada persona. En el plano fisiológico, “el enamoramiento implica reformas en el cerebro, sobre todo reformas que son de un tipo que en determinadas zonas donde se produce más síntesis de moléculas como la oxitocina y la dopamina“.
Los besos y caricias liberan en nuestro cerebro oxitocina, dopamina y serotonina. (AdobeStock)El amor romántico intenso, con toda su carga de obsesión, euforia y desvelo, no está diseñado para durar eternamente. Así lo explica Miguel Pita al abordar ese momento crucial en que la pasión inicial desciende en intensidad y da paso a una forma más calmada de vinculación. “Hay un momento en que el amor romántico empieza, por causas fisiológicas, a bajar de intensidad”.
Este declive no es fruto del desinterés o del desgaste emocional únicamente, sino de una transformación física en el propio cerebro en la que sustituimos la dopamina inicial por otra sustancia menos intensa pero también placentera, la oxitocina. “Hay un reemplazo de un tipo de receptor que produce excitación por otro menos excitante. resulta natural incluso si lo analizamos desde una perspectiva práctica, porque el estado de enamoramiento es un estado descontrolado, en el que no estamos en la plenitud de nuestras capacidades”.
El descenso de la pasión cumple una función adaptativa y beneficiosa: ayuda a recuperar el equilibrio y la estabilidad personal. El autor de El cerebro enamorado señala que este proceso puede conducir a dos desenlaces posibles: “Para algunas personas esa transición es motivo suficiente para romper el vínculo porque se pierde esa excitación… y hay otras personas en que simplemente lo que hacen es una transición al amor maduro en el que, sin pasar por la excitante locura de los primeros meses o los primeros años, estaos bien juntos”.
Un conocimiento profundo sobre los mecanismos biológicos del amor podría parecer, a primera vista, una amenaza al misterio y la poesía que históricamente lo rodean. Miguel Pita lo refuta con convicción: “Yo creo que lo interesante del amor no es el carácter místico. De nuevo, como hablábamos antes, el amor es tan poderoso que te da igual lo que sepas. Es decir, aunque lo supieses todo, tú vas a sentir amor y, aunque lo sepas todo, si te dejan vas a sentir sufrimiento”.
Además, revaloriza el deseo de saber como una fuente de belleza y de asombro por derecho propio. “Una de las ventajas de la especie humana es que puedes saber qué hay detrás de todos los fenómenos. No, todavía no los conocemos todos, pero tenemos un método, que es el método científico, para aspirar a comprender. Igual que intentamos comprender el origen del universo y la evolución humana, comprender el origen de los fenómenos más cotidianos a mí me parece fascinante”.
Frente a quienes temen perder la intensidad por saber demasiado, Miguel Pita concluye la entrevista con un mensaje tranquilizador: “Quizá si el conocerlo hiciese que la capacidad de amar fuese menos intensa, entonces no merecería la pena conocer qué hay detrás. Pero como conocerlo no le quita al amor ni un ápice de intensidad, yo creo que, eh, son todo ventajas a la hora de saber en qué consiste.”
hace 2 días
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