Un perro que olvida la comida, evita el contacto y busca de manera constante su juguete preferido dejó de ser una simple anécdota familiar.
Ahora, investigadoras científicas de Suiza y Austria descubrieron que algunos perros muestran conductas con su juguete que se asemejan a una adicción.
Registraron por primera vez esos comportamientos, que se alejan de la diversión cotidiana y ponen el foco en la salud mental del animal. Publicaron el estudio en la revista Scientific Reports.
Los resultados abren un debate sobre el bienestar y las rutinas en los hogares con animales. Porque al desarrollarse una relación perjudicial con los juguetes, se puede afectar su armonía física y emocional. Esto plantea la necesidad de revisar cómo se manejan el juego y los objetos.
La investigación fue realizada por Alja Mazzini, Stefanie Riemer y un equipo de expertos en comportamiento animal de universidades de Suiza e Italia.

En diálogo con Infobae, la primera autora del estudio, la doctora Mazzini, veterinaria y especialista en comportamiento animal del Departamento de investigación clínica y salud pública Veterinaria de la Universidad de Berna, Suiza, expresó a partir de los resultados de su trabajo que “la industria de juguetes para animales debería, al menos, repensar el diseño y la forma en que se promocionan ciertos juguetes, especialmente aquellos que fomentan el juego repetitivo y sin fin”, afirmó.
“Nuestros resultados sugieren que juguetes como pelotas o lanzadores pueden funcionar como imanes motivacionales para algunos perros. Pueden producir gran anticipación y perseverancia, y llegar incluso al agotamiento o frustración”, resaltó.

Para Mazzini, “sería positivo que las empresas pongan el foco en juegos cooperativos y de desafío mental, como tirar de la cuerda o buscar objetos, en lugar de solo actividades de persecución veloz”.
También podrían sumar advertencias claras en los envases al recomendar pausas, variedad y el uso del juguete como parte de un plan de enriquecimiento equilibrado.
En definitiva —enfatizó la investigadora— “los juguetes son una herramienta excelente para crear vínculo y estimular a los perros. Pero su diseño y su uso deben favorecer una interacción saludable, sin fomentar conductas que puedan volverse compulsivas”.

El interés en hacer la investigación surgió ante la falta de análisis sistemáticos sobre el comportamiento de uso de los juguetes. Solo había relatos de cuidadores y anécdotas sin base científica.
El equipo se propuso establecer si los comportamientos hacia juguetes específicos cumplen criterios similares a las adicciones conductuales humanas, como la dificultad para dejarlos de lado pese a otras alternativas.
Seleccionaron perros con alto impulso hacia el juego, sin importar su raza o edad. Reunieron 56 machos y 49 hembras en la muestra. Las razas más frecuentes fueron pastor belga Malinois, Border Collie y Labrador Retriever.
El objetivo central fue cotejar parámetros de la etología y la psicología clínica, al diferenciar entre un apego lúdico saludable y una reacción que afecta rutinas e intereses fundamentales del perro.
La metodología puntualizó comportamientos como la persistencia para acceder al juguete aun cuando estaba fuera de alcance y la disminución del interés por el alimento o la interacción social.

El estudio empezó al identificar los síntomas de adicción conductual en humanos, como el foco fijo y la dificultad para interrumpir una actividad placentera. Tras ese paso, dejaron que cada perro eligiera su propio juguete antes de la prueba.
La evaluación incluyó observaciones durante el acceso libre al objeto y al quitarlo del ambiente y se sumaron encuestas a personas que conviven con perros para conocer el manejo habitual de los juguetes en la casa.
De los 105 perros con alta motivación por el juego que participaron en el estudio, 33 mostraron conductas que cumplen criterios considerados por los investigadores como comparables a una adicción conductual.
Estos animales priorizaron el contacto con el objeto por encima de comer, moverse o buscar contacto humano.

En algunos casos, la ausencia del juguete generó búsqueda y atención exclusivas al punto de desplazar cualquier otro estímulo. Incluso, varios perros no lograban serenarse tras quince minutos sin su objeto de interés.
Las mediciones permitieron distinguir entre animales que solo juegan y aquellos que desarrollan una fijación extrema, basada en parámetros objetivos y repetida en circunstancias distintas.
Uno de los puntos destacados por las investigadoras fue la poca respuesta de estos perros ante alternativas normalmente atractivas, reforzando la comparación con modelos de adicción descritos por la psicología humana.

El equipo recomienda que las personas que consulten con profesionales si el apego al juguete se vuelve intenso y afecta la calidad de vida del animal. Sugieren no minimizar cambios bruscos en el comportamiento lúdico.
Las investigadoras reconocieron que el trabajo tiene limitaciones. Una de ellas es que se centró en perros con alta motivación por el juego y no en el total de la población canina. Por eso, consideran que hacen falta investigaciones en contextos más diversos.
Al ser entrevistada por Infobae, Mazzini dio recomendaciones para las personas que conviven con niños pequeños y perros.

“Los perros que muestran comportamientos adictivos con los juguetes pueden excitarse mucho y sentir frustración cuando no pueden acceder a ellos, por lo que es fundamental supervisar siempre el juego con juguetes. En estos casos, lo mejor es limitar la disponibilidad de los juguetes. Sacarlos solo para sesiones cortas y controladas, y guardarlos después”, dijo.
También resulta útil variar los premios. “Hay que incentivar al perro a disfrutar de un rompecabezas de comida, actividades de olfato o interacciones sociales tranquilas, para que el juguete no sea la única fuente de estímulo”, subrayó.
Después de jugar, conviene incorporar una breve fase de “enfriamiento” que ayude al perro a calmarse y reducir la excitación.
Por motivos de seguridad, los niños pequeños nunca deben intentar quitar el juguete favorito al perro ni jugar sin supervisión. Existe el riesgo de que esos perros pueden reaccionar de forma impulsiva o frustrarse.

“El objetivo es que el juego con juguetes sea placentero y positivo. Hay que evitar que se vuelva compulsivo o cause estrés tanto al animal como a la familia”, recomendó Mazzini.
En tanto, consultada por Infobae, la doctora en psicología Mariana Bentosela, que estudia las habilidades sociocognitivas de los perros en el Instituto de Investigaciones Médicas, que depende del Conicet y la Universidad de Buenos Aires, opinó sobre el estudio publicado en Scientific Reports.
“El grupo de autores señalan que el juego es, por sí mismo, una actividad recompensante y placentera. Pero se ha comprobado en los seres humanos que puede transformarse en una conducta adictiva. Para evaluar este fenómeno en perros, se aplicó una batería de pruebas a 105 animales”.
Los resultados sugieren que los perros sí pueden desarrollar comportamientos similares a una adicción.

Pero la doctora Bentosela junto con Laura Rial, veterinaria y becaria del Conicet, consideraron que existen ciertas limitaciones que deben considerarse.
“La principal limitación es que el estudio incluyó perros extremadamente motivados por el juego, así como razas de trabajo seleccionadas por presentar una mayor tendencia lúdica, lo que no refleja a toda la población canina”, señalaron.
Además, dentro de la muestra evaluada, el grupo de perros con puntajes altos fue notoriamente menor. Esto indica que el comportamiento motivado de forma extrema por los juguetes, que impide a los perros realizar otras actividades y responder a otros estímulos, ocurre con baja frecuencia en la población general.

Por último, “es fundamental tener en cuenta que en animales no humanos solo se puede hablar de patrones de conducta similares a la adicción, pero no de adicción propiamente dicha. En resumen, no es preocupante que tu perro disfrute de jugar con juguetes siempre que esto no interfiera en su rutina. Si se observan conductas problemáticas vinculadas al juego, es importante consultar con un veterinario especializado en etología”, afirmaron Bentosela y Rial.