Los 30 años de 'Toy Story': la animación no ha vuelto a ser la misma

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La era Pixar comenzó con la primera entrega de la popular franquicia. Nos ha dado innumerables éxitos, pero también se ha perdido algo.

Hay tantas formas de medir el éxito de Toy Story que puedes elegir. Las cifras de taquilla, unos entonces --y todavía-- asombrosos 400 millones de dólares. El excepcional Premio Especial de la Academia que recibió (solo se ha entregado uno desde entonces). El comienzo no solo de una exitosa franquicia, sino también de un estudio que ha cambiado la industria (Pixar), con películas muy taquilleras que suelen hacer llorar al público de todas las edades.

Pero el efecto duradero más significativo de Toy Story, estrenada hace 30 años este fin de semana, tiene que ver con su animación.

Podemos considerar nuestra era de entretenimiento digital como anterior y posterior a Woody y Buzz Lightyear, esos juguetes (a los que ponen voz en inglés Tom Hanks y Tim Allen) que cobran vida cuando su dueño, Andy, de 6 años, no está. Antes de Toy Story, el cine de animación se dibujaba a mano, y estaba dominado por Disney desde que su clásico de 1937, Blanca Nieves y los siete enanos, presentara al público el primer largometraje de animación.

De hecho, Toy Story aterrizó justo en medio de otra era dorada de Disney, cuando el estudio estrenaba clásicos como Aladdín, El rey león y Pocahontas. Aunque las imágenes generadas por computadora se utilizaban en las películas desde los años 70, se empleaban sobre todo para efectos especiales, no para la suma total. Cuando Toy Story llegó a los cines justo antes del Día de Acción de Gracias de 1995, fue el primer largometraje totalmente animado por computadora y marcó el comienzo de una marea de películas con imágenes de CGI que rápidamente se convirtieron en la norma, no en la excepción. Ahora, 30 años y muchas secuelas de Toy Story después --incluida una quinta Toy Story que llegará el próximo mes de junio--, la animación por computadora reina, mientras que la animación dibujada a mano se ha convertido en una novedad.

Aunque Toy Story dura solo unos flamantes 81 minutos, la cantidad de trabajo que se invirtió en el producto final fue notable. Los personajes se crearon mediante esculturas físicas de arcilla que luego se escanearon para convertirlas en diseños animados por computadora. Después se añadieron cientos de controles de movimiento para que los personajes se movieran con realismo. Pixar diseñó su propio software de renderizado, para el que los animadores tenían 117 computadoras funcionando las 24 horas del día. La renderización de un fotograma individual podía llevar desde casi una hora hasta 30 horas completas, y había más de 100.000 fotogramas para trabajar en la película.

El resultado fue, en aquel momento, asombroso. Los efectos visuales eran vibrantes y juguetones, apropiados para una película sobre juguetes vivientes. Y muchos de los minuciosos detalles eran difíciles o imposibles de reproducir en la animación dibujada a mano de la época. Puedes ver cómo se mueve la sombra de Andy mientras juega con los juguetes, así como la luz que se refleja en los ojos de Woody y el casco de Buzz. Los suelos de madera de la habitación de Andy tienen un brillo de calidad comercial y un intrincado veteado de madera, y en las escenas de primer plano a la altura de los ojos de los juguetes, puedes captar las rozaduras, marcas y abolladuras de las puertas de los armarios y de los muebles que los rodean.

Pero una mirada más atenta a la película hoy revela algunas de las asperezas de la animación. El programa informático que utilizó la película funcionaba mejor con objetos geométricos sencillos como, por ejemplo, una pelota saltarina o bloques de juguete. Las formas y texturas más complejas tendrían un aspecto plasticoso, otra razón por la que la película se centró más en los juguetes que en los personajes humanos. La disposición de los rostros de los humanos se parece, y sus expresiones son limitadas. Algunos de los fondos, como en las escenas en que la familia de Andy va en coche por su barrio suburbano, parecen el fondo genérico de un videojuego.

Pixar perfeccionaría rápidamente la forma con sus películas posteriores. En películas como Los Increíbles, los rostros, formas y movimientos de las figuras humanas animadas por computadora podían rivalizar con los de la animación dibujada a mano, y proporcionar efectos que esta última no podía. Películas como Monsters, Inc. , en particular su monstruo peludo azul y morado, Sully, mostraron cómo la animación por computadora podía crear una sensación inmersiva de textura, con el pelo de un abrigo de piel ondeando al ritmo del movimiento del personaje y el entorno externo.

Todavía existe un público para la animación tradicional, como la obra del cofundador del Studio Ghibli, Hayao Miyazaki, quien es conocido por priorizar el minucioso y detallado arte dibujado a mano sobre las imágenes generadas por computadora en sus películas. Cuando Miyazaki estrenó El niño y la garza en 2023, el entusiasmo por su primera película en 10 años podía leerse como una celebración de una forma tradicional que se había convertido en nicho. La propia narrativa del Toy Story original parece una metáfora adecuada del gran cambio que la película supuso en la industria, y de las consecuencias que siguieron.

El clásico de Pixar trataba de las maravillas de lo artificial convertido en real, y en su momento eso se hizo a costa de que lo humano pareciera artificial. Ahora que se han perfeccionado los efectos visuales artificiales, tenemos películas impresionantes y nuevas proezas de la animación, pero un conjunto diferente de valores de la industria. Cuando lo artificial se ha convertido en lo más económico para los productores y es lo que vende en taquilla, la realidad --el ingenio humano, el arte-- suele quedar relegada en el fondo del baúl de los juguetes.

Maya Phillips es crítica de arte y cultura en el Times.

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