La llamada Revolución Cultural en la década de 1970 con Mao Zedong condujo a la muerte de varios millones de personas bajo hambruna. Mas de 500 millones vivían entre la pobreza y la extrema pobreza.
No fue hasta 1978 que el elegido por el Partido Comunista de China, Deng Xiaoping, decidió [ante la insostenible situación] iniciar un proceso de reformas económicas y apertura bajo el auspicio “directo” del expresidente estadounidense Jimmy Carter.
De acuerdo con el Banco Mundial, la cifra bajó a 375 millones en la década de 1980.
De una importación directa en esa última década de 4.000 millones, pero con inversiones de decenas de miles de millones de dólares e industrialización avanzada estadounidense, China pasó a exportar en 2018 (primer mandato de Trump) 539.500 millones de dólares y en 2022 superó los 750.000 millones (más del 22% de las importaciones totales de EEUU.
Congresistas y exasesores republicanos han pedido por años regresar las producciones al país. La materialización de estos esfuerzos se hizo notable con la llegada al poder de Trump en 2017.
La invasión china
Más de 20.000 empresas estadounidenses de capital mixto operan actualmente en China, con el aumento sustancial y sostenido en los últimos 30 años de decenas de millones de empleos que salieron de EEUU y otras partes del mundo.
En el 2024, los productos chinos representaron el 14% de las exportaciones totales de EEUU, en medio de un impulso más general de traer de vuelta a las grandes y medianas firmas estadounidenses asentadas en las principales regiones industriales de China. Otras comenzaron a relocalizarse en países como India, Vietnam, Tailandia, Taiwán, Corea del Sur y en países de Latinoamérica como Brasil, Argentina, Chile y Colombia.
Los simples datos estadísticos, a pesar de que son gigantescos, no reflejan el verdadero motor estadounidense en el crecimiento del país asiático, donde la falta de regulaciones y controles facilitaron el robo de tecnología y propiedad intelectual de Washington, entre otras graves violaciones como la falsificación de productos y el despliegue del espionaje económico.
Zheng Xiaoqing, ciudadano estadounidense de origen chino y empleado del conglomerado multinacional General Electric, fue acusado de robar información económica confidencial de la compañía vinculada a sectores de la salud, energético y aeroespacial. Todos los datos fueron enviados a China. Apenas un solo ejemplo de las diversas formas de espionaje económico que utiliza el régimen para socavar el desarrollo tecnológico estadounidense.
De hecho, en múltiples ocasiones las mismas empresas radicadas en China son víctimas de robo de datos confidenciales o simplemente otras empresas asiáticas y el propio gobierno chino -a través de terceros - tienen acceso a información de compañías estadounidenses.
El sector de los semiconductores es una de las grandes víctimas de las acciones ilegales del gigante asiático.
Washington reacciona
Aprobada de forma bipartidista por ambas Cámaras del Congreso en Washington, Joe Biden firmó en 2024 una ley de restricción a las empresas estadounidenses para evitar o dificultar al máximo que cualquier empresa china, todas bajo el control del Partido Comunista, acceda a la tecnología estadounidense, en especial los chips, microchips o semiconductores de alta generación y capacidad, utilizados en la aviación civil y militar, la marina, las comunicaciones y otros sectores importantes.
El ataque más reciente de Pekín en la guerra comercial de aranceles se enfocó en el gigante Boeing, que se encuentra en estos momentos en una situación algo vulnerable tras dos trágicos accidentes con sus aeronaves 737 Max en 2017 y 2018.
Hasta el 2024 el gigante aeronáutico ha estado vinculado a más de 500 incidentes con cuestionamientos sobre la seguridad y la supervisión en las fabricaciones o en las firmas subcontratadas para piezas. Lo mismo le ha sucedido a su gran competidor Airbus, pero con datos más favorables.
[Quien decidió escalar en la guerra comercial fue China]. Desde hace años imponía el 67% de aranceles a productos estadounidenses.
Como parte de los llamados aranceles recíprocos (que no han sido recíprocos, sino benévolos o moderados), Washington decide el 34%. Fue entonces, sin razón, que el régimen comunista estalló en cólera y subió la parada al 84%, a lo que EEUU respondió primero con 104% y luego con el 125%, que tomando en cuenta el 20% del acuerdo comercial en enero de 2020 sumó 145%.
Ataque directo a Boeing
Fue entonces cuando China ordenó a las compañías aéreas nacionales suspender todas las recepciones de aviones del fabricante estadounidense Boeing, lo que demuestra en primer lugar el rígido control de la economía y de las empresas por parte del Partido Comunista.
El presidente de Estados Unidos Donald Trump confirmó el hecho.
"Curiosamente, acaban de retractarse del importante acuerdo con Boeing. Afirman que 'no tomarán posesión' de los aviones", declaró Trump en su red Truth Social, en un momento de grandes tensiones entre las dos mayores economías del mundo.
La negativa de China también incluye la adquisición de piezas de repuesto y materiales específicos para el mantenimiento de las aeronaves.
A finales de marzo la cartera de pedidos contenía 130 aviones para clientes chinos (compañías aéreas y de arrendamiento). Analistas coinciden que la cifra puede ser mayor, ya que algunos compradores se negaron a entrar en el enfrentamiento público.
Después de esta acción del régimen chino, Trump volvió a responder y subió la parada: ahora serán de 245% los aranceles que tendrán que pagar las empresas de ese país si quieren que sus productos entren en el mercado de EEUU.
¿Puede China menguar el empuje de los aranceles del gobierno de EEUU al dejar de comprar aviones y piezas a Boeing?
Definitivamente no. Boeing cuenta con relevantes mercados para suplir los pedidos chinos. No obstante, sí puede haber un impacto inmediato, ya que se habla de pactos de decenas de miles de millones de dólares.
El director general de Ryanair, primera aerolínea de Europa en número de pasajeros también afirmó que se plantea retrasar la recepción de aviones encargados a Boeing si estos cuestan más caros ahora por los aranceles.
La empresa, radicada en Irlanda, debe recibir 25 nuevos Boeing a partir de agosto, pero su jefe, Michael O'Leary, dijo a Financial Times que no necesita esas aeronaves hasta "marzo o abril de 2026". No obstante, el retraso no significa rechazo e incluso le otorga un respiro en la producción a Boeing con una extensa lista de entregas que ha comenzado a subir.
Datos esenciales
En 2024, el fabricante entregó 350 aviones, una cifra muy alejada de su récord en 2018 (806 aviones). En 2025 se prevé que el cumplimiento de contratos sume 570 aeronaves y en 2026, la cifra podría llegar a los 700, un número que marca el despegue y pone a Boeing nuevamente en su trayectoria de triunfo.
Esta es una industria que requiere enormes inversiones y tecnología para competir y sobre todo un estricto control en la calidad para evitar otros desastres aéreos, que atentan contra su credibilidad y confianza de los compradores y viajeros.
Boeing, a pesar de una recuperación en camino con el nuevo presidente ejecutivo Robert Kelly Ortberg, reportó fuertes pérdidas en el cuarto trimestre del año anterior, tras un duro 2024 en el que enfrentó una larga huelga laboral y problemas de seguridad en sus aviones comerciales.
El gigante estadounidense de la aviación tuvo pérdidas de 3.900 millones de dólares en el último trimestre, lo que elevó el rojo anual a 11.800 millones de dólares.
Los ingresos del cuarto trimestre fueron de 15.200 millones de dólares, un 31% menos que en el mismo período del año anterior.
Esta caída refleja una menor cantidad de entregas de aviones, con apenas un tercio del nivel registrado en el mismo período de 2023.
Esto se debió a una huelga de trabajadores por más de siete semanas que paralizó dos importantes plantas de montaje en Seattle.
El rendimiento de Boeing también se vio empañado por un vuelo en enero de 2024, en el que un 737 MAX operado por Alaska Airlines realizó un aterrizaje de emergencia después de perder un panel del fuselaje en pleno vuelo.
Sin embargo, el panorama comenzó a dar un giro y en el primer trimestre de 2025 Boeing entregó 156 aviones, un 41% de aumento en comparación con igual período de 2024.
Entre los jugosos contratos recientes para Boeing figura la fabricación del avión de combate estadounidense F-47, en sustitución del Lockheed Martin F-22 raptor. El valor del convenio es de 20.000 millones de dólares.
Otro es la entrega a BOC Aviation de 50 aviones 737 Max 8.
La aerolínea Korean Air comprará a Boeing decenas de aviones por un valor de 32.000 millones de dólares.
El secretario de Comercio estadounidense, Howard Lutnick, anticipó la firma del acuerdo en el que también participa GE Aerospace.
"El acuerdo abarca la compra por parte de Korean Air de hasta 50 aviones de fuselaje ancho fabricados por Boeing con motores de GE Aerospace", según el Departamento de Comercio.
Boeing, pilar económico
Más allá de los nuevos contratos, la transnacional americana posee clientes en 150 países y empleados y operaciones en más de 65, además de que mantiene alianzas de fabricación, tecnología y servicio con empresas y gobiernos de todo el planeta. Su alcance no está restringido a lo que compre China o cualquier otro país de forma independiente.
En busca de una mayor rentabilidad, el fabricante aeronáutico comenzó a despedir en diciembre a 17.000 empleados, la gran mayoría personal administrativo.
Kelly Ortberg señaló que los despidos son necesarios para reajustar la compañía y balancear su presupuesto.
China y EEUU juegan ahora al gato y al ratón y son más las estrategias de presión que lo que se espera suceda en la práctica.
El poder tecnológico, económico, geopolítico y comercial de EEUU no se ciñe a una gran compañía como Boeing y el daño y las presiones que pretende el régimen de Jinping no deben mellar el avance de la abarcadora estrategia de gestión del presidente Trump, quien trabaja para poner en orden el presente y futuro a beneficio del país y de todos los estadounidenses.
Trump persigue la transición de una economía de consumo a una de producción y creación de riquezas, y para eso necesita el retorno de las multinacionales a fabricar en el país, crear millones de empleos y regresar a los métodos que hicieron grande a la nación. De ahí su estrategia centrada en Make America Great Again.
Pero para eso también se necesitan grandes reajustes, cambios de legislaciones, creación de incentivos y eliminación de trabas burocráticas. En todos esos flancos trabaja el equipo de la Casa Blanca.
Su postura está bien definida: sólo las concesiones necesarias para sentarse en la mesa de negociaciones con un plan preconcebido y estructurado por partes con cada uno de los agentes fundamentales del mercado mundial.
"China necesita alcanzar un acuerdo con nosotros. No tenemos que hacer un trato con ellos. No hay diferencia entre China y otro país, excepto que son mucho más grandes", recalcó una declaración de Trump dada a conocer por su portavoz Karoline Leavitt.
"El presidente ha afirmado, de nuevo, y de manera muy clara que está abierto a un acuerdo con China. Pero es China la que necesita un acuerdo con Estados Unidos", precisó.
El secretario del Tesoro Scott Bessent dijo que “en cualquier momento llega un acuerdo económico definitivo entre las dos principales potencias del mundo”, al tiempo que se negocian otros pactos con más de 75 países de forma individual, la mayoría de ellos aliados comerciales tradicionales de EEUU dispuestos a transar frente a las justas solicitudes de Washington por un comercio libre, pero [realmente justo].
A estos países, se les deja ahora durante 90 días un gravamen mínimo del 10%. Y entre ellos se encuentra Japón y Corea del Sur, dos naciones por las que Trump ha pedido prioridad.
“No existe ese comercio justo y libre del que nos hablan. Nos han engañado durante décadas y eso no ocurrirá otra vez”, ha reiterado [con plena convicción] el mandatario estadounidense.
FUENTE: Con información de AFP y otras fuentes.