La voz de la infancia en el universo virtual: por qué es clave reconocer nuevas experiencias y lenguajes

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Niños y adolescentes construyen identidadNiños y adolescentes construyen identidad y vínculos legítimos en entornos digitales, muchas veces subestimados por el mundo adulto (Imagen Ilustrativa Infobae)

En el documental La singular vida de Ibelin, estrenado este año en Netflix y considerado uno de los más conmovedores de 2024, se cuenta la historia real de Mats Steen, un niño noruego que nació con una enfermedad muscular degenerativa.

Desde pequeño comenzó a perder fuerza. Se caía seguido, y no podía trasladarse como se esperaba para su edad. El mundo se fue derrumbando tal como lo conocían, para reconstruirse desde otro lugar. Mientras su mundo exterior se achicaba, algo comenzaba a florecer en su interior.

Sus padres y su hermana lo acompañaron con amor y cuidados. Cuando Mats murió a los 25 años, descubrieron que había vivido entre 15.000 y 20.000 horas en un universo digital, en el que había construido amistades, vínculos, sentido. Un lugar donde podía ser él mismo.

Ibelin se había convertido en un referente emocional para muchas de las personas que habitaban la comunidad digital de la que formaba parte, alguien que amaba, sostenía, acompañaba, dejando una huella profunda en quienes lo conocieron.

Los lenguajes digitales permiten aLos lenguajes digitales permiten a niñas, niños y adolescentes expresarse, construir identidad y compartir emociones fuera de lo presencial (Imagen Ilustrativa Infobae)

Lo más sorprendente fue que su familia nunca había dimensionado ese papel fundamental que Mats tenía en ese universo virtual, para ellos fue como descubrir otra vida entera que él había habitado con plenitud y sentido.

Al mismo tiempo que participaba en la comunidad Starlights del videojuego World of Warcraft, fue escribiendo un blog, su diario íntimo. Sus padres lo supieron después, cuando al avisar de su fallecimiento recibieron cientos de correos de personas de distintos países.

Les contaron que Mats —Ibelin, el nombre que eligió para sí en ese mundo— les había cambiado la vida. Que gracias a él habían atravesado pérdidas, duelos, soledades.

Ibelin vivía en un mundo que los adultos desconocían. No por falta de amor, sino porque muchas veces no saben cómo acercarse a las formas en que niñas, niños y adolescentes se expresan. Hay lenguajes, territorios, gestos, modos de estar que escapan a la gramática adulta.

Los espacios digitales permiten desplegarLos espacios digitales permiten desplegar creatividad, curiosidad y alegría, y también compartir y procesar situaciones dolorosas (Imagen Ilustrativa Infobae)

Hace tiempo que lo real es híbrido. No se trata solo de lo presencial o lo digital, lo corporal o lo simbólico, lo íntimo o lo público. El mundo es híbrido.

Esa condición encuentra resonancia en el concepto de “entre”, trabajado por el filósofo Jean-Luc Nancy —no en relación con entornos digitales, sino como una categoría ontológica—, un espacio de exposición mutua donde el sentido no reside en los extremos, ni adentro o afuera, sino en lo que se produce de manera relacional.

Extrapolando su planteo al presente, podríamos decir que también en ese “entre” contemporáneo —un entramado de presencias, emociones y vínculos que transitan entre lo digital y lo encarnado— todos, y quizá especialmente niñas, niños y adolescentes, construyen experiencias legítimas.

Negar ese “entre” es negar parte de la realidad que ya habitamos. Comprenderlo no es un acto de sensibilidad o apertura, sino una responsabilidad ética del mundo adulto frente a los modos contemporáneos de ser y estar y, en definitiva, de realismo.

Las formas de comunicación conLas formas de comunicación con memes, avatares y playlists pueden ser gestos cargados de sentido que la mirada adulta suele deslegitimar (Imagen Ilustrativa Infobae)

A veces son memes, emojis, avatares o posteos breves los que dicen mucho más de lo que aparentan. No son adornos decorativos, pueden ser gestos cargados de sentido, formas de posicionamiento afectivo, cultural o incluso político. Sin embargo, en lugar de tender puentes, estas expresiones suelen ser deslegitimadas o minimizadas.

Las formas expresivas de niñas, niños y adolescentes que no encajan en las categorías adultas —por su lenguaje, estética o soporte— tienden a ser subestimadas o descartadas. No siempre se les reconoce el estatuto de palabra ni se las considera vehículos legítimos de comunicación, identidad o construcción de sentido.

Pero esto no se explica únicamente por una brecha generacional. Desde siempre, los adolescentes han inventado lenguajes propios, en parte para resguardarse del control adulto, en parte para afirmarse como sujetos. Lo que cambia hoy es la escala, la profundidad y la persistencia de los entornos digitales. No se trata solo de ocultarse, se trata de habitar otros modos de existencia, de relación, de expresión.

Esta forma de ser y estar en el mundo nos atraviesa a todos, aunque en distintos grados. Para muchas niñas y niños —nacidos digitales— lo digital no es un refugio ni un escape, sino un espacio vital donde se construyen lazos, identidad y sentido.

Los dispositivos digitales ya noLos dispositivos digitales ya no son solo herramientas, son escenarios donde se construyen comunidad, pertenencia y subjetividad (Imagen Ilustrativa Infobae)

Esta historia pone en evidencia una tensión persistente, ¿cuántas experiencias valiosas deslegitimamos solo porque no se ajustan a los formatos que el mundo adulto reconoce como “reales”?

La infancia no siempre se expresa en los registros que el mundo adulto considera legítimos. Hay adolescentes que escriben en foros con nombres inventados, que se comunican a través de imágenes, playlists, memes o relatos fragmentarios. Lenguajes en los que despliegan identidad, juego, deseo, y también dolor.

Estas formas no solo son canales de comunicación, sino también dispositivos de organización emocional y psíquica. Son modos de desplegar la curiosidad, la creatividad, la alegría, y también de elaborar situaciones dolorosas y compartirlas con otros.

Desde una perspectiva clínica, esto es fundamental, niñas, niños y adolescentes no se vinculan con su entorno exclusivamente desde el lenguaje hablado, sino también a través de lenguajes performáticos, visuales, simbólicos y digitales.

Los mundos digitales permiten aLos mundos digitales permiten a niñas, niños y adolescentes crear lazos, compartir emociones y construir identidad en un entorno legítimo (Imagen Ilustrativa Infobae)

La pregunta es si somos capaces de encontrar esas formas de presencia y darles estatuto de palabra, sin exigir que se acomoden a los moldes del decir adulto.

El adultocentrismo no es solo una cuestión de poder, sino también una limitación de perspectiva. Muchas veces, sin intención, el mundo adulto tiende a validar únicamente aquellas expresiones que le resultan familiares o comprensibles. Lo demás corre el riesgo de ser visto como frívolo, vacío o irrelevante.

Sin embargo, para muchas infancias, esas formas no convencionales representan modos esenciales de construir sentido en un entorno que a menudo restringe sus posibilidades de expresión.

Esa forma de habitar lo digital, de construir lazos en lo simbólico y lo sensible, no es evasiva ni ficticia. Es real. No necesita validación adulta para existir. Allí, en ese entre, se despliegan nuevas formas de comunidad, de identidad, de presencia.

Muchas veces, sin intención, elMuchas veces, sin intención, el mundo adulto tiende a validar únicamente aquellas expresiones que le resultan familiares o comprensibles. Lo demás corre el riesgo de ser visto como frívolo, vacío o irrelevante, dijo Almada (Imagen ilustrativa Infobae)

Vivimos en una multiplicidad de planos coexistentes, donde se forjan amistades, amores, identidades, incluso duelo y comunidad. Comprender esto no debería ser un gesto excepcional, sino una responsabilidad ética del mundo adulto frente a las formas actuales de subjetividad.

Más allá de sus condiciones singulares, Ibelin (Mats) encontró en el mundo virtual una forma de existencia más amable, donde sus intereses, sensibilidades y modos de estar podían desplegarse sin quedar subordinados a las limitaciones del cuerpo ni a las expectativas del entorno.

Y aunque atravesó límites físicos severos, muchas otras infancias también encuentran en lo digital un espacio legítimo para desplegar su mundo interno, crear lazos y construir identidad.

Este film, que condensa un modo de estar en el mundo por fuera de las coordenadas convencionales, nos obliga a ampliar la mirada. Lo que narra no es un caso aislado, es un espejo posible de muchas infancias contemporáneas, y también una advertencia para el mundo adulto.

El mundo híbrido integra loEl mundo híbrido integra lo corporal, lo simbólico y lo digital, y redefine las experiencias de presencia y vínculo (Imagen Ilustrativa Infobae)

En estos días, en que desde diversos sectores sociales y legislativos se impulsa la declaración del 8 de agosto como Día Nacional de la Voz de la Infancia, conviene no simplificar su alcance ni reducirlo a una efeméride más.

En este marco, la voz infantil no debe ser invocada únicamente cuando se trata de reparar un daño, sino también cuando niñas y niños ejercen su ciudadanía, expresan desacuerdo, deseo, imaginación o sentido de justicia. Esa voz también se expresa en la invención, en la pregunta, en el juego, en el silencio, en los mundos que crean y habitan con intensidad. Mundos que transcurren fuera del radar del mundo adulto, pero que no por eso son menos reales.

Son territorios no previstos por las lógicas institucionales o normativas, y al recorrerlos, las niñas y los niños no solo participan, transforman lo que tocan y amplían los márgenes de lo posible.

Por eso, el 8 de agosto no es un gesto simbólico. Es una afirmación ética, política y jurídica, reconocer que el derecho a expresarse libremente, a participar activamente y a transformar la vida social, cultural y política es parte sustantiva de los derechos de la infancia.

Habitar lo digital es habitarHabitar lo digital es habitar territorios donde se inventan lenguajes propios, formas de juego, deseo y relaciones (Imagen Ilustrativa Infobae)

Esta historia desborda los límites convencionales de lo que solemos considerar presencia, vínculo o comunidad. Nos obliga a revisar la mirada con la que el mundo adulto interpreta las formas en que niñas, niños y adolescentes se expresan, se conectan, se hacen lugar. Su voz, sin ajustarse a los marcos esperados, logró incidir, vincularse y dejar huella. Pero Mats tuvo también el privilegio de una familia amorosa y de no haber crecido en la pobreza.

¿Y qué ocurre con las niñas, los niños y adolescentes de los márgenes, cuya voz ha sido profunda e históricamente silenciada o desoída? ¿Qué pasa con quienes, además, quedan excluidos del acceso al mundo digital, ese mismo espacio donde tantas otras infancias logran expresarse y encontrarse?

Escuchar no es suficiente. Es necesario garantizar su participación activa, también en los territorios digitales donde hoy muchos niños y niñas construyen sentido, vínculos y pertenencia.

Entre foros, blogs y videojuegos,Entre foros, blogs y videojuegos, las comunidades virtuales ofrecen apoyo, acompañamiento y sentido para quienes las integran (Imagen ilustrativa Infobae)

Pero no todas acceden a estos espacios. En Argentina, según datos del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, la mitad de las niñas y los niños no cuenta con una computadora en su hogar, lo que limita su presencia en estos escenarios contemporáneos de ciudadanía y expresión.

La exclusión no es solo material, es simbólica, afectiva, política. Por eso, reconocer esas voces, darles lugar y transformar con ellas el mundo que compartimos no es solo un gesto individual, sino un compromiso político y colectivo con la igualdad, la escucha y la participación real.

* Sonia Almada: es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.

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