La ruta extorsiva de los “Rápidos y furiosos” marca presencia en La Marina y Pershing: exministro de Bukele pide actuar con inteligencia en Perú

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La ruta extorsiva de losLa ruta extorsiva de los “Rápidos y furiosos” marca presencia en La Marina y Pershing: exministro de Bukele pide actuar con inteligencia en Perú. (Composición: Infobae )

La Avenida La Marina y su vecina Pershing se presentan ante la ciudad como ejes de transporte y actividad comercial. Durante la jornada mantienen movimiento de pasajeros, servicios y comercio. Cuando baja la luz, ese escenario cambia: usuarios del transporte público describen temor y amenazas que alteran la rutina diaria.

Testimonios reunidos por Panorama señalan que el cobro de cupos se extendió desde sectores populares hacia vías centrales y de alto tránsito. Un pasajero relató lo que pasó en un atentado: “me dio mucho miedo. Estoy con mucho nervio.” Otra persona que vivió un intento de extorsión dijo que el agresor pronunció: “tienes que pagarme cupo, tu sabes si no se van a morir tu familia”. Esas frases reflejan una violencia directa contra conductores y pasajeros.

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En varias unidades del transporte informal aparece un mismo sello visual: la frase en inglés “Rápidos y furiosos” seguida de un número. Conductores y pasajeros identifican ese distintivo como señal de pertenencia a una red de cobro. Un testigo aseguró: “esa ruta La Marina hasta Pershing pertenece a gente del Callao”. Otro chofer afirmó que las combis “están marcadas / como ganados, como si tuvieran propiedad o ‘protección’”.

La presencia de estos stickers coincide con la circulación de colectivos informales que detienen el flujo vehicular y obligan a los conductores a pagar por operar. Un pasajero contó: “le pido al conductor que pagara su cupo y le estaba amenazando con revolver”. Esa amenaza funcionó como método de control.
“Recolectaba plata de cupos y“Recolectaba plata de cupos y la entregaba a los extorsionadores”: la confesión de un infiltrado en el transporte público - 24 Horas Noticias

Los episodios de violencia no son solo intimidación verbal. Investigaciones mencionan un caso grave en el Óvalo La Perla: “varios disparos acabaron con la vida de este jalador de colectivos delante de decenas de personas y bajo la luz del sol”, según registros de prensa citados en las fuentes. Esa acción envió un mensaje claro entre quienes resisten el cobro: “aquí la orden es matar para que no nos paseen”.

Una víctima que vivió un asalto por usar un colectivo relató el instante al borde de la muerte: “se me pasó que no veía más a mis hijos, a mi nieto”. El agresor colocó al grupo en una situación de riesgo y exigió dinero con frases como “págame mi cupo”. El recuerdo dejó secuelas emocionales en quienes presenciaron el hecho.

Fuentes consultadas indican que las bandas operan con división territorial. Un informante señaló: “todo está segmentado, todos pagan y sino ya saben las consecuencias”. Según esa versión, grupos con base en el Callao controlan tramos de La Marina y Pershing. Los cobros llegan a paraderos clave y a cruces con avenidas importantes: Faucett, Universitaria, Sucre, Salaverry y Javier Prado.

El dinero que genera la extorsión proviene del efectivo que circula a diario en el transporte informal. Un conductor explicó que el cupo resulta “dinero rápido, efectivo”. Esa rentabilidad facilita la expansión hacia rutas consideradas antes seguras o de alto perfil.

Ante la gravedad, especialistas en seguridad proponen cambios en la estrategia operativa. Rogelio Rivas, exministro de seguridad de El Salvador, planteó para Panorama un punto central: “sin inteligencia (como punto medular y de partida) cualquier operación, captura o solución, es inviable”. Rivas recordó la experiencia salvadoreña al señalar que un país golpeado por maras “muestra hoy cifras revertidas a su favor”. Su diagnóstico coloca la inteligencia como condición necesaria para cualquier intervención eficaz.

Rivas añadió que el problema principal del Perú “convive sin agazaparse en el transporte que tomamos a diario”. Esa observación ubica al transporte público como foco prioritario para políticas de prevención y operación.
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Conductores y pasajeros prefieren la discreción. Muchos rehúsan hablar por temor a represalias. Una fuente resumió esa actitud: “no se puede hablar, no se puede hablar por miedo”. Ese silencio dificulta las pesquisas y alimenta la sensación de impunidad.

En el registro público también aparece un episodio de captura: agentes detuvieron a un falso colectivo en La Marina que presentaba placa adulterada y la leyenda “Rápidos y fuiosos” en grandes letras. La policía considera que ese sujeto “sea parte de una banda” y que su rol incluía el cobro de dinero.

El relato de quienes transitan esas avenidas describe un paisaje donde el tránsito cotidiano convive con una lógica de cobro y amenaza. Usuarios, conductores y autoridades enfrentan un problema que combina señalización de grupos, violencia explícita y temor generalizado.

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