Las deformaciones del poder, la demagogia y la falta de eficiencia amenazan con vaciar de contenido el ideal democrático (Imagen Ilustrativa Infobae)No pareciera desmedido sostener que una mayoría determinante sabe lo que es la democracia y cuál su rol. Pero es, asimismo, cierto que un gentío piensa que puede llegar a su fin, amparándose, entre otras, en estas circunstancias:
1. La democracia procede de la composición de dos voces griegas que significan “pueblo y gobierno” y es resultado de haberse ideado tres formas nuevas y puras, a saber, “la monarquía, la aristocracia y la democracia”, esta última la más arraigada, pasando a calificársele como “gobierno del pueblo”.
El esquema se alimenta con la presunción de “una sociedad de ciudadanos, por reconocérseles derechos políticos”. El mecanismo en lo correspondiente al ejercicio del poder popular es “el sufragio”, toda vez, que “el pueblo es el titular de la soberanía”, potestad “reconocida como fuente existencial del ”ordenamiento jurídico de un potencial Estado”. Y con respecto al cual “no se admitirá ninguno superior”,
2. Una argumentación particular, pero que no ha de dejarse de lado, merece la denominada “rebelión de las masas”, justificada por una especie de “espera eterna” por el bienestar, al cual en una “democracia eficiente” el pueblo tiene legitimación.
Se alude a un movimiento que condujo a una especie de tentativa exponencial de presuntos estadios de bienestar, consecuencia del reconocimiento de los derechos políticos, económicos y sociales en beneficio de amplios sectores populares. Una argumentación, por lo menos, teórica, dirigida a afirmar que “el poder del pueblo” se extendería más allá de la forma de gobierno.
¿Sería una propensión, algunos no han dejado de preguntarse, hacia lo racionalmente justo o más bien estrategia de una voluntad corrupta? La interrogante para los incrédulos, “una masa humana hoy muy considerable, a menudo compacta y, en ocasiones, incluso desordenada o bulliciosa”,
El sufragio representa el núcleo del poder popular: es a través del voto que el pueblo ejerce su soberanía, reconocida como la fuente esencial del ordenamiento jurídico de todo Estado democrático (EFE/ Demian Alday Estevez)
3. En el diario El Nacional de Caracas, el historiógrafo Carlos E. Aponte hace referencia a la mixtura del populismo, una forma de hacer política bajo la idea de que estamos divididos entre “el pueblo” (virtuoso y oprimido) y “la élite” (corrupta y enemiga de aquel), mensaje nutriente de “la consuetudine” en ganarse con halagos el favor popular”, vale decir, “la demagogia”.
La mixtura, perjudicial desde donde se le mire, deviene para Aponte en “el populismo demagógico”, para quien este ensayo escribe coadyuvante para un acentuado cuestionamiento, más intenso, cada día, con respecto a la democracia, aquella que la minoría aúpa. Por lo que en medio de la disyuntiva se plantea:
1. ¿Se extinguirá la democracia o podrá salvársele,
2. ¿Será capaz la propia democracia de alejarse del populismo y la demagogia?
3. ¿Qué mecanismos han de arbitrarse a fin de desarticular tales desviaciones?
Es en este contexto que pareciera tener sentido una especie de “Abecedario” en lo relativo a lo que ha de hacerse en aras de “un gobierno eficiente”, la única posibilidad de una “democracia verdaderamente eficaz (la democracia, como leemos, se valora no solo por la toma de decisiones rápidas, sino por una eficiencia a largo plazo sustentada en la legitimidad, la rendición de cuentas, la protección de los derechos y un desarrollo humano sostenible)”. En una tentativa de los artículos, literales y numerales de esa presunta “cartilla”, la prudencia como que induce a:
Una Asamblea constituyente, la potestad soberana para ordenar las cosas públicas del Estado por medio de una constitución, integrada por diputados con idoneidad para el rol a desempeñar, elegidos por el pueblo en votación universal y secreta (en lo concerniente a Venezuela no dejaría de ser oportuno revisar el material que ha cargado consigo el ingeniero Enrique Colmenares Finol, Ministro en el último gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez, en conjunción con destacados políticos y personalidades del acontecer venezolano, con respecto a “la necesidad constituyente”,
El ex presidente venezolano, Carlos Andrés PérezUna aggiornata Carta Magna, de una significativa utilidad en aquellos países en los cuales, como Venezuela, no puede negarse que “la consuetudine arbitraria” ha triturado a los regímenes políticos democráticos. En lo conexo a este aspecto y en lo tocante a Caracas, dos reconocidos académicos, Allan Brewer Carias y Ricardo Combellas, quienes fueron asambleístas en la Constituyente de 1999, son autores de 2 interesantes ensayos: “Características del Proceso Constituyente Venezolano” y “El Proceso Constituyente Venezolano”, los cuales merecen ser leídos.
Así como la tesis del académico Gerardo Fernández, con respecto a la “bicameralidad”, esto es, el regreso a un congreso integrado por dos cámaras, el senado y diputados, como en la Carta Magna de l961, fuente de 4 décadas democráticas y de estadios de progreso innegables,
La redefinición del régimen aplicable a las Fuerzas Armadas, lo cual demanda una adecuada educación para la civilidad democrática, objetividad en el otorgamiento de grados en la carrera castrense, sujeción a las previsiones de la Carta Magna y aplicación de severas sanciones ante cualesquiera manifestaciones calificables como golpes de Estado y otra forma del denominado “arbitraje castrense”, una dañina manera de entender de que los soldados son los portadores de la última palabra para calificar a los gobiernos y mucho más cuando estos son el resultado del ejercicio del voto ciudadano y conforme a la constitución y a las leyes,
La reafirmación en lo tocante a la observancia de la Ley y al ejercicio del poder público, lo cual conlleva a que cualquier acto del Estado ha de fundamentarse en el derecho vigente, no produciendo efecto alguno si no se ajusta al orden legal,
Democracia eficiente, lo cual determina el adelanto de metodologías para desplazar al “populismo y a la demagogia”, estatuidas al amparo de “una diversidad de regímenes infectados por la codicia, la ignorancia, las ansias dinerarias y la pasión por detentar posiciones”, eficiencia sujeta a que mediante un régimen se materialicen estadios aceptables de “bienestar social”, mediante la optimización de recursos en aras de servicios públicos de calidad, entre ellos, salud y educación, así como el diseño de políticas públicas que aborden las necesidades de la población y fomenten “un desarrollo equitativo”.
El fortalecimiento de la democracia requiere unas Fuerzas Armadas formadas en valores cívicos, sometidas a la Constitución y apartadas de toda intromisión en la vida política o en la calificación de los gobiernos elegidos por voto popular (EFE/ Miguel Gutiérrez)
Es, por lógica, impostergable de que hemos de entender y de una vez por todas, que “la eficiencia democrática” demanda una definitiva gestión pública ante los desafíos contemporáneos. Y concomitantemente de que “el bienestar social” exige que las providencias gubernamentales propendan, seriamente, al aseguramiento de la calidad de vida y los derechos de los ciudadanos,
Los poderes públicos, legislativo, ejecutivo y judicial, cuyas atribuciones han de ejercerse con apego al principio de “la separación” entre ellos, y la correspondiente cooperación, ecuación que propende, sin ninguna duda, a una mejor democracia, ya que la formula coadyuva a obviar la concentración de la autoridad en uno solo de los poderes, ruta al “despotismo”.
Suele expresarse, asimismo, que es una eficiente manera de evitar los abusos de la autoridad conforme a la formula “el poder detiene al poder”, así como que propende a una mayor utilidad en la operatividad del gobierno gracias a la especialización técnica de los órganos estatales. Por las razones expuestas la máxima se expresa así: “la separación de poderes, pero en concurrencia con la colaboración entre el legislativo, el administrativo y judicial”.
El principio de legalidad, entendido como el que determina que los poderes públicos actuarán siempre bajo el marco de la ley, pues están legitimados constitucionalmente para hacer solo lo que la última les permite.
La administración de justicia, a cargo de jueces de sólida preparación, una alta dosis de moralidad y la experiencia que tan importante posición demanda, entre ellas la penalidad del delito y demás infracciones al ordenamiento normativo, a través de sanciones proporcionales a las transgresiones y faltas.
Combate a la corrupción, tanto pública como privada, y con el severo castigo y la penalidad adecuadas, incluyendo la devolución al erario publico de lo que a él se ha sustraído.
La actual situación ha inducido a agregar el narcotráfico, cuyo voluminoso resultado en monedas de la mas variada índole, así como la proliferación de alucinógenos ha inducido a serias preocupaciones en el escenario internacional, circunstancia que ha potenciado en lo que respecta a América Latina la toma por parte del gobierno de los Estados Unidos de parte considerable del Atlántico y el Pacifico, en un serio combate contra tales actividades, sin lugar a dudas, nefastas para la humanidad.
La elección directa de los gobernadores de Estado, legisladores regionales y concejales, gesta que ha de atribuirse el destacado venezolano Carlos Blanco, quien, a pesar de la turbulencia política que ya afectaba a Venezuela, logró avances significativos en aras de la descentralización del poder presidencial, texto que generó una seria preocupación en la segunda administración del presidente Carlos Andrés Pérez, quien respetuoso de la democracia en cuya consolidación, al lado de Don Rómulo Betancourt, entendió que a la voluntad popular expresada en el seno del poder legislativo había que oírsele y cumplírsele. El resultado hoy, sin duda alguna, provechoso.
La política económica, definida, según leemos, como “la selección adecuada de medios concretos a los cuales acuden los gobiernos, y mucho más si son serios, con la finalidad dé regular u orientar la actividades de los agentes económicos, en aras de la materialización de determinados fines macroeconómicos”.
El doctor Miguel Rodríguez, con los mejores galardones por parte de prestigiosas universidades, Ministro de Planificación, en la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez, insiste hasta la saciedad de que “El Gran Viraje”, o sea, “el Plan de Desarrollo Económico” de su autoría hubiese convertido a Venezuela en “la Suiza de América Latina”. Es por ello por lo que dada la seriedad del excelso profesor del IESA, en este ensayo su apreciación ha de integrar el “Abecedario”.
El ejercicio riguroso de la potestad sancionatoria de la democracia, ante “la criminalidad política” de despojar inconstitucionalmente del ejercicio del poder democráticamente alcanzado, por una intentona golpista, alternativa, en una sana lógica proscrita, por los cuarenta años de democracia edificada con arreglo a una Carta Magna democrática (1961), la más optima que ha tenido Venezuela, se llevó por delante “El gran viraje”, como calificó con acierto el Dr. Rodríguez al “plan integral de desarrollo” que se alentaba en un gobierno electo popularmente. Tal conducta, en todos, los aspectos delictiva ha de calificarse como una tipología penal y con dura sanciones. Por tanto, acápite o pauta del “Abecedario”.
a. La integración de la disidencia a la democracia, pero teniendo presente que las hay habituales, negociables y tramposas.
b. La apertura de los partidos políticos, camino para la democratización que les caracterizó.
c. La exigencia de requisitos mínimos para cargos electivos y ejecutivos.
d. Una sincera demanda a los diversos sectores del país a incorporarse a la restauración democrática y e. Las embajadas a cargo de personas con preparación para tan importante role y no recompensas por razones de amistad y de otra índole.
“El Abecedario” no es una genialidad. Mas bien, resultado de una sincera preocupación por el porvenir de una Venezuela democrática. No se desconoce que observarlo será más cuesta arriba que esta tentativa, tal vez, irresponsable, para elaborarlo. Es más, los venezolanos sabemos, en nuestro criterio, sin excepciones, que a veces nos entretenemos en el cuestionable arte de “arar en el vacío”.
Y finalmente, quien estas líneas escribe, no desconoce que “el prolegómeno político” ha sobrevivido, por lo menos, por allá en Atenas y desde el siglo VI A.C. Asimismo, que desde entonces se han confrontado crisis, tanto, políticas como sociales, motivadas a que las formas tradicionales de gobierno, por no atender a la realidad, terminan siendo rechazadas. Hemos leído, también la anécdota de Clístenes y el cambio que genera con la creación de “la democracia”, un nuevo sistema de gobierno, término que integran “demos”, esto es, pueblo y “krateîn”, equivalente a gobernar.
Asimismo, que no ignoramos la existencia del “abecé”, las tres primeras letras del alfabeto usado en lo concerniente a terceros con escaso conocimiento en áreas que dicen conocer, refutándoseles con la expresión “fulano no conoce ni siquiera el “abc” de la política, de la democracia ni de la constitución.
No descartamos que estemos en ese supuesto, por lo que “el abecedario” se limite a generar una sonrisa.
El presidente Carlos Andrés Pérez, sin embargo, tal vez diría, “Manos a la obra”.
hace 2 horas
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