
El accidente en el que murieron 67 personas tras la colisión entre un helicóptero militar y un avión comercial en el área de Washington, D.C., pudo haberse evitado. Así lo advierte la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB), que en su informe preliminar reveló miles incidentes previos en la zona y alertó que, sin cambios inmediatos, otra tragedia similar podría ocurrir.
Jennifer Homendy, presidenta de la NTSB, fue tajante al señalar que el peligro sigue latente. “Nos preocupa seriamente el potencial significativo de una futura colisión aérea en DCA”, afirmó en rueda de prensa. La funcionaria destacó que el informe revela patrones de riesgo en el tráfico aéreo cerca del Aeropuerto Nacional Ronald Reagan y que no deberían esperar a otro accidente para tomar medidas.
El 29 de enero, un Black Hawk del Ejército de Estados Unidos impactó contra un American Eagle Flight 5342, que se aproximaba a Washington desde Wichita, Kansas. Ambos aparatos cayeron al río Potomac, en un accidente que las autoridades califican como el más letal en Estados Unidos en más de 20 años.

El informe preliminar revela que entre octubre de 2021 y diciembre de 2024 hubo 15.214 eventos de proximidad peligrosa entre aviones y helicópteros en DCA, con una separación lateral de menos de una milla náutica y una separación vertical inferior a 120 metros.
Además, se registraron 85 casos críticos en los que la separación vertical fue inferior a 61 metros y la lateral menor a 457 metros. Estos datos sugieren que la colisión del 29 de enero no fue un caso aislado, sino parte de un problema de seguridad aérea que no había sido abordado con la urgencia necesaria.
Uno de los factores clave en la tragedia fue la falta de comunicación efectiva entre las aeronaves. De acuerdo con las autoridades, el helicóptero no escuchó la orden de tráfico aéreo de mantenerse detrás del avión comercial, posiblemente debido a una interferencia en la transmisión de radio.
Además, el Black Hawk volaba a 99 metros de altitud, superando el límite establecido para esa zona, lo que contribuyó a la colisión. Según la NTSB, los tripulantes del helicóptero usaban gafas de visión nocturna, lo que pudo afectar su percepción del tráfico aéreo circundante.

Tras el accidente, el secretario de Transporte, Sean Duffy, impuso una prohibición temporal al tráfico de helicópteros sobre el Potomac y cerca del aeropuerto hasta el 31 de marzo. Sin embargo, la NTSB exige que esta restricción sea permanente.
“Las distancias actuales entre aviones y helicópteros en esta área representan un riesgo intolerable para la seguridad aérea”, insistió Homendy. La junta recomendó prohibir el tráfico en la Ruta 4 de helicópteros en ciertas condiciones y pidió a la Administración Federal de Aviación (FAA) que designe una ruta alternativa.
La NTSB enfatizó que la investigación aún se encuentra en la fase de recopilación de hechos. Jennifer Homendy señaló que aunque han determinado qué ocurrió, todavía analizan cómo y por qué sucedió la colisión.
Uno de los puntos bajo análisis es el papel del control de tráfico aéreo en el accidente. En el momento del choque, un solo controlador estaba operando dos posiciones en la torre, mientras que otros estaban en la sala de descanso.
La NTSB aún investiga si la falta de personal pudo influir en el incidente. Sin embargo, Homendy evitó especular al respecto: “Estamos reuniendo datos y en la fase de análisis, no tenemos evidencia concluyente en este momento”, afirmó.
El accidente arrasó familias enteras y dejó una profunda huella en la comunidad de la aviación y el deporte. Entre los fallecidos estaban 28 patinadores y entrenadores, quienes regresaban a casa tras participar en el Campeonato Nacional de Patinaje Artístico de Estados Unidos. Entre ellos, se encontraban los adolescentes Spencer Lane y Jinna Han, junto con sus madres Christine Lane y Jin Han, y los entrenadores Evgenia Shishkova y Vadim Naumov.