
La noche del 4 de septiembre de 1882 marcó un antes y un después en la historia de la humanidad. Pearl Street, una vía del distrito financiero del bajo Manhattan en Nueva York, se convirtió en la primera calle iluminada artificialmente del mundo. Este logro no fue casualidad ni mera coincidencia, sino el resultado de un proceso de innovación técnica y visión comercial liderado por Thomas Alva Edison.
La instalación de 7.200 lámparas eléctricas, alimentadas por una estación de 900 caballos de vapor, inauguró la era de la electricidad en la vida urbana moderna.
A comienzos del siglo XIX, surgió la iluminación de arco eléctrico como una de las primeras formas de luz artificial producida por electricidad. Este tipo de iluminación se basaba en el flujo de corriente a través de dos electrodos de carbono, generando una luz intensa que resultaba ideal para espacios abiertos o interiores de gran tamaño. No obstante, su aplicación práctica era limitada debido a la necesidad constante de reemplazar las puntas de carbono y a la intensidad excesiva de la luz, poco adecuada para entornos domésticos o comerciales pequeños.
Durante décadas, las lámparas de gas, pese a sus riesgos, seguían dominando la escena urbana y doméstica, mientras que la electricidad continuaba siendo una promesa lejana para el gran público.
En 1878, Edison inició un proyecto que alteraría el curso de la historia de la iluminación: desarrollar una fuente de luz eléctrica que fuese práctica, duradera y accesible. Frente a los fracasos parciales de otros inventores, concentró su trabajo en encontrar un filamento que soportara altas temperaturas sin descomponerse, dentro de una ampolla al vacío que limitara la oxidación.
Un año después, Edison presentó la primera bombilla incandescente funcional que cumplía estos requisitos. Su diseño permitió emitir una luz estable y agradable, mientras prolongaba la vida útil del dispositivo a un nivel jamás alcanzado hasta entonces. El éxito de su invento dependía de algo más que la bombilla misma, comprendió el inventor: era indispensable diseñar un sistema integral que permitiera generar, distribuir y aprovechar la energía eléctrica de forma segura y eficiente.

La piedra angular del proyecto fue la construcción de la estación de Pearl Street, que sería la primera central eléctrica permanente del mundo en suministrar iluminación incandescente. Edison diseñó seis enormes dínamos de 27 toneladas, capaces de suministrar energía a aproximadamente 1.200 lámparas cada uno.
Tras meses de trabajo, reveló su creación al mundo. La elección de dicho lugar no fue casual: su ubicación estratégica y su perfil demográfico aseguraban una visibilidad inigualable. Al concentrar los esfuerzos en una zona compacta y vital, Edison maximizó el impacto de su innovación.
El 4 de septiembre de 1882,ndio la señal a su electricista para que accionara el interruptor maestro de la estación. Inmediatamente, unas 400 lámparas se encendieron en las calles, oficinas y hogares de la zona. Aunque hoy el gesto de apretar un interruptor parece trivial, en ese momento fue una auténtica maravilla que selló el inicio de una nueva era.

La instalación eléctrica de Pearl Street no solo iluminó calles, sino que también demostró que la electricidad podía distribuirse de manera eficiente y segura a múltiples usuarios. Nueva York, ya famosa por su dinamismo, adquirió una nueva dimensión nocturna.
Según relató el New York Times, cuyo edificio se encontraba dentro del área servida por la nueva central, “aunque se la conoce formalmente como la ciudad de las luces, Nueva York casi siempre es incandescente, resplandeciente con la luz amorfa de millones de bombillas”.
El proyecto no solo fue una hazaña tecnológica, sino también un hito cultural: la ciudad de Nueva York, acostumbrada a apagarse tras la puesta de sol, comenzaba a transformarse en una metrópolis de actividad ininterrumpida, un paisaje urbano iluminado que redefiniría los modos de vida modernos.
El éxito de Pearl Street impulsó a Edison a expandir su sistema a otras áreas. Durante la década siguiente, se construyeron nuevas estaciones eléctricas en distintos puntos de Nueva York y en otras ciudades. También otorgó licencias para instalar sistemas similares en América, Europa y Japón, contribuyendo a la expansión global de la iluminación eléctrica incandescente.