
En 2007, más de 1.440.000 estadounidenses fueron diagnosticados con cáncer. Dawn Kali fue una de ellas. Con poco más de 30 años, madre de tres hijos y con una personalidad afable, trabajaba como camarera en un restaurante de comida cruda en San Francisco. Su vida dio un giro drástico cuando le diagnosticaron cáncer de mama en etapa 1. A pesar de que las tasas de supervivencia para su tipo de cáncer superaban el 90%, la noticia la impactó profundamente. “Esa no voy a ser yo”, se prometió a sí misma.
Kali, cuya historia fue compartida por el diario The New York Times, había crecido con la idea de que lo natural era mejor. Desconfiaba de los químicos, la radiación y un sistema médico que consideraba impersonal. Aunque aceptó someterse a una cirugía para extirpar el tumor, se negó a seguir un tratamiento convencional con oncólogos.
Su camino la llevó a lo que se conoce como el Movimiento por la Libertad Médica.
Este movimiento, que en los últimos 25 años ha reunido a curanderos alternativos, libertarios y antivacunas, se basa en la creencia de que el gobierno no debe intervenir en las decisiones personales de salud. Con la llegada de Robert F. Kennedy Jr. al poder, un crítico de las vacunas que ha promovido teorías conspirativas sobre microchips y corrupción en el sistema sanitario, el movimiento ganó una influencia sin precedentes.
Dawn Kali encontró refugio en la promesa de una cura alternativa.
Su búsqueda la llevó a Robert Oldham Young, un autoproclamado naturópata que defendía la “cura alcalina”. Según él, el cáncer era solo un síntoma de un ambiente ácido en el cuerpo y podía revertirse con una dieta estricta y productos especiales. Kali abrazó su método con fervor: licuados vegetales, sales especiales y suplementos patentados por Young se convirtieron en su tratamiento diario. Sintiendo que ahora controlaba su salud, encontró un sentido de empoderamiento.

Sin embargo, la estricta dieta y el sacrificio económico que implicaba seguir los tratamientos de Young comenzaron a pasarle factura. Alquiló la mitad de su condominio y pidió préstamos para costear seminarios impartidos por su nuevo gurú. Durante estos encuentros, Young reforzaba su teoría y desestimaba la medicina tradicional, afirmando que la teoría de los gérmenes de Louis Pasteur era incorrecta. Kali creyó en él con una fe inquebrantable.
El giro en la historia de Kali llegó con un fuerte dolor de espalda. A pesar de la insistencia de Young en que no acudiera a la medicina convencional, ella finalmente visitó un médico. Las pruebas revelaron una terrible verdad: el cáncer había hecho metástasis en sus huesos. Lo que había sido un diagnóstico inicial con más de 90% de probabilidades de curación, se había convertido en una sentencia de muerte. Un médico testificó que ahora un simple estornudo podía romperle la columna vertebral.

Kali demandó a Young por negligencia y fraude. Durante el juicio, se presentaron pruebas de que él había practicado medicina sin licencia y se había enriquecido con sus falsas promesas.
Fue condenado por tercera vez en 30 años por cargos penales relacionados con su práctica.
En 2022, mientras Kali pasaba por rondas intensivas de quimioterapia, reflexionaba sobre su camino. Aunque el hospital seguía pareciéndole frío e impersonal, ahora confiaba en que los médicos hacían todo lo posible por salvarla. Había encontrado nuevas alegrías en diseñar ropa y venderla en Etsy, incluso consiguiendo una colaboración con la diseñadora Nicole Richie. “Me encontré a mí misma”, dijo. “En medio de todo este caos, vuelvo a brillar”.
El Movimiento por la Libertad Médica no dejó de crecer, impulsado por la pandemia de COVID-19. Con el auge de teorías antivacunas y la promoción de curas fraudulentas como la ivermectina o la “bebida saludable” basada en lejía, se generó un mercado lucrativo para los especuladores de la salud alternativa. Mientras tanto, la historia de Kali se convirtió en un crudo recordatorio de cómo las falsas promesas pueden costar vidas.
Hoy, con la certeza de que su tiempo es limitado, Kali se aferra a cada momento con sus hijos. “Nunca se sabe”, reflexiona. “No sé si este es mi último año”.
*Lea el artículo completo del The New York Times haciendo clic aquí