
Un ingrediente presente en numerosos alimentos, bebidas y suplementos naturales captó la atención de la comunidad científica por su capacidad de interferir con el metabolismo de ciertos medicamentos.
Según un estudio publicado en una revista especializada, la canela, esa especia aromática tan habitual en postres, tés y preparaciones caseras, podría no ser tan inofensiva como parece.
El reciente trabajo sugiere que este compuesto puede alterar la actividad de enzimas hepáticas responsables de procesar fármacos, lo que plantea un riesgo potencial para personas con enfermedades crónicas o bajo tratamiento médico continuo.

El estudio fue publicado recientemente en la revista Food Chemistry: Molecular Sciences y analizó el comportamiento del cinamaldehído, el compuesto que le da a la canela su aroma y sabor característicos.
La investigación se centró en entender cómo este componente se absorbe en el cuerpo humano, cómo se metaboliza y qué efectos tiene sobre los sistemas que procesan los medicamentos.
Los resultados fueron claros: el cinamaldehído es altamente bioaccesible, lo que significa que el cuerpo lo absorbe fácilmente, tanto en condiciones de ayuno como después de comer. Una vez dentro del organismo, se convierte rápidamente en ácido cinámico, otro compuesto que puede interactuar con el metabolismo de los fármacos.
Más aún, tanto el cinamaldehído como el aceite de canela —donde este se encuentra concentrado— mostraron la capacidad de activar ciertos receptores celulares que regulan la acción de enzimas clave en la descomposición de medicamentos. Estas enzimas, conocidas como CYP2C9 y CYP1A2, son esenciales para procesar numerosos compuestos farmacológicos.
El estudio concluye que un consumo elevado y sostenido de productos con canela podría dar lugar a interacciones fármaco-herbales, es decir, interferencias entre los ingredientes activos de la canela y los medicamentos que una persona esté tomando.

Este hallazgo contrasta con la imagen positiva que suele tener la canela, muy presente tanto en la cocina cotidiana como en suplementos dietéticos. En muchas culturas, fue utilizada durante siglos como remedio tradicional para afecciones respiratorias, digestivas o metabólicas.
En los últimos años, se popularizó la venta de cápsulas y extractos de canela con fines diversos: desde el control de la diabetes tipo 2 hasta la pérdida de peso, pasando por el alivio de síntomas inflamatorios. Sin embargo, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) no aprueba el uso de la canela como tratamiento médico oficial, y el Centro Nacional de Salud Complementaria e Integral afirma que aún no hay pruebas concluyentes sobre sus beneficios terapéuticos.

Uno de los puntos críticos es la falta de consenso sobre cuál es una dosis segura.
La canela de tipo Cassia, que es la más común en América del Norte y en muchos suplementos, puede contener altos niveles de cumarina, una sustancia con efectos anticoagulantes. En cantidades elevadas, la cumarina puede dañar el hígado y aumentar el riesgo de sangrados en personas que ya toman medicamentos anticoagulantes.
La canela de Ceilán, en cambio, tiene una menor concentración de cumarina y suele ser considerada una opción más segura. Sin embargo, incluso en este caso, los investigadores recomiendan precaución con su consumo en forma de suplementos concentrados, especialmente en personas con afecciones como hipertensión, cáncer, enfermedades hepáticas, VIH/SIDA, obesidad, asma o diabetes.

El consejo principal que se desprende del estudio es claro: no hay que alarmarse por el uso culinario ocasional de la canela, pero sí es importante tener cuidado con los suplementos dietéticos o preparados que contienen extractos concentrados.
Entre las recomendaciones más relevantes:
- Consultar con un médico antes de iniciar cualquier suplemento que contenga canela, especialmente si ya se está tomando medicación.
- Revisar las etiquetas para identificar si el producto contiene canela de Cassia o de Ceilán.
- Evitar la automedicación con productos que se promocionan como “naturales” sin el respaldo de estudios clínicos sólidos.
En definitiva, el estudio reafirma la importancia de considerar que lo natural no siempre es sinónimo de inocuo.