La derecha seduce a la juventud de América Latina y tampoco sienten demasiado apego por la democracia: las posibles razones

hace 12 horas 4

"Quien no es de izquierda de joven no tiene corazón. Quien no es de derecha de adulto no tiene cerebro”. Esa vieja frase, atribuida a Winston Churchill, parece haber perdido su vigencia en algunas democracias de América Latina. Y es que la hegemonía simbólica que por años tuvo la izquierda entre los jóvenes de la región muestra cada vez más señales de haber cambiado.

El giro luce más que evidente en los resultados electorales de los dos últimos años y demuestra que los discursos y las estéticas conservadoras encontraron un terreno fértil ante el agotamiento de los liderazgos de tinte progresista. Basta con mirar las encuestas de favorabilidad y aprobación de los presidentes de izquierda en la región.

En este nuevo ciclo, muchos jóvenes, sobre todo varones, se sienten hoy más cerca de las ideas de la derecha que de las de izquierda.

Este fenómeno no solo sucede en América Latina. En Estados Unidos y Europa también ha crecido el respaldo juvenil a partidos y movimientos de derecha, incluso de la extrema derecha. Hay múltiples razones: frustración profesional, precariedad económica, falta de representación política y una cultura digital que promueve soluciones autoritarias y ‘rápidas’ a problemas complejos.

En el caso de Latinoamérica, el desencanto generacional tiene su raíz en la falta de oportunidades. Las reformas laborales no han logrado resolver las altas tasas de empleo informal, y los jóvenes son el grupo que más sufre esta era de precariedad, caracterizada, además, por ingresos inestables y falta de perspectivas de futuro. 

De hecho, un informe presentado en febrero de este año por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indica que la tasa de desocupación juvenil en América Latina y el Caribe, en 2023, fue tres veces mayor que la de los adultos. Y que, además, cerca del 60 por ciento de las personas jóvenes trabajan en la informalidad, lo que limita su acceso a la seguridad social y a condiciones laborales dignas.

Desempleo

Feria de empleo.  Foto:Colsubsidio

Datos inquietantes

En este contexto, nuevos actores de la derecha han sabido detectar y aprovechar esa problemática e interpelan a los jóvenes desde un lenguaje de rebeldía contra el sistema. De ese modo, y con un cambio completo de roles, se dirigen a un electorado que no se siente parte de la democracia representativa ni encuentra sentido en los proyectos progresistas. Y lo que es peor, tampoco siente demasiado apego por la democracia. 

Según el Latinobarómetro 2024, solo un 45 % de los jóvenes de entre 16 y 25 años de ambos sexos creen que esta “es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, a un 27 % le resulta indiferente el sistema, mientras que un 21 % prefiere el autoritarismo. El muestreo señala que a menor edad, más apoyo a una posible tiranía.

El politólogo neerlandés Cas Mudde explicó que los jóvenes hoy votan menos por partidos tradicionales (de centro, izquierda o derecha) y más por fuerzas nuevas, con ideas más radicales, muchas veces nativistas y autoritarias. “Especialmente entre los hombres, los más jóvenes consideran a los partidos de derecha radical como una de las opciones para votar. Esto probablemente es la consecuencia de la normalización de las ideas de estos partidos, más que de una expresión de rebelión por parte de ellos”, dijo Mudde en entrevista con Connectas.

Especialmente entre los hombres, los más jóvenes consideran a los partidos de derecha radical como una de las opciones para votar. Esto probablemente es la consecuencia de la normalización de las ideas de estos partidos, más que de una expresión de rebelión por parte de ellos

Cas Mudde Politólogo neerlandés

Latinoamérica no es hoy mucho más conservadora que antes y, de hecho, las preferencias ideológicas están bastante en el centro.

En 2016, Regina Carla Madalozzo y Afonso Mariutti Chebib revelaron en la investigación ‘Preferencias políticas y elección individual: una perspectiva desde los países de América Latina’ que el electorado se ubica en una escala ideológica alrededor de 5,92 (con 0 = izquierda y 10 = derecha), lo que implicaba una ligera inclinación hacia la centroderecha en el mapa político regional.

El panorama hoy

Pero desde que ese estudio vio la luz, algunas cosas han cambiado. En general, ha crecido la percepción de que la derecha tradicional forma parte del establishment y que hay cosas que cambiar. Laura Serra, investigadora del Observatorio de Psicología Electoral del London School of Economics and Political Science, señala que sobre todo en los últimos dos años, los jóvenes quieren algo diferente. Y que, como tanto derecha como izquierda han sido gobierno, el cambio que quieren se relaciona principalmente con agrupaciones que plantean políticas más radicales. “Estos partidos emergentes realmente les hablan a las entrañas de los votantes, y los jóvenes votan mucho más con sus entrañas que los mayores”, puntualiza.

En el subcontinente, los discursos políticos comenzaron a radicalizarse a partir de 2015. Las ideas ultraconservadoras, militaristas y anti-Estado comenzaron a circular gracias al surgimiento de líderes como Jair Bolsonaro, en Brasil; José Antonio Kast, en Chile; Javier Milei, en Argentina, y Nayib Bukele, en El Salvador.

Pero aunque tres de esos políticos llegaron al poder en parte gracias al voto joven, el dibujo regional no es tan ‘blanco y negro’.

El año pasado la Fundación Friedrich Ebert (FES) analizó el perfil de los votantes en Argentina, Brasil y Chile y reveló que un 60 % de la población rechaza a la derecha radical, aunque hay que subrayar que la inclinación por candidatos de esa franja es más ‘normal’ entre los jóvenes. Las elecciones de este año en Chile servirán de termómetro sobre esa tendencia.

Chile

José Antonio Kast lidera la intención de voto de las elecciones presidenciales de Chile. Foto:Redes Sociales

Dos puntos claves

La ‘nueva derecha’ ha sabido usar los nuevos medios y el espectáculo como estrategia para renovar su discurso. La controvertida figura del presidente argentino, Javier Milei, por ejemplo, explotó primero como influencer mediático que como actor institucional. Lo mismo ocurrió con Nayib Bukele, en El Salvador, cuyo discurso anticorrupción y autoritario circuló por TikTok con un formato de entretenimiento político y un objetivo muy claro: captar el voto joven.

Nayib Bukele

Nayib Bukele Foto:EFE

En estos espacios, la nueva derecha se presenta con un aire de novedad, irreverencia y autenticidad, lo que contrasta con una izquierda que algunos jóvenes interpretan como una opción anclada en el pasado. Y en la era de las redes sociales, ese cambio estético ha permitido captar a quienes se sienten ajenos a la política tradicional.

En este marco, uno de los fenómenos más llamativos es el de la ‘manosfera’, un espacio digital en el que influencers y coaches de la llamada “masculinidad alfa” promueven discursos misóginos y autoritarios. La tendencia nació en Estados Unidos, con figuras como Andrew Tate, pero se ha esparcido también por América Latina, donde ya tiene una fuerte presencia. Sin ir muy lejos, este mes el futbolista mexicano Javier ‘Chicharito’ Hernández estuvo en el centro de la polémica luego de publicar en redes varios videos machistas, por los que perdió contratos comerciales y tuvo que disculparse.

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Andrew Tate Foto:X: @Cobratate

El caso de Chicharito ilustra el ecosistema de la ‘manosfera’ latinoamericana. Allí, cuentas en redes sociales como la de El Temach, Diego Dreyfuss, Club de Caballeros, Agustín Laje y Gonzalo Lira, ofrecen una explicación emocional a la angustia de los hombres jóvenes, por medio de mensajes ultraconservadores, y sirven como red de socialización para ellos. Un discurso que conecta con valores como orden, jerarquía, tradición y poder masculino... Es decir, que sirve de puerta de entrada a ideologías autoritarias.

Un coctel alternativo

La derecha radical latinoamericana no se parece a la estadounidense ni a la europea, que suelen tener discursos más antimigrantes. En la región lo que se observa es una combinación de neoliberalismo extremo, populismo antisistema, moralismo religioso y nostalgia autoritaria. El sociólogo Cristóbal Rovira Kaltwasser señaló en un informe que estas fuerzas han logrado articular un “autoritarismo democrático”, donde el discurso se enmarca en la legalidad, pero propone –abierta o disimuladamente– debilitar el pluralismo y a la propia democracia.

A esto se suma un uso eficiente de las redes sociales, estrategias de desinformación y una narrativa emocional que apela al miedo, la inseguridad, el resentimiento. De todo ello ha surgido una derecha que ha aprendido a contar historias que conectan con la experiencia concreta de muchos hombres jóvenes: la precariedad, frustración y el abandono.

Y ese discurso ha ganado fuerza sobre todo después del covid-19, no solo por el acceso más intensivo a las redes durante el confinamiento, sino por el impacto de la crisis económica que trajo consigo la pandemia, sumada a la desafección política y a la crisis de representación.

Allí, la derecha ha sabido ocupar un espacio simbólico que el progresismo dejó vacante. La izquierda cubre ahora un nicho discursivo distinto, con el cambio climático y los derechos igualitarios como ejes principales. Mientras que la derecha promete un horizonte en el que es posible lograr el orden, aunque haya que erosionar ‘un poco’ la democracia.

(*) Periodista radicada en España. Editora del Hub de Connectas. Fue editora de la sección económica de Diario Libre y corresponsal de la AFP en Rep. Dominicana. Ha laborado en medios venezolanos como ‘El Universal’, ‘El Mundo Economía y Negocios’, y desde ese país colaboró con la agencia española Europa Press y ‘El Comercio’, de Quito. 

(**) Connectas es una iniciativa periodística sin fines de lucro que promueve la producción, el intercambio, la capacitación y la difusión de información sobre temas claves para el desarrollo de las Américas. Este artículo tuvo que ser editado por razones de espacio.

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