
La defensa de la Amazonía, tanto de su equilibrio ecológico como de sus habitantes, fue una de las grandes batallas de Francisco, el primer papa latinoamericano de la historia, fallecido el lunes a los 88 años.
Considerado el pontífice más sensible a los problemas ecológicos tras publicar en 2015 la encíclica “Laudato si”, el papa argentino quiso movilizar a los dirigentes del planeta sobre los grandes males de ese inmenso territorio.
Por ello, convocó en octubre del 2019 en el Vaticano un sínodo o asamblea de obispos dedicado a la Amazonía, una región que abarca nueve países de América del Sur y mide 7,5 millones de km2, conocida por sus selvas tropicales ricas en biodiversidad, pero que está siendo devastada.

Por primera vez en la historia, obispos de esos remotos territorios selváticos participaron junto con expertos, misioneros e indígenas en las reuniones que se desarrollaron durante tres semanas en el Palacio Apostólico bajo el lema “Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”.
Francisco consideraba la Amazonía “un lugar representativo y decisivo”, donde se juegan muchos intereses, y se comprometió a luchar contra su devastación como respuesta al profundo sufrimiento de los indígenas por su tierra.
Con ese debate histórico para la Iglesia, Francisco quiso dar un ejemplo de lo que llamaba “la ecología integral”, que tiene en cuenta “el clamor de la tierra y de los pobres” y desde la Basílica de San Pedro denunció un “desarrollo depredador”, “que mata”, “saquea”, “destruye” y “aniquila”, lo cual llegó a ser calificado de “herejía” por los sectores conservadores.

En la exhortación apostólica “Querida Amazonía”, fruto de esas labores, Francisco introdujo el “pecado ecológico” porque “devastar la naturaleza es pecar”, recalcó.
Sin embargo, rechazó abordar el pedido hecho por los obispos latinoamericanos de autorizar excepcionalmente la ordenación de algunos hombres casados de la región amazónica, lo que decepcionó a muchos sectores.
Junto al pecado ecológico introdujo el rito amazónico, lo que para algunos era otra herejía.
La idea de emplear estatuas y símbolos de las poblaciones amazónicas en los ritos litúrgicos generó muchas reacciones, sobre todo por parte de los sectores más conservadores.
“No hay ninguna diferencia entre las plumas en la cabeza de un indígena de la Amazonía y el sombrero que llevan los jerarcas de la Iglesia”, comentó entonces con tono provocador Francisco.
El papa trazó también el camino para hacer frente a las necesidades espirituales de los habitantes de las selvas amazónicas, instó a reforzar el papel del misionero, pero cerró la puerta a las mujeres diaconisas en esa región.
Francisco evitó la cuestión del reconocimiento oficial por parte de la Iglesia del papel clave que desempeñan las mujeres laicas para difundir la fe católica en la Amazonía, objeto de controversia.
(Con información de AFP)