La calidad del sueño influye en las elecciones alimentarias, según estudios recientes

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Dormir menos de lo necesarioDormir menos de lo necesario altera hormonas clave, aumenta el apetito y favorece el consumo de ultraprocesados (Imagen Ilustrativa Infobae)

Dormir bien y alimentarse de manera saludable están mucho más conectados de lo que indican los consejos tradicionales. Investigaciones recientes han demostrado que existe una influencia recíproca entre el sueño y la dieta, donde la calidad del descanso condiciona las decisiones alimentarias y, a su vez, lo que se consume repercute directamente en la profundidad y duración del sueño.

El efecto del descanso sobre la alimentación va más allá de sentirse cansado y buscar un café. Equipos de investigación como los de Sleep Breathing Physiology and Disorders y la Universidad de Pisa han comprobado que dormir menos de lo necesario modifica los rangos hormonales del cuerpo, intensificando el apetito e inclinando las preferencias hacia alimentos ultraprocesados, ricos en azúcares y grasas. La privación crónica de sueño disminuye la leptina —hormona que transmite sensación de saciedad— y aumenta la grelina, responsable de estimular el hambre. Esta combinación resulta en un consumo calórico superior, menor control sobre los antojos y una tendencia a comer fuera de horario.

Un ejemplo frecuente es el de quienes, tras una noche de mal descanso, reportan mayor dificultad para elegir comidas equilibradas y recurren más a snacks altos en sal o azúcar. En contextos laborales y académicos, la falta de sueño se asocia con jornadas menos productivas y una mayor inclinación al consumo de alimentos rápidos y de baja calidad nutricional. La fatiga constante también limita la motivación para cocinar, organizar comidas frescas o mantener una rutina alimentaria, facilitando la formación de un círculo difícil de romper.

La calidad del sueño influyeLa calidad del sueño influye en las decisiones alimentarias y la dieta impacta en el descanso, según estudios recientes (Imagen Ilustrativa Infobae)

Si el descanso afecta la alimentación, lo que comemos también deja su huella a la hora de dormir. La Universidad de Tsukuba publicó uno de los relevamientos más novedosos al analizar patrones de más de 4.800 personas mediante aplicaciones móviles, donde observó que dieta alta en proteínas y fibra se asocia con mayor duración de sueño reparador; por el contrario, un consumo excesivo de grasas, sodio y azúcares libres favorece la fragmentación y acorta la duración del sueño. Estos efectos se ven potenciados por un uso frecuente de cafeína y alcohol en las horas previas al descanso, bebidas que, aunque comunes en la vida social y laboral, pueden alterar significativamente el ritmo circadiano.

Las costumbres alimentarias más extendidas, como saltearse el desayuno, cenar muy tarde o elegir cenas copiosas, suelen condicionar la rapidez con la que las personas logran dormirse, así como el tipo y continuidad de sueño que experimentan. Las personas con cronotipo vespertino, es decir, que tienden a dormir y despertarse más tarde, presentan con mayor frecuencia estos hábitos y, por lo general, reportan peor calidad de descanso y mayor somnolencia diurna.

La relación entre sueño y dieta se sostiene sobre la base de mecanismos biológicos sofisticados. Leptina, grelina, adiponectina y melatonina son algunas de las hormonas que constituyen el engranaje principal entre ambos sistemas. Dormir poco desencadena un descenso de la leptina —favoreciendo el hambre constante— y eleva la grelina, intensificando la necesidad de ingerir calorías. Este desequilibrio no solo impacta en la conducta alimentaria sino también en el metabolismo, elevando el riesgo de alteraciones como resistencia a la insulina, síndrome metabólico y aumento de peso.

Hormonas como leptina, grelina yHormonas como leptina, grelina y melatonina vinculan el sueño y la alimentación, influyendo en el metabolismo y el peso corporal (Imagen Ilustrativa Infobae)

Por el otro lado, la melatonina, vital para regular el ritmo circadiano y facilitar el sueño profundo, también se ve afectada por la dieta. Por ejemplo, un consumo excesivo de azúcar y grasas puede alterar los picos nocturnos de esta hormona, dificultando la conciliación del sueño.

Frente a esta conexión bidireccional, especialistas recomiendan abordar sueño y dieta en simultáneo para lograr cambios sostenidos en la salud. Aunque no existen soluciones universales ni intervenciones inmediatas, múltiples sociedades científicas coinciden en pautas básicas: sostener horarios regulares de comidas, priorizar alimentos frescos y variados, reducir gradualmente el consumo de ultraprocesados, evitar la ingesta de cafeína y alcohol al final del día y reservar un margen de al menos dos horas entre la cena y el momento de acostarse.

Además, proponen desacoplar el momento de las cenas del uso de pantallas, preferir actividad física leve al finalizar la jornada y evitar conductas restrictivas abruptas, que puedan aumentar la ansiedad alimentaria y perturbar aún más el sueño.

Para quienes sufren insomnio crónico o trastornos alimenticios, el enfoque debe ser interdisciplinario, integrando a médicos, nutricionistas, psicólogos y especialistas del sueño. El acompañamiento profesional es clave tanto para identificar los factores de mayor peso individual como para definir objetivos graduales y sostenibles.

El consumo de cafeína yEl consumo de cafeína y alcohol antes de dormir puede alterar el ritmo circadiano y reducir la calidad del sueño (Imagen Ilustrativa Infobae)

Pese a los avances de los últimos años, la evidencia científica aún enfrenta límites importantes. La mayoría de los estudios se basan en cuestionarios subjetivos o análisis transversales, lo que dificulta precisar causas y efectos definitivos. El auge de aplicaciones que miden dieta y sueño con mayor precisión promete datos más objetivos, aunque los científicos advierten sobre la necesidad de estudios longitudinales controlados.

Por el momento, nutricionistas y médicos enfatizan que cualquier cambio positivo —por pequeño que sea— puede reforzar el bienestar general: desde sumar minutos de descanso cada noche hasta incorporar más frutas y vegetales en la dieta diaria.

La relación entre la alimentación y el descanso no se limita a recomendaciones aisladas. La ciencia demuestra que dormir bien puede facilitar mejores elecciones alimentarias, mientras una dieta equilibrada potencia el sueño reparador. En última instancia, ambos pilares funcionan como vasos comunicantes; ignorar uno debilita al otro.

Tomar conciencia de este lazo, escapar del “todo o nada” y construir hábitos sostenibles puede marcar la diferencia en el bienestar cotidiano. Así, el sueño y la dieta dejan de ser compartimentos estancos para convertirse en aliados inseparables del cuidado integral de la salud.

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