
Uno nació en 1917, el otro en 1921. Además de ser íntimos amigos fueron dos de las personalidades públicas más famosas de la segunda mitad del siglo XX. El 8 de noviembre de 1960 John F. Kennedy fue electo a los 43 años el presidente más joven de los Estados Unidos, convirtiéndose también en el primer mandatario católico en la historia del país. Había iniciado su carrera política en 1946 en la Cámara de Representantes, y desde 1953 hasta 1960 ocupó una banca como senador por el estado de Massachussets.
Ben Bradlee, por su parte, pasaría a la historia como el editor periodístico más famoso del mundo tras haber dirigido para The Washington Post la investigación del caso Watergate, que terminó con la renuncia del presidente republicano Richard Nixon en 1974. En las elecciones de 1960 Kennedy había derrotado a Nixon por apenas 113.000 votos, marcando el comienzo de la Era de Camelot, como la llamaría Jackie Kennedy un año después del magnicidio ocurrido en Dallas el 22 de noviembre de 1963.
Ambos provenían de familias de la vieja aristocracia bostoniana, se educaron en la universidad de Harvard y participaron como jóvenes oficiales de la Armada durante la Segunda Guerra Mundial. En 1957, Bradlee, por entonces redactor de la revista Newsweek, adquirió una casa en el 3300 de la calle N del barrio de Georgetown. Al poco tiempo, el entonces senador demócrata compraría la vivienda vecina que compartió con su esposa, con quien se había casado desde el año 1953.
La íntima amistad no tardó en consolidarse entre ambos bostonianos de pura cepa. Pero desde ese momento para el periodista comenzó una difícil lucha con su conciencia. Lograr el equilibrio entre la lealtad personal hacia su poderoso amigo y la responsabilidad profesional que debía desarrollar en el medio para el que trabajaba, le provocaba dilemas diarios nada fáciles de resolver.
Así lo explicó el propio Bradlee: “La experiencia de que un amigo se presente a la presidencia de Estados Unidos es inesperada, fascinante y emocionante para cualquiera. Para un periodista, es todo eso, y también confuso: ¿eres amigo o periodista? Tienes que redefinir "amigo" y "periodista" una y otra vez antes de sentirte cómodo. Y eso lleva tiempo”. Ambos decidieron que el periodista podía utilizar la información que el presidente le contaba, salvo que el mandatario se lo prohibiera expresamente.
En 1956 Bradlee se divorció de su primera esposa y se casó con Antoinette (Tony) Pinchot, egresada en Humanidades del Vassar College y columnista de la revista Vogue. Sus intereses artísticos facilitaron una rápida amistad con Jackie Kennedy. Pero la afinidad social duró poco tiempo debido a que la hermana de Tony, Mary Pinchot Meyer, se convirtió en amante del expresidente demócrata. Previamente, estuvo casada con un importante funcionario de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
En octubre de 1964, Mary fue asesinada en un parque de Georgetown. El homicidio, nunca aclarado, provocó todo tipo de teorías conspirativas, ya que se produjo pocos días después de la publicación del informe oficial de la Comisión Warren, que concluyó que Lee Harvey Oswald había actuado cuando le disparó al presidente en Dallas el 22 de noviembre de 1963.
Bradlee quedó muy conmocionado por la muerte de su cuñada. El mítico director de Contrainteligencia de la CIA, James J. Angleton le informó al matrimonio Bradlee que Mary Meyer tenía un diario personal en su casa. Y les dijo que deberían encontrarlo rápidamente antes de que lo pudiera obtener el director del FBI, J. Edgar Hoover, quien competía con Angleton por engrosar su archivo con las aventuras sexuales de las principales figuras políticas de Washington.

En su autobiografía publicada en 1995, “Una buena vida: periodismo y otras aventuras”, Bradlee señala que Mary había escrito en su diario íntimo sobre su romance oculto con el presidente Kennedy. Bradlee y Angleton acordaron quemarlo para no dañar la memoria del mandatario, y evitarle a Jackie el disgusto de verlo publicado en algún medio de comunicación de entonces. Pero Angleton (como era de suponer) lo mantuvo en su poder y recién se lo devolvió a Tony, quien sí lo destruyó finalmente, poco tiempo después de que se hiciera público el affaire presidencial.
A principios de 2016, se hizo pública en una subasta de Boston una carta de amor de cuatro páginas escrita a mano por Kennedy y dirigida a Mary Pinchot Meyer. "¿Por qué no dejas los suburbios por una vez? Ven a verme, ya sea aquí, o en Cape Cod la semana que viene, o en Boston el 19″, escribió el entonces presidente. “Sé que es imprudente, irracional, y que puede que lo odies; por otro lado, puede que no, y a mí me encantará. Dices que es bueno para mí no conseguir lo que quiero. Después de todos estos años, deberías darme una respuesta más cariñosa que esa. ¿Por qué no dices simplemente que sí?”, concluyó el mandatario estadounidense.
La relación cercana entre su cuñada y el líder de la Casa Blanca incomodaba a Bradlee. Para el 46 cumpleaños de JFK, Jackie organizó un crucero con cena en el río Potomac con dos docenas de invitados. Entre los amigos y familiares se encontraban Bobby y Ethel Kennedy, Serge y Eunice Kennedy Shriver, los Bradlee y Mary Meyer. De acuerdo al testimonio de Tony Bradlee, el presidente intentó varias veces propasarse con ella durante la fiesta. Le relató a Ben el hecho sin que éste se sorprendiera ni emitiera comentarios sobre lo ocurrido a bordo del crucero.
Sobre su aprecio por Jackie, Bradlee escribió años después que, “cuando nuestra amistad comenzó entre cuatro, al principio la veía como una de esas personas atractivas: tímida, quizá precavida, reservada, enormemente atractiva e inteligente. Y me intimidaba un poco… Pero durante todo el tiempo que estuve cerca de ellos, sentí que Jackie nunca me perdonó del todo por intentar ser periodista y amigo a la vez”. Después del asesinato de JFK, Bradlee afirmó que su amistad con Jackie,“que siempre había sido entre cuatro, no funcionó como una relación de tres”.
En una de sus últimas entrevistas, el editor señaló que en su intimidad no quería que Nixon renunciara. “Lo que pasó es que él detestaba la prensa. Me puso en el mapa. ¡Qué paradoja! ¡Ninguna otra persona en Estados Unidos hizo tanto por mí!”.
Durante la gestión de Bradlee como director, el Washington Post obtuvo 17 Premios Pulitzer. Antes de su muerte, a los 93 años en 2014, llegó a ver el éxito profesional de su hijo mayor, Benjamin Bradlee Jr., quien como editor de The Boston Globe recibió el Premio Pulitzer en 2003 por la investigación de su periódico sobre el abuso infantil en la arquidiócesis de Boston.
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