
Este sábado, en la cartelera de Wembley que tendrá a la pelea entre Oleksandr Usyk, campeón vigente de los pesados, y el retador Daniel Dubois como plato principal, habrá otro nombre atrayente, más por herencia que por presente. Se trata de Aadam Hamed, con un prometedor récord de 5 (3 KO)-0-0 y un ADN que lo pone en la vidriera. Es uno de los hijos del Príncipe Naseem Hamed y peleará contra Ezequiel Gregores por la categoría superligero.
Tanto él como su hermano Samid eligieron los guantes siguiendo el camino de su progenitor, un verdadero showman, tan irritante para sus rivales como hipnótico para los espectadores, por estilo y carisma. Muchos, tal vez, hoy no lo reconozcan, más allá de que acompaña a sus hijos en cada contienda: su imagen cambió radicalmente respecto de los 57 kilos que solía acusar la balanza antes de cada pelea.
Con apenas 1,63 metros de estatura, llegó a ser tan famoso en el Reino Unido como las estrellas del Britpop y las celebridades del momento. “Ojalá pudiera salir con una cámara, la cantidad de personas que se paran a hablar conmigo”, supo declarar ante el Daily Mail hace unos años, cuando sus apariciones públicas eran esporádicas. Su vida, hasta la irrupción de sus hijos en el deporte, era un misterio, pese a que se calcula que amasó una fortuna de alrededor de 70 millones de dólares.
El Príncipe Hamed irrumpió en la escena del boxeo profesional desde Sheffield, donde comenzó a entrenar a los siete años bajo la tutela de Brendan Ingle, una leyenda del gimnasio de Wincobank. Su estilo zurdo, su velocidad casi sobrenatural y su confianza desafiante lo convirtieron rápidamente en un fenómeno. En 1995, con solo 21 años, conquistó el título mundial pluma de la Organización Mundial de Boxeo (OMB), una hazaña que marcó el inicio de una carrera repleta de éxitos y espectáculo.

Hamed no solo acumuló títulos —sumó los cinturones del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) y la Federación Internacional de Boxeo (FIB)—, sino que transformó la percepción del boxeo de peso pluma. Sus entradas al ring, a menudo sobre una alfombra voladora o ejecutando volteretas, y su actitud provocadora, lo convirtieron en un ícono cultural. En 1997, HBO lo contrató para seis peleas con una garantía de al menos dos millones de dólares por combate, y su contrato posterior, de hasta 48 millones de dólares por seis peleas, fue el más lucrativo para un boxeador de menos de 59 kilos.
Su impacto trascendió el deporte: fue mencionado en canciones de hip hop, acompañado por celebridades como P. Diddy y David Beckham, y su última pelea en 2002 fue vista por 11 millones de británicos.
Lejos de los reflectores, Hamed ha construido una vida tranquila en Windsor, donde alquila una casa de 1,2 millones de libras cerca de la residencia de la Reina. Aunque su figura ha cambiado y su presencia pública es esporádica, el ex campeón mundial asegura que nunca ha sido más feliz. Devoto musulmán, se ha integrado a la comunidad local y asiste a la mezquita, donde, según Amer Khan, amigo de la infancia y campeón amateur, “lo rodeó la multitud” durante una reciente visita. Daily Mail detalló que, pese a su fama, Hamed mantiene una rutina discreta y disfruta de actividades como el golf y los viajes.
La decisión de Hamed de retirarse a los 28 años sorprendió al mundo del boxeo. Tras una carrera de 37 peleas, 36 victorias (31 por nocaut) y una sola derrota, el campeón dejó el deporte y la vida pública en 2002. Las razones de su retiro han sido objeto de especulación y debate. Según el propio Naseem, sus manos ya no resistían el castigo y deseaba pasar más tiempo con sus tres hijos. “No voy a decir que salir del boxeo siendo tan exitoso fue fácil. Pero ahora, puedo decir honestamente que estoy en paz”, declaró al Daily Mail.
Su hermano mayor, Riath Hamed, quien fue director general durante la carrera del boxeador, sostiene que el agotamiento físico y mental influyó en la decisión, y que la familia optó por enfocarse en negocios inmobiliarios y agrícolas tras el retiro. La paternidad también jugó un papel importante: “Mi esposa y mis padres estarían contentos si lo dejo hoy”, había expresado Hamed en 2000, antes de su última pelea.
La única derrota profesional de Hamed, ante Marco Antonio Barrera en 2001, marcó un punto de inflexión. El combate, celebrado en Las Vegas, fue devastador para su imagen pública, acostumbrada a la invencibilidad y el espectáculo. El propio Hamed reconoció posteriormente que se arrepintió de haber aceptado esa pelea.
Detrás del éxito y la fama, la vida de Hamed estuvo marcada por tensiones familiares y profesionales. La ruptura con Brendan Ingle, su mentor y entrenador desde la infancia, fue un episodio determinante. Según Ali Hamed, hermano menor del ex boxeador y actualmente distanciado de la familia, la “traición absoluta” a Ingle fue el inicio del declive. “Era de la realeza del boxeo, pero lo triste es que fue demasiado arrogante como para conservar eso”, declaró Ali al Daily Mail.

La vida privada de Hamed también ha estado marcada por episodios controvertidos. En 2006, fue condenado a 15 meses de prisión tras provocar un accidente de tráfico a 145 km/h en su Mercedes McLaren, valorado en 320.000 libras. El choque dejó al conductor del otro vehículo, Anthony Burgin, con graves lesiones. Como consecuencia, Hamed perdió la distinción de la Orden del Imperio Británico (MBE), que le había sido otorgada tras sus éxitos deportivos.
Durante la sentencia, su esposa Eleasha, lloró en la sala. Hamed describió el episodio como “una lección enorme” y, según allegados, mostró un profundo arrepentimiento por lo sucedido.
La figura de Hamed sigue generando opiniones encontradas. John Ingle, hijo de Brendan y actual responsable del gimnasio de Wincobank, considera que el ex boxeador evita el foco mediático por cuestiones de salud: “Mira el tamaño que tiene. Está poco saludable, por eso quizá evita el foco. Necesita un nutricionista y un entrenador personal”, comentó. Otros, como Ryan Rhodes, antiguo compañero de sparring, restan importancia a su cambio físico: “Después de tantos años cuidándose, no extraña que se haya dejado ir un poco”.
En la comunidad de Windsor y Surrey, Hamed es visto como una figura amable y reservada. Un comerciante local lo describe como parte de “una familia muy agradable”, mientras que Amer Khan recuerda la admiración que sigue despertando entre los jóvenes y la comunidad musulmana.
Hoy ya no provoca rivales, ni los desafía con la guardia baja. Tampoco compone un show en sus ingresos al ring, tan atractivos como la pelea misma. En un segundo plano, respalda a sus hijos en sus sueños con guantes. Tal vez, alguno de ellos logre el rango de Príncipe en el mundo del boxeo.
