
En Japón, un equipo liderado por el botánico Kenji Suetsugu ha desafiado décadas de conocimiento sobre la biología vegetal al estudiar especies que han abandonado por completo el proceso de fotosíntesis. Estas plantas micoheterotróficas dependen exclusivamente de hongos del suelo para obtener carbono y nutrientes, una estrategia evolutiva que rompe con los principios clásicos de la botánica.
Los trabajos de Suetsugu, publicados en Science, han ampliado el conocimiento global sobre este grupo, al aportar evidencia sobre nuevas especies, modos de supervivencia y mecanismos reproductivos que intrigan tanto a especialistas como a la comunidad científica internacional.
La vocación de Suetsugu surgió en su infancia, tras encontrarse con la Monotropastrum humile, una “flor fantasma” de pétalos translúcidos ajena al aspecto habitual de las plantas. Ese primer asombro lo encaminó hacia la botánica, primero en la Universidad de Kioto y, desde 2014, en la Universidad de Kobe, donde se convirtió en el profesor titular más joven de la Facultad de Ciencias, en 2022.

Estas especies, conocidas como plantas micoheterotróficas, representan casos extremos de especialización y adaptación en el mundo vegetal. Al depender por completo de los hongos para obtener nutrientes y haber perdido la capacidad de realizar fotosíntesis, las plantas micoheterotróficas desafían los modelos tradicionales de nutrición en las plantas.
Su estudio permite comprender mejor la diversidad biológica y revela cómo la evolución puede conducir a formas de vida altamente especializadas para sobrevivir en ambientes complejos o poco iluminados.
El trabajo de Kenji Suetsugu ha permitido identificar y describir especies únicas que ilustran la complejidad y rareza de la micoheterotrofia en Japón. A continuación, se presentan algunos de los casos más emblemáticos que ejemplifican la diversidad, adaptaciones y desafíos que enfrentan estas plantas extraordinarias:

La Monotropastrum kirishimense es una orquídea de pétalos rosados identificada en 2022 tras veinte años de investigación liderada por Suetsugu.
Endémica del oeste de Japón, esta especie cuenta con solo 10 poblaciones conocidas, cada una con menos de 20 individuos, lo que la sitúa en peligro crítico de extinción.
Su descubrimiento pone en evidencia la vulnerabilidad de especies extremadamente raras y la urgencia de estrategias de conservación a medida.

La identificación de la Spiranthes hachijoensis es ejemplo de colaboración entre expertos y aficionados.
Una década de estudios, junto con las observaciones y fotografías de alta precisión aportadas por el profesor jubilado Masayuki Ishibashi, permitió diferenciarla de especies afines y sumar un nuevo miembro a la flora japonesa.

La Thismia kobensis fue dada por extinta después de la destrucción de su hábitat en 1999, pero en 2021 un botánico aficionado logró redescubrirla a treinta kilómetros del lugar original.
Esta inesperada reaparición ilustra la importancia de la persistencia investigadora y del monitoreo comunitario para detectar especies ocultas con ciclos de vida subterráneos.

La diminuta orquídea Stigmatodactylus sikokianus destaca por un mecanismo de respaldo que asegura su polinización. Al principio, la flor permanece abierta para dar oportunidad a los polinizadores.
Sin embargo, pasado un tiempo, el estigma (órgano femenino) se marchita y un apéndice en forma de dedo entra en contacto con el órgano masculino de la flor, lo que permite que el polen alcance el ovario y se complete la fecundación.
Esta estrategia garantiza la reproducción, incluso cuando los polinizadores escasean.

En 2022, durante una expedición botánica, fue descubierta la Relictithismia kimotsukiensis, el primer género nuevo de planta vascular hallado en Japón desde 1930.
Con solo cinco ejemplares conocidos, es un símbolo de la fragilidad y la diversidad poco explorada de los ecosistemas.
El hallazgo fue calificado como “casi milagroso” por el ecólogo consultor Yasunori Nakamura.

La Oreorchis patens muestra la capacidad de ciertas especies para alternar entre la fotosíntesis y la absorción de nutrientes a través de hongos.
Puede sobrevivir obteniendo energía únicamente por fotosíntesis o, en condiciones adecuadas, formar raíces capaces de asociarse con hongos y crecer con mayor vigor, lo que demuestra la flexibilidad evolutiva de estas plantas.
El avance en el conocimiento sobre las plantas micoheterotróficas ha permitido revelar una diversidad insospechada y complejas estrategias evolutivas, pero también ha mostrado los enormes desafíos de su estudio y conservación.

Muchas de estas especies tienen poblaciones muy reducidas y llevan a cabo su ciclo vital mayormente bajo tierra, lo que dificulta su monitoreo y protección. La pérdida de hábitats, el desarrollo urbano y el cambio climático añaden nuevas amenazas a su supervivencia.
Otro aspecto relevante ha sido la integración en los procesos de investigación de científicos amateur y colaboradores externos. Esta apertura ha resultado fundamental para ampliar las observaciones de campo y confirmar hallazgos clave, además de facilitar un enfoque multidisciplinario entre taxonomía, biología molecular y ecología.
En paralelo, el equipo de Suetsugu avanza en el estudio de las redes subterráneas de raíces y hongos que sostienen la vida de estas plantas. El objetivo principal es identificar los principios bioquímicos que rigen la transición hacia la micoheterotrofia completa y comprender cómo varias especies han logrado evolucionar de forma independiente hacia una dependencia total del hongo y la pérdida de la fotosíntesis.
El entusiasmo de Kenji Suetsugu y la creciente participación comunitaria auguran nuevos descubrimientos y respuestas sobre uno de los enigmas vegetales más singulares de la naturaleza. Mientras tanto, la conservación de estos hábitats frágiles y la difusión del conocimiento siguen siendo prioridades para asegurar el futuro de las “flores fantasma” y otras especies excepcionales.