La actriz Claudia Cardinale, ícono indiscutible del cine italiano de los años sesenta, murió este martes 23 de septiembre a los 87 años en Nemours, una localidad cercana a París, acompañada por sus hijos.
Nacida el 15 de abril de 1938 en La Goulette, un puerto de Túnez bajo protectorado francés, Cardinale fue hija de una familia de origen siciliano. Su destino tomó un giro decisivo en 1957, cuando ganó un concurso que la coronó como “la chica italiana más bella de Túnez”. Ese reconocimiento le abrió las puertas de Roma y, con ello, una carrera internacional.
Aunque se había criado hablando francés y siciliano, Cardinale logró abrirse camino en la industria cinematográfica italiana, donde al principio fue doblada. Con el tiempo, impuso su voz grave y característica, que se convertiría en una de sus señas de identidad.
Su consagración llegó en la década de 1960, participando en varias películas clásicas como: ‘Otto e mezzo’ (1963) de Federico Fellini, ‘Il Gattopardo’ (1963) de Luchino Visconti y ‘C’era una volta il West’ (1968) de Sergio Leone y ‘The Pink Panther’ (1963).
La filmografía de Cardinale superó los 140 títulos. Durante su presencia en pantalla encarnó a mujeres fuertes, libres y carismáticas, contribuyendo a romper moldes en la representación femenina del cine de su época.
Gracias a su talento, recibió en vida premios de prestigio: el Pasinetti a la Mejor Actriz en 1984 en el Festival de Venecia, por su papel en ‘Claretta’, el León de Oro a la trayectoria en 1993 y el Oso de Oro honorífico en Berlín en 2002.
Fuera de las cámaras, mantuvo una vida discreta y se dedicó a la crianza de sus dos hijos. En su madurez sumó un compromiso social que la llevó a convertirse en Embajadora de Buena Voluntad de la Unesco, desde donde impulsó la defensa de los derechos de las mujeres y de los pueblos indígenas.
Con su muerte, desaparece una de las últimas grandes divas del cine clásico europeo.
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