
La atención sanitaria en Estados Unidos enfrenta una crisis estructural que afecta a pacientes, profesionales médicos y al sistema en su conjunto.
Tanto los hospitales como los trabajadores de la salud operan en un entorno que prioriza el aumento de costos en lugar de la eficiencia, lo que dio lugar a un modelo insostenible.
Sin embargo, una solución sencilla, basada en una mejor programación de las admisiones hospitalarias, podría ser clave para revertir esta situación, salvar vidas y generar ahorros significativos.

El sistema sanitario estadounidense se basa en un modelo de reembolso que recompensa los costos elevados en lugar de la eficacia. Las instituciones reciben pagos por encima de sus gastos, lo que desincentiva la búsqueda de soluciones que prioricen la calidad y el ahorro.
Esta lógica genera dinámicas perjudiciales: los hospitales suelen programar procedimientos sin considerar su impacto en la ocupación de camas, lo que produce fluctuaciones diarias en la demanda de atención.
A diferencia de las emergencias médicas, las admisiones programadas son las principales responsables de los picos y valles en la ocupación hospitalaria.

Esto obliga a los hospitales a elegir entre dos opciones igualmente problemáticas: aceptar más pacientes de los que su personal puede manejar, poniendo en riesgo la seguridad y la calidad de la atención, o limitar el acceso, lo que implica retrasos y desigualdad en el cuidado.
El resultado es un sistema en crisis: un personal médico sobrecargado, errores médicos evitables, rehospitalizaciones y un aumento en las tasas de mortalidad.
Estas consecuencias no solo afectan a los pacientes, sino que también alimentan el agotamiento y el éxodo de profesionales de la salud.
La clave para mitigar estos problemas radica en adoptar una programación más fluida para los procedimientos electivos. Esta estrategia consiste en distribuir las admisiones programadas de manera equitativa a lo largo del tiempo, evitando los picos de demanda.

Los beneficios de este enfoque son notables. Según investigaciones recientes, una implementación nacional de este modelo podría reducir los costos del sistema de salud entre un 4% y un 5%, lo que equivale a un ahorro de aproximadamente 200 mil millones de dólares anuales.
Además, esta medida salvaría miles de vidas cada año al mejorar la calidad y la seguridad de la atención médica.
Algunos hospitales adoptaron esta estrategia con resultados sobresalientes.
- Hospital de Niños de Cincinnati: Implementar la programación fluida permitió al hospital incrementar sus márgenes financieros en 137 millones de dólares anuales.
- Hospital de Ottawa: Gracias a este enfoque, el hospital salvó 40 vidas adicionales al año.
- Centro de salud St. Thomas en Luisiana: Atendiendo a una población mayoritariamente en situación de pobreza, St. Thomas aumentó sus ingresos de 2 a 16 millones de dólares mientras ofrecía atención de calidad.
Estos casos demuestran que el modelo no solo es viable, sino también altamente efectivo para optimizar recursos y mejorar los resultados clínicos.

El alcance de esta estrategia trasciende lo económico. Harvey Fineberg, expresidente de la Academia Nacional de Medicina, subrayó que un flujo fluido de pacientes no solo reduce los errores médicos y mejora la atención, sino que también ofrece ahorros sustanciales que podrían destinarse a áreas clave como la investigación biomédica, la educación y la reducción de la deuda pública.
Estos beneficios podrían revitalizar programas esenciales como Medicare, garantizar el acceso a la educación sanitaria y fortalecer la infraestructura médica del país.

La implementación de esta solución sería, en esencia, una inversión en el futuro del sistema de salud y en el bienestar de la sociedad. Cada día que pasa sin abordar este problema significa más vidas perdidas, más profesionales quemados y más recursos desperdiciados. Actuar ahora no solo es necesario, sino éticamente imperativo.
Los pacientes, los trabajadores de la salud y los contribuyentes merecen un sistema que sea eficiente, seguro y accesible para todos.