La Administración estadounidense ha sancionado un alud de cambios políticos que están trastocando el mapa migratorio de la región: desde la militarización de la frontera con México a la eliminación de facto del derecho al asilo o la agilización de las deportaciones de personas sin permiso de residencia generando el endurecimiento de las políticas migratorias en otros países de la región por efecto dominó. Muchas personas, para las que no hay una fácil vuelta atrás, quedan ahora atrapadas en un limbo en México y otros lugares. Sin vías legales y seguras, los migrantes y solicitantes de asilo en América Latina quedan expuestos a más riesgos.
En Médicos Sin Fronteras (MSF) llevamos más de una década trabajando en el ámbito de la migración en América Latina, sobre todo en México, país que por su extensa frontera norte con Estados Unidos es el último eslabón de una ruta larga y extremadamente peligrosa, y también lo hemos hecho en casi todos los países de América Central.
Migrantes deportados de Guantánamo a Venezuela. Foto:X: @ICEgov
Trabajar en migración no es sencillo. Son personas que fundamentalmente están en movimiento. Se desplazan en diferentes direcciones en un espacio geográfico enorme y sus rutas cambian constantemente a causa de cambios en las políticas migratorias, por las medidas de los gobiernos contra la población que migra o por el control que los grupos criminales ejercen sobre el tránsito de los migrantes, que se ha convertido en un gran negocio. Esto nos obliga a hacer una continua lectura de la situación, a ser flexibles para asegurar que prestamos asistencia allí donde se hallan las mayores necesidades médico-humanitarias.
Trabajar con la población migrante en América Latina es también complejo porque a menudo se trata de personas muy vulnerables que comparten un patrón: han padecido episodios agudos y recurrentes de violencia, incluso violencia extrema. El corredor migratorio está plagado de peligros, desde la agreste y violenta selva del Darién al crimen organizado en México, las pandillas en Centroamérica o fuerzas del orden corruptas. En MSF ofrecemos atención por diferentes motivos, desde sencillas lesiones musculares sufridas en una caravana migrante hasta el restablecimiento de una terapia para un paciente con un padecimiento crónico físico o mental. Sin embargo, más allá de la necesidad médica inmediata muchos pacientes traen heridas invisibles que de repente se abren: secuestros, amenazas, torturas, extorsiones, violencia sexual y otras formas de violencia.
Por dar perspectiva: entre enero de 2024 y febrero de 2025 nuestros equipos en la ruta trataron a casi 3.000 supervivientes de violencia sexual, uno cada tres horas. También proporcionaron más de 20.000 consultas individuales de salud mental, muchas motivadas por la violencia. La violencia puede ser tan extrema que tratamos a pacientes que han perdido completamente su autonomía y funcionalidad. Y no hay que olvidar que muchas de estas personas huían ya de situaciones complejas, impulsadas por factores como la crisis en Venezuela, el conflicto en Colombia, la violencia en Ecuador y varios países centroamericanos, o la falta de oportunidades y la exclusión, que hoy en día siguen totalmente vigentes.
Presuntos miembros del Tren de Aragua encarcelados en El Salvador. Foto:AFP
A ello se suman el muro administrativo, la persecución y estigmatización a las cuales se está sometiendo a millones de personas con una política liderada por la Administración de Estados Unidos, y replicada, como he comentado, por varios gobiernos de la región, que clausura las principales vías para obtener asilo, trata de revocárselo a quien lo había obtenido y criminaliza a quien lo solicita. Todo esto ocurre en medio de un actual recorte drástico y global de la financiación para la ayuda humanitaria.
Llevamos meses con el fantasma de las deportaciones masivas. Si bien no se han producido hasta ahora como habían sido anunciadas —en comparación con años anteriores, en 2025 no ha habido un gran aumento en las deportaciones desde EE. UU. — la narrativa deshumanizante difundida y las condiciones en que algunas personas han sido deportadas a otros países, comprometiendo evidentemente la obligación de los gobiernos de respetar las convenciones internacionales y las normas de derechos humanos, son atroces y representan un retroceso para la protección de estas poblaciones vulnerables.
Y aunque el tránsito migrante desde el sur al norte del continente ha disminuido mucho, e incluso algunas personas están revirtiendo el camino, en MSF estamos viendo casos muy severos de salud mental, inclusive ideaciones suicidas por parte de algunos pacientes. La eliminación de facto del derecho al asilo y la suspensión de otros programas por parte de Estados Unidos han causado estrés, desesperación y pánico. Han dejado a un océano de miles de personas que transitan por países de América Latina en un limbo legal y humanitario, invisibilizándolas, abocándolas a tomar rutas aún más peligrosas y dejándolas a merced de las redes criminales.
Ruta migratoria del Darién. Foto:Jaiver Nieto / CEET
No se trata solo de Estados Unidos. Por presión, influencia o afinidad, diferentes Gobiernos en América Latina están aplicando políticas y medidas antiinmigración más pronunciadas de contención y de retornos forzados de migrantes, restricciones al derecho de asilo, de residencia y otros derechos básicos de protección. Insistimos en la necesidad de no criminalizar la migración y de respetar los derechos humanos de las personas en tránsito. Instamos a proporcionar protección integral a las personas migrantes en el origen, tránsito, destino y retorno, y a que se refuercen los servicios básicos, incluyendo la atención médica.
Estamos ante un colapso moral y un incumplimiento de las convenciones que nos guiaban para proteger a personas vulnerables en busca de refugio. Urge detener esta ola de odio y crisis de solidaridad.
Víctor Escobar - Responsable de operaciones de Médicos Sin Fronteras (MSF) para América Latina