Emotivo reencuentro entre científico ugandés con la familia australiana que lo apadrinó en su infancia

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La solidaridad que nació hace casi 3 décadas tuvo su abrazo en la ciudad de Newcastle, Australia. Edward Kankaka, científico ugandés de 36 años especializado en la investigación del VIH, se reunió por primera vez con la familia Anschau, quienes lo apadrinaron cuando era un niño a través de un programa de patrocinio infantil.

El emotivo encuentro, relatado por ABC News, se convirtió en la culminación de años de cartas, fotografías y apoyo a distancia que unieron a dos familias de distintos continentes.

La llegada a Newcastle: un abrazo esperado

El viernes, el aeropuerto de Newcastle fue escenario de emociones contenidas durante años. Bruce Anschau esperaba junto a su esposa Margaret y sus hijos, carpeta en mano, repleta de cartas y fotografías enviadas desde 1995.

“Es como conocer a una familia que nunca habías visto”, expresó Kankaka tras abrazar a quienes siempre consideró su padre, madre, hermana y hermanos australianos. El científico aprovechó un viaje profesional a Melbourne para extender su recorrido hacia Newcastle y concretar este reencuentro soñado.

La historia comenzó cuando los Anschau, padres de 4 hijos, decidieron que por cada uno de ellos patrocinarían a otro niño a través de Compassion Australia, una organización cristiana de desarrollo infantil con sede en Newcastle.

Heather Foord, hija del matrimonio, explicó que, pese a no tener grandes recursos económicos, sus padres siempre priorizaron ayudar a quienes más lo necesitaban. El hermano menor, Tim, eligió a Edward porque compartían cumpleaños y porque quedó cautivado por la sonrisa del niño ugandés en la fotografía enviada por la organización.

“Lo que nos atrajo de él fue su sonrisa. Tiene una sonrisa increíble y enorme, que aún conserva”, recordó Heather.

Una infancia marcada por la vulnerabilidad

En aquel entonces, Edward había perdido a su padre y vivía bajo el cuidado de su abuela en Uganda. “Yo era vulnerable”, confesó. La llegada del patrocinio significó un cambio profundo: cada mes la familia australiana enviaba fondos que le permitieron acceder a educación, alimentación y controles médicos en los centros de desarrollo infantil de Compassion.

Más allá de la ayuda económica, el verdadero motor de esta historia fue el intercambio de cartas. Los niños compartían detalles de su vida cotidiana, desde juegos y travesuras hasta aprendizajes escolares.

Heather resumió el valor de esa conexión: “Hay algo realmente hermoso en saber que, donde sea que estés en el mundo, los niños siguen siendo niños”.

Durante el reencuentro, Kankaka pudo releer algunas de esas cartas y reír al recordar cómo una de ellas le presentó por primera vez a Santa Claus. Con el tiempo, la relación se volvió más íntima: “Un día (Heather) me escribió y se dirigió a mí como hermano. Desde ese día comencé a decirle a la gente que tengo una hermana, un hermano, una madre y un papá en Australia”, relató.

Más allá del programa de patrocinio

Aunque el patrocinio formal suele terminar cuando el niño cumple 18 años, la familia Anschau decidió seguir apoyando a Edward durante su etapa universitaria. Ese respaldo fue decisivo para que pudiera ingresar a la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, donde se especializó en investigación del VIH.

Hoy, convertido en científico, Edward trabaja en proyectos relacionados con la prevención y tratamiento de la enfermedad que marcó profundamente a su comunidad en Uganda. “Ha habido un progreso notable. En algún momento de nuestra vida, esperamos que llegue una cura”, declaró.

Kankaka asegura que la compasión fue el motor que lo impulsó a alcanzar su potencial: “Sin compasión no estaría haciendo lo que hago. La compasión me puso en el camino para despegar”.

Por su parte, Bruce Anschau expresó su alegría por poder compartir tiempo con él durante su estancia en Newcastle. Entre los planes de la familia estaba llevarlo a la playa, un entorno poco habitual para el visitante ugandés.

Una historia que trasciende el tiempo

La familia Anschau, que aún mantiene el patrocinio de otro niño a través de Compassion Australia, considera que el lazo con Edward es indestructible. Para ellos, el reencuentro confirma que la solidaridad puede cambiar vidas y construir vínculos que desafían fronteras y décadas.

“Edward es parte de nuestra familia. Su presencia aquí es motivo de alegría y un recordatorio de que ayudar a un niño puede transformar el futuro”, reflexionó Heather.

Mientras tanto, Edward sigue enfocado en la investigación científica y en devolver a su comunidad lo que alguna vez recibió: apoyo, esperanza y la oportunidad de soñar en grande.

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