
Más del 90 por ciento de los peces de agua dulce más comunes en el sur de California están infectados con parásitos invasivos capaces de infectar a humanos, según un nuevo estudio realizado por investigadores de la Scripps Institution of Oceanography de la Universidad de California en San Diego.
La investigación, publicada recientemente, identificó dos especies de trematodos —una clase de gusanos planos— presentes en peces capturados en cinco sitios de pesca recreativa en el condado de San Diego. Estos parásitos pueden causar problemas gastrointestinales, letargo, pérdida de peso y, en casos graves, derivar en ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares en humanos.
“Los estadounidenses no suelen pensar en parásitos cuando comen pescado de agua dulce, porque históricamente no ha sido un problema aquí”, afirmó en un comunicado Ryan Hechinger, ecólogo de Scripps y coautor del estudio. Sin embargo, advirtió que estos organismos ya están presentes en Estados Unidos y están infectando peces que forman parte de la dieta habitual de muchas personas.
El equipo de investigadores examinó un total de 84 peces pertenecientes a siete especies diferentes, incluidas la lobina negra (largemouth bass) y el bluegill. Los ejemplares fueron recolectados en cinco sitios frecuentados por pescadores recreativos en el condado de San Diego.
Se detectaron dos especies invasivas de trematodos: Haplorchis pumilio, presente en el 93 por ciento de los peces, y Centrocestus formosanus, identificado en el 91 por ciento de los peces en dos de los sitios muestreados. Algunos peces estaban infestados con miles de estos parásitos.
Ambos gusanos invasivos tienen su origen en el sudeste asiático y habrían llegado a Estados Unidos hace más de una década, según los investigadores. Lo hicieron dentro del cuerpo de uno de sus hospedadores principales: el Melanoides tuberculata, un caracol acuático conocido comúnmente como caracol trompeta malayo. Este caracol, también exótico, ya ha sido identificado en al menos 17 estados de Estados Unidos y en Puerto Rico, y su presencia está ampliamente distribuida en cuerpos de agua de California.

Los trematodos tienen un ciclo de vida que involucra tres hospedadores. Comienzan su desarrollo en el caracol, luego pasan a peces, y finalmente infectan a un vertebrado de sangre caliente, como aves o humanos, si éstos consumen pescado contaminado.
“La buena noticia es que no hay necesidad de entrar en pánico”, aseguró Hechinger. “El riesgo puede eliminarse fácilmente cocinando el pescado o congelándolo durante al menos una semana si se planea consumir crudo”, precisó.
A pesar de esta advertencia, los investigadores detectaron señales preocupantes sobre prácticas de consumo inseguras. Durante el estudio, llevaron a cabo una revisión de videos en redes sociales y encontraron múltiples ejemplos de personas consumiendo pescado de agua dulce crudo, sin cocción ni congelación previa.
Emma Palmer, coautora del estudio y actualmente científica marina en el Smithsonian Environmental Research Center, señaló que muchos de estos contenidos virales están alcanzando cifras millonarias de visualizaciones. “Casi cinco millones de vistas muestran que hay un interés generalizado, y posiblemente una práctica extendida, de personas comiendo pescado de agua dulce crudo”, explicó.
Palmer realizó la investigación mientras cursaba sus estudios de posgrado en Scripps, y manifestó su preocupación por la falta de conocimiento público sobre los riesgos parasitarios asociados a estos hábitos alimenticios.
Aunque hasta ahora no se han reportado casos confirmados de infecciones humanas en Estados Unidos causadas por estos parásitos, los científicos advierten que esto puede deberse a la falta de búsqueda activa de casos clínicos. “Nadie está buscando estos casos, y los médicos no están obligados a reportarlos”, explicó Hechinger.

Debido al riesgo potencial para la salud pública, los investigadores recomiendan que las infecciones por trematodos relacionados con el consumo de pescado de agua dulce se integren en la lista de enfermedades que deben notificarse obligatoriamente a las autoridades sanitarias.
“Este tipo de investigación es crucial para identificar nuevas amenazas a la salud pública”, concluyó Hechinger en el comunicado distribuido por la universidad.
El estudio, según sus autores, busca aumentar la conciencia no solo entre los consumidores, sino también entre los profesionales médicos y los funcionarios de salud pública. “Esperamos que este trabajo ayude a que se preste más atención al tema”, apuntó Hechinger.